“Cuando se trata de la vida erótica, la mayor parte de nosotros se conforma con los tópicos más vulgares. Su aparente ordinariez constituye una trampa”, escribe Georges Bataille en el prólogo de Historia del erotismo, un volumen traducido por primera vez al castellano por Javier Palacio Tauste y que ahora el sello Errata Naturae recupera en una magnífica edición. En estos días en los que campa el sexo necio y ñoño de E.L James y sus Cincuenta sombras de Grey, bien vale una lectura que ponga las cosas en su sitio.
A Georges Bataille, uno de los grandes pensadores y escritores del siglo XX, se debe, en buena medida, la reflexión sistemática sobre el erotismo en tanto concepto colectivo e histórico. El volumen que ahora edita Errata Naturae fue concebido como continuación de La parte maldita, un ensayo que reinterpretaba los ámbitos de la filosofía, la economía y la historia desde la noción de “exceso”, concepto que le sirve de guía para trazar una Historia de la sexualidad, su primer acercamiento al erotismo a través de una serie de nociones (incesto, prohibición, transgresión, deseo, desnudez, prostitución, matrimonio, etc.) que más tarde desarrollaría en obras como Las lágrimas de eros y El erotismo.
“Confío en que mi argumentación pueda seguirse de forma coherente: la existencia humana impuso el horror a toda sexualidad; ese horror impuso por sí mismo el plano de atracción que constituye el erotismo”, escribe el pensador francés, quien pasó de la vocación sacerdotal a la de inagotable pensador e incluso, raro y extravagante oficiante de algunas ceremonias del conocimiento. Para él, toda creación es un proceso mediante el cual el hombre se supera transgrediendo todos los tabúes, en particular los relacionados con el erotismo y la muerte.
Como parte de la obra de Bataille, editada en castellano por Tusquets, habría que incluir, por ejemplo, las revistas que fundó: Documents y Critique. También ensayos como La littérature et le mal, El erotismo , además de textos como Historia del ojo, Mi madre seguido de El muerto, Madame Edwarda y El azul del cielo.
Pocas cosas escaparon de su análisis y si su obra se sustenta es sobre conceptos fundamentales: mercancía, dinero, erotismo y, fundamentalmente, aquello que alude tanto a la transgresión como a lo sagrado. No en vano aseguró que los burdeles de París eran sus verdaderas iglesias. Alejado de todo historicismo, esta historia de la sexualidad es un intento radical de asomarse a lo insondable, de entender el más ilegible de los misterios humanos: el deseo, como fuerza de arrastre, aquello que subraya el sustrato animal de los humanos y que aparece, una y otra vez, para recordarle al hombre la consistencia de su naturaleza política y mortal.