La cantante guatemalteca Adriana González es una estrella rutilante del panorama operístico internacional. Soprano lírica de voz plena y redonda, ha conquistado tanto numerosos premios (Otto Edelmann de Viena, Francisco Viñas de Barcelona u Operalia por ejemplo) como al público y crítica de todo el mundo. Estos días tenemos la suerte de escucharla en el Teatro Real (del 13 al 22 de febrero) en el papel de Salud de la maravillosa y poco representada “La Vida Breve” de Manuel de Falla que se representa en un programa doble junto a la ópera contemporánea “Las Tejas Verdes” de Jesús Torres.
Conocía su estupenda voz y calidad musical por sus fantásticas grabaciones junto al pianista y director vitoriano Iñaki Encina en el sello Audax Records, que aprovecho para recomendarles pero no había tenido el gusto de coincidir con ella. Nos encontramos en un café de la Plaza de Oriente. En la terraza, al aire libre. En pleno mes de febrero. No cabe duda de que, por muchas cosas, no es una cantante al uso. Pronto descubriremos que además es una fuente de alegría, vitalidad, inteligencia, buen humor y generosidad.
Pregunta. ¿Cómo fueron sus inicios musicales en su país natal, Guatemala?
Respuesta. En Guatemala no es habitual comenzar a estudiar en el conservatorio desde pequeña, pero yo tenía una tía que tocaba el piano y me gustaba sentarme junto a ella y hacer como que tocaba. Me dio clases unos pocos años y aprendí a tocar acordes y algunas canciones, pero todo de oído. Después, en el colegio, teníamos un maestro que se empeñaba mucho en que nos fijáramos en la música de los dibujos animados: “esto es de Carmen, esto es Mozart, esto es Wagner…”. Y eso me llamaba mucho la atención. Llegado un punto podías escoger asignaturas más específicas en función de tus intereses o lo que querías estudiar después así que tiré por las Humanidades y en los últimos años sí pude tener clases de coro, teoría musical o conjunto instrumental .En principio fueron sobre todo la música popular y el jazz los que me hicieron querer ser músico: Ella Fitzgerald, Louis Armstrong, y también la generación de rock de los Beatles.
P. ¿Por qué razón se inclinó por la lírica?
R. Mi vida siempre ha sido como un concurso. Estando aún en el colegio montamos una banda unos cuantos amigos que participamos en un concurso que se organizó, participamos en tres o cuatro categorías y las ganamos todas. ¡Pues fenomenal, qué alegría! Pero a partir de eso, nos propusieron ir a cantar con la banda a un bar. ¡Unos críos de 16 ó 17 años! Pero ahí me di cuenta de que era posible vivir de la música. Hasta entonces ni se me había pasado por la cabeza que pudiera hacer lo que más me gustaba y encima que me pagaran.
P. ¿Así tomó la desición de dedicarse a la música?
R. Pues entré en la Universidad del Valle de Guatemala para hacer una Licenciatura General en Música, con teoría, orquestación, instrumento, vocal, armonía, etc. aunque no había una especialización en canto lírico y sigue sin existir. Pregunté a la directora del departamento qué tenía que hacer, porque mi madre, a dos semanas de graduarme me preguntó a ver qué quería hacer con mi vida. Ella es una mujer que había montado su propia empresa, o sea, una mujer de negocios hecha y derecha pero cuando le dije que quería dedicarme a la música me dijo: “Muy bien, pero tienes que aprender música de verdad y dejar de gritar”.
P. Ante semejante ultimátum, no podía defraudarla.
R. Ella me ha apoyado muchísimo, me acompañaba a todas las clases con mi maestra, Barbara Bickford. una de las tres maestras que enseñaba allí y quien me dijo que aprendiera la técnica clásica para tener las herramientas que me permitirían cantar después cualquier cosa y me servirían para toda la vida. Me pasó un disco de “Arie antiche” con Cecilia Bartoli y Hrostowski y para la siguiente clase ya me había aprendido unas cuantas pero ella me puso a hacer escalas para mi frustración. Pero tenía razón y esa maestra fue quien me enseñó a hacer el ejercició de messa di voce, que es tan importante y que a día de hoy es mi marca de fábrica.
El problema era dónde podía yo trabajar, porque en Guatemala no hay una compañía de ópera. De vez en cuando se hacía alguna por iniciativa privada, algunos conciertos con piano, muy pocos con orquesta, aunque sí se hace música sinfónica y ballet folclórico. De hecho la ópera sigue siendo una asignatura pendiente. Mi maestra me dijo que si quería dedicarme a eso tenía que aprender italiano, así que me puse a estudiar y al tiempo vi que el Instituro de Cultura Italiano organizaba un concurso y me apunté, sin ninguna expectativa, la verdad. El premio era un vuelo a Roma. Simplemente quería exponerme y ver quién más cantaba ópera en mi país. Total, que lo gané pero como no tenía un duro y no me podía pagar ni un café allá en Roma, decidí esperar y guardar el billete. En aquel momento estaba terminando la universidad y yo seguía sin saber cómo seguir con mi vocación. Mi madre había vivido en EEUU y me propuso intentar conseguir una beca para la Universidad de S. Francisco y me dijeron un rotundo “no”. Y claro era un “no” muy importante, así que pensé que no valía nada y que ahí se acababa mi posibilidad de hacer una carrera. Pero un amigo me habló del Coro Mundial de Jóvenes (World Youth Choir), un coro donde se reúne gente de todo el mundo entre 16 y 26 años en un país y hacen una gira. En esta ocasión era en Chipre. Hice la audición, con una grabación muy mala y me metieron en la lista de espera, así que me sentía fatal. Pero alguien canceló y así pude ir. Lo único que había que pagarse era el billete…
P. Y ahí sacó el billete guardado para Roma
R. Eso es. Suena esotérico, pero la vida te da señales y hay que seguirlas. Así que sólo pagué el vuelo de Roma a Chipre. Y ahí entra en mi vida Iñaki Encina, director y pianista vitoriano con el que trabajo mucho. Estaba allí como director asistente y jeje de la sección de bajos. Le gustó mucho mi voz y me habló de los Opera Studio, como el Atelier Lyrique de la öpera Nacional de París, Bastille donde él había estudiado, por ejemplo. Al volver a Guatemala me escribió para proponerme participar en un proyecto que iba a montar en el que los solistas también hacían el coro. Allí me fui e Iñaki nos organizó por su propia iniciativa una audición a todos los solistas con el director del Opera-Studio de Bastilla, nos puso clases con maestros de canto, nos hizo de coach para nuestro repertorio y gracias al trabajo con él durante un mes me cogieron como Zerlina. Y una vez que canté ese papel, me ofrecieron otra audición y pude integrar el Atelier Lyrique de la Ópera de París. Así caí en Europa. O sea, circunstancias, preparación y un poco de suerte.
P. ¿Cómo se sintió en Europa, en lo personal y lo profesional?
R. Una vez en Europa, en París, primero tuve un choque cultural, que llegas queriendo abrazar a todo el mundo y te miran como si estuvieras loca. En cuanto al Atelier, con 22 años era la más joven y menos experimentada de todos, pero eso me sirvió para darme cuenta de cuánto camino me quedaba todavía y también para aprender de mis compañeros y ponerme a ese nivel. Fue un periodo de mucha inestabilidad e inseguridad. Tampoco tenía claro qué voz tenía yo, pero poco a poco fue evidente que mi voz es la de soprano lírica. Era lo que me dijo siempre mi primera maestra, pero con eso del complejo de llegar a un lugar con tradición, pensaba que podía estar equivocada. Fue con los concursos como me estabilicé en el repertorio, porque siempre escogía arias de soprano lírica y ganaba, así que no podía estar equivocada. Después mi agente René Massis, me terminó de confirmar que realmente era mi voz. Así, poco a poco, me confirmé en mi voz, mi repertorio y mis posibilidades. Fueron años de muchas dudas y de aprendizaje pero también de descubrimiento de quién era yo al cambiar de país, de idioma, de vida…
P. ¿Cuál fue su primer gran papel operístico?
R. Micaëla en la Ópera de Ginebra, que es mi caballo de batalla porque me ha abierto las puertas de las grandes casas de ópera.
P. Es que tiene usted la voz ideal para ese rol, que demanda una lírica plena y no tanto una lírica-ligera, como se empeñan en programar tantas veces.
R. Ya, pero es que actualmente tenemos un problema en el mundo de la ópera con las voces de soprano lírica. A día de hoy el cantante es el último bastión orgánico de la cadena. Las cuerdas de los instrumentos son de metal, los vientos son más estables y suenan más, el diapasón ha subido, las salas son más grandes y no forzosamente mejores acústicamente y la escenografía no siempre ayuda. Así que las circunstancias han cambiado, evolucionado si queremos, pero el cantante es el único que no ha cambiado. Sabemos más de medicina, de acústica y gracias a los descubrimientos médicos hemos podido mejorar nuestra técnica, eso sí, pero el material es el mismo. Para canta el repertorio quieren que se te oiga bien pero además se quiere que sea algo bonito y placentero. Eso supone que a menudo se escoge a cantantes que dan muy bien escénicamente pero quizá no sean los más adecuados a las exigencias de la partitura y eso es difícil de navegar. Yo tuve la duda de si era lírica o no. Mis sensaciones físicas e intuitivas de mi instrumento eran claras, pero las percepciones ajenas y también el negocio te pueden empujar a otra cosa que, al final te hace plantearte tu mismo ser. Y si te quedas sin voz, no hay recambio
P. ¿Qué papeles está cantando actualmente?
R. Pues estoy cantando mucho tres personajes de Puccini: Liù, Mimì y Suor Angelica. Junto con Micaëla son los tres roles que definen mi carrera actualmente. También Mozart me ha dado mucho. Acabo de debutar Fiordiligi del “Così fan tutte” en la Ópera de Hamburgo y también he cantado Pamina de “La Flauta Mágica”, que defiendo que es un papel para una lírica, al que además le va bien una voz más carnosa.
P. Estoy de acuerdo, pero las cosas empiezan a retornar a su ser: Véronique Gens, otra lírica plena, ha grabado la Margarita del “Faust” de Gounod, aunque lo suelen cantar ligeras.
R. ¡Pero es que es para una lírica! En el terceto final si no, te mueres. Me alegro que saque este asunto porque en este momento no está muy claro cuál es el lugar de las sopranos líricas, dónde quedamos, porque o eres ligera o eres dramática. ¡Todas las que se mueren y hacemos llorar también existimos! (Risas) Bueno, Micaëla no se muere pero casi, de la vergüenza y la pena y la Condesa de “Las bodas de Figaro” vive deprimida. Hace falta ese espacio de las líricas, y no sólo fascinarnos con una voz muy potente o muy ágil. Hay que atender al carisma y la sensibilidad de las líricas. Mire Ermonela Jaho, Ailyn Pérez o Eleonora Burato, por ejemplo. Tenemos mucho que ofrecer en términos de colores y esa lágrima que hay en la voz y que nos caracteriza a las líricas.
P. Me gustaría que me hablara de su experiencia en el Festival de Salzburgo en 2023 on esas “Bodas de Figar que han tenido tanta repercusión.
R. Fue una experiencia increíble, en primer lugar por el director Raphaël Pichon. Tanto él como Sabine Devieilhe, su mujer, que cantaba Susanna, son gente maravillosa, de lo mejor que vas a encontrar en este mundo, tanto en lo personal como en lo profesional. En cuanto al personaje de la Condesa, viniendo de Gutemala, cantarlo en el lugar donde nació Mozart, fue una estimulación inmensa. Es una partitura perfecta, maravillosa. Además Salzburgo es el lugar por el que cualquier cantante que quiera consagrarse en el repertorio mozartiano tiene que pasar. Yo quería proponer algo diferente, una versión propia, sobre todo en el aria “Dove sono” que es muy difícil, siempre en el passaggio, donde hay que cantar piano y buscar un color. En la segunda parte del aria, en el momento en el que ella se alegra porque decide reconquistar al bobo de su marido, decidí hacer la frase completa en una respiración, porque si leemos el texto, está escrito así. Quise darle toda la importancia a esa frase. Lo hicimos un poco más rápido porque ella quiere ir hacia adelante, ir a por todas. Tuvo mucha repercusión en el público hacerlo así, gustó mucho y estoy muy contenta de haber tomado esta decisión y conseguir el apoyo de Pichon, que se encargó de convencer a la Wiener Philarmoniker de seguirme en mi idea. Ahora estamos buscando otro proyecto que vaya bien, porque me gustaría regresar.
P. Su Conde en esa producción, el barítono Andrè Schuen acaba de cantar en Cáceres y en Madrid.
R. Es maravilloso como persona, como músico… Es un colega fantástico porque tanto escénica como vocalmente da mucho. Además es una alegría conversar técnicamente con un compañero, se da cuenta de todo lo que haces, lo que cambias… y tener la confianza de probar cosas, pedir consejos, escuchar cantantes de antaño juntos… Fue un grupo muy bonito.
P. Parece tener usted una especial afinidad con el repertorio español. De hecho ha grabado la integral de las canciones de Albéniz, que por cierto, canta en cuatro idiomas.
R. Claro, compuso mucho en inglés por su mecenas que escribía poesía para que Albéniz pusiera la música. Me gusta muchísimo cantar en español y creo que hay algo más que sale de mí, porque está esa comprensión del texto. Me gusta cantar en idiomas que hablo, porque creo que si no, no soy capaz de transmitirlo todo si no capto el sentido de una palabra en un lugar determinado: culturalmente no lo voy a entender. Estoy entusiasmada con “La Vida Breve”, tan visceral pero que te deja el espacio para poder expresar con tu lengua madre lo que la música te transmite. Pienso que la lengua española en eso tiene una riqueza única. Es otra cosa. Además tiene esa influencia de lo folclórico que integró tan maravillosamente y que a la gente le gusta escuchar. La música española aporta un impacto dramático impresionante y en “La Vida Breve” es particularmente importante.
P. Fíjese que ni siquiera se estrenó en España, como sabe. Nadie es profeta en su tierra y menos en España.
R. Bueno en Guatemala tampoco, algo heredamos de Ustedes, no lo olvide. Es cierto, se estrenó en Niza.
P. ¿Qué tal se siente en ese papel tan intenso y tan terrible que es Salud?
R. Acabo de cantar Suor Angelica y eso fue un buen entrenamiento emocional, porque me dejó drenada. Me tomé tres semanas para regresar a un punto neutro. La historia es tristísima, la música está perfectamente adaptada, armónicamente fantástica, sabe cómo llegarte al corazón. Aunque te lo veas venir, está tan bien hecho que el menos cursi se echa a llorar. 1Yo lloraba todas las noches! Como ya llevaba esa carga emocional, estaba segura que podría con Salud.
P. Pero Salud tiene otra energía, es que toda esa vitalidad y esa pasión se vuelve desesperación, con la misma energía.
R. Correcto. Y la cuestión del destino que también está ahí. Y Rafael Villalobos lo está haciendo muy bien. Me encanta trabajar con él porque se plantea y te plantea cosas que ni imaginabas. Es muy buena persona y está tan bien preparado que profundiza una barbaridad. Por ejemplo, respecto al personaje de Salud piensa que tenemos un trauma generacional, es decir, a ella lo que le pasa es que el chico del que está enamorada se casa con una muchacha rica por cuestión de clase social. Pero es que eso mismo le ha podido pasar a su madre. Y a su abuela. Y a su bisabuela, por culpa de esa jaula social de la que no se puede salir. ¿Y qué ha pasado con su madre? ¿Y quién es el Tío Sarvaor? Hay muchas incógnitas familiares y él ha dado todo un trasfondo muy rico a esos personajes. En esta puesta en escena Salud está embarazada.
P. Tiene mucha lógica, una no se planta el día de la boda del hombre que te ha abandonado si, como poco, no te ha quitado “el honor”. Es un tema eterno, desde luego, no hay más que ver el teatro del Siglo de Oro.
R. Yo soy muy purista, pero realmente, esto puede ser, por lo que comentamos. Escénicamente ha sido muy rico el proceso de crear el personaje a través de todas esas capas de tristeza, de preocupación, pensando por qué hace ciertas cosas. Rafael nunca trabaja en contra de la música, te hace pensar en qué pasa en los silencios. Y trabaja los personajes desde ese punto de vista musical, me ha ayudado a razonar de otra manera, a darle riqueza al personaje. Me gusta imaginarme la historia de los personajes y en esta ocasión, me ha ayudado a hacerlo. Musicalmente hay cosas que piensas de otra manera: un agudo que a pesar del registro, tiene que sonar triste, o cómo canto esta nota grave -porque Salud tiene una extensión muy gande, aunque está muy bien escrita- pero sin una voz de pecho tremenda, porque es gitana pero es una mujer sencilla y que está horriblemente triste: nunca va a poder salir de su casa, no sabe si va a poder mantener a su hijo ni decir que es suyo… También el ballet que ha introducido es bellísimo, lleno de poesía Por otra parte me pregunto por qué no se programa solo La Vida Breve, como Salomé, porque tiene peso y personalidad suficiente para programarse sola. La música española tiene mucho que aportar.
P. No seré yo quien la contradiga. Hablemos de sus proyectos. Va a grabar un CD con arias mozartianas y el Ensemble Diderot ¿verdad?
R. Sí, a finales de marzo. Va dedicado a Adriana Ferrarese, para quien se escribió el papel de Fiordiligi en “Così fan tutte” y se llamará “Rondó”. Fue una de las cantantes que interpretó la Susanna de “Las bodas de Figaro” con el aria alternativa. Era amante de Da Ponte e iba por toda Europa, por Viena, Londres, Praga o cualquier lugar de Italia con su baúl lleno de arias que le habían compuesto ex profeso. Si por ejemplo cantaba “L´arbore di Diana” de Martín y Soler, sacaba una que le habían escrito a ella con el mismo texto en la tonalidad que le convenía y la cambiaba. Es un personaje impresionante, realmente novelesco. El disco se compone de algunas de estas arias que le fueron dedicadas de compositores como Pasquale Anfossi, Vicente Martín y Soler, Angelo Tarchi y Mozart por supuesto. Es un placer trabajar con el Ensemble Diderot y cantar bajo la dirección de Iñaki Encina. Como también es un gran pianista, además de gran amigo, hemos hecho una serie de proyectos juntos y seguiremos haciéndolos.
P. ¿Y a qué otros escenarios se va a subir después del Teatro Real?
R. Próximamente voy a a hacer mi debut en Tokyo, primero un recital también con el Ensemble Diderot y después la “Misa Solemnis” de Beethoven en el Bunka Kaikan, Después haré mi debut en la Ópera de Lausanne coon Micaëla y luego cantaré en la Ópera de Zurich por primera vez para mí la Antonia de “Les contes de Hoffmann”. La temporada que viene haré mi primer Verdi operístico, la Desdemona de “Otello” en Estrasburgo al principio de la temporada y en Toulouse al final, maravilloso para una lírica. Es un paso muy grato. ¿Pero te das cuenta? ¡Otra que se muere! ¡Son puras moscas!
P. Está usted en un momento muy bueno, ya muy asentada en los escenarios de todo el mundo y debutando roles nuevos. ¿Cómo encara su carrera en los próximos años?
R. Hay que ir lentamente. No me interesa debutar muchas cosas cada temporada. Es necesario trabajar con tiempo y preparar las cosas bien porque te arriesgas a perder la voz. Es como un atleta, que no puede preparar un maratón y un sprint al mismo tiempo. Hay que tratar a la voz con respeto -que además es lo que me da de comer-, hay que tratar la música con respeto y defender los papeles o las obras que uno interpreta muy bien, y no por el propio narcisismo o por el ego de decir lo buena que soy, sino por la satisfacción de pensar que alguien quizá se ha enamorado de la ópera porque ese día canté tan bien que salió maravillado. Ëse debería ser nuestro objetivo en realidad, porque la vibración acústica y visceral del directo, no tiene comparación con las retransmisiones o las grabaciones. Y cada papel precisa de tiempo, respeto y también recuperarse de cada uno de ellos. Pienso en los deportistas, en los tenistas y en cierto modo somos como ellos: viajan con su entrenador, su osteópata, su fisioterapeuta, su coach y también descansan y es lo mismo para un cantante de ópera. El mundo de hoy es muy rápido y es difícil mantenerse y respetar la voz. Como te decía, somos el último bastión de la ópera y tenemos que cuidarnos.
P. ¿Cómo se cuida Adriana González? ¿Cómo consigue mantener una rutina?
R. Mantener una rutina es imposible y quien diga que la tiene, miente. Los horarios cambian mucho entre el periodo de los primeros ensayos de un ópera, el momento de los ensayos con orquesta y después con las representaciones: primero las sesiones son de mañana y de tarde y luego todo se va modificando. Hay quien tiene mucha disciplina y consigue mantener horarios fijos para dormir, pero hay que tener en cuenta por ejemplo la adrenalina que procuran las representaciones, por lo que no es fácil conciliar el sueño pronto. Hay que irse adaptando en cada periodo de ésos. Y como los deportistas tienen su equipo, los cantantes también necesitamos un entorno que nos haga mantener los pies sobre la tierra, tener alguien de confianza que te diga “esa nota no estuvo bien, esto lo tienes que mejorar”, por mucho que el resto te diga lo bien que estuvo. Tengo confianza absoluta tanto en Iñaki Encina como en mi agente, que fue cantante y trabajó con muchos de los grandes como Carreras, Kraus, Caballe... Me suele pedir que le mande las grabaciones de los ensayos y cuando me llama, ya sé lo que me espera: “Página 25, compás 3, rallentando demasiado pronto; siguiente página, el agudo demasiado piano…” ¿Quién te dice todas estas cosas a día de hoy, pensando en que tienes que cantar sobre una escena de ópera, con la experiencia de haber estado ahí? También mis dos maestras de canto y mis osteópatas, que en cada ciudad tengo uno y que me ayudan a entender por qué aprieto en ciertas zonas del cuerpo, lo que puede provenir de los sentimientos del personaje que estás interpretando. Hay que pensar en todo eso y tomar conciencia y para eso te tienen que ayudar porque también se puede perder la voz por tensiones acumuladas, no siempre por una mala técnica. Todas estas personas son mi equipo de ángeles. Y además en cada producción los regidores, el director, el coro, que aquí son maravillosos y José Luis Basso, su director, que me conoce desde que casi era una niña en el Opéra Studio de París que aún no sabía cantar. Uno nunca va solo en esta carrera y eso te ayuda.
P. ¿Vuelve a Guatemala a cantar alguna vez?
R. Es difícil por muchas razones, tanto logísticas como de producción, como de escasez de tiempo. Pero he vuelto con mi marido y hemos organizado un programa de becas en mi universidad para cuatro estudiantes de canto, que muchas veces dejan de estudiar para trabajar y entonces se trunca su carrera porque no pueden seguir. Les vamos a acompañar hasta que terminen la Universidad. Hay mucho más que hacer pero soy muy joven y tengo que hacer mi carrera para también ayudar a los demás.
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