Esperaba encontrar una película medio trascendental y vi una de las historias más entretenidas y rocambolescas del año. La cuidada recreación de la votación de un nuevo papa en un cónclave lleno de misterios y conspiraciones convierte al espectador en un devoto que espera conocer quién será su nuevo Santo Padre. Hay investigación y misterios en la casa del misterio, y un derroche de pecados capitales en la sede que los cura. Tras una innumerable lista de giros de guión, se le caerá la mandíbula al suelo con los cinco últimos minutos de metraje. A algunos, como siempre, les ofenderá.
La premisa es clara, muere un papa y hay que escoger a su sucesor. Para tal fin, un centenar de cardenales llegados de todo el mundo se reúnen en Roma. La parafernalia organizativa sirve para mostrar la sensibilidad pictórica del director con planos con una deslumbrante puesta en escena. Todo el colorido de la pompa cardenalicia, la arquitectura vaticana con planos detalles de las pinturas de Miguel Ángel en la Capilla sixtina, y birretes sobre capas carmesí cortando el mármol de Bernini.
El cardenal decano tiene el deber de organizar el evento pero el clima tóxico le obliga a convertirse en un investigador. La podríamos considerar un juego de escenario único si damos por bueno el complejo vaticano como una estancia. Berger crea la tensión necesaria para que el espectador desee conocer el resultado de la elección con una densa suspicacia que se palpa en la mirada de cada personaje. “Había perdido la fe en la Iglesia”, se escucha a los pocos minutos de comenzar. Los personajes encerrados, deliberan y deliberan sin lograr una mayoría absoluta. La destrucción del anillo del antiguo papa, sus casullas en el armario, los sellos lacrados bloqueando la habitación del difunto papa... envuelven un clima de tensión que hacen del momento Ayuso-Casado o el Lobato-PSOE un parque de atracciones.
En el comedor vemos las afinidades geográficas, entre las que se acaba imponiendo el idioma como elemento crucial en la conformación de grupos. Aunque la verdadera fuerza que marcará la elección y se desarrollará a lo largo de la trama terminará siendo la ideología. La polarización del mundo terrenal traspasa las gruesas puertas de los palacios y divide el voto entre un puñado de candidatos. El enfoque racial entra en juego, ¿estaremos ante la elección del primer papa negro de la historia? Pero el cisma es el de una Iglesia más progresista o un retorno a la era previa al Concilio Vaticano II.
Los cebos de la historia son una sucesión de cajas sorpresas que el guionista entierra a modo de minas para enmarañar la historia. Llegado un punto, el director se desboca y suelta toda la traca final con un cañonazo casi literal en mitad de la Capilla Sixtina. Entonces el espectador solo se arrepiente de haber traído un rosario y no un saco de palomitas.
La verosimilitud del filme se estaba tambaleando en este punto cuando un nuevo volantazo expulsará definitivamente a muchos de los espectadores. Pero en la sala se sabe que queda poco y que los cardenales nos tienen que contar a quién han escogido. Es ahora cuando los discursos políticos son los auténticos protagonistas, también el elemento que más chirría en estas dos horas de entretenimiento. Después de tantos elementos sorpresivos y giros de guion será un zoom in a la perorata de uno de los protagonistas lo que termina de sacar al espectador de la historia.
La última curva, la más pronunciada y arriesgada, con la que el director esperaba un respingo de emoción, en mi sala provocó varias risas. Realmente no creo que nadie en todo el orbe pueda acercarse a la resolución de la historia.
Si usted es de aquellos que percibe inclusión forzada en Marvel, Disney, Netflix y hasta en la corrida de toros de Telemadrid, le advierto que va a salir cabreado. La Sirenita negra es un juego de niños frente a este nuevo récord. Imagino a los responsables de la productora cruzando los dedos, o mejor, rezando varios padrenuestros para que a alguien del Vaticano se le ocurra criticarla provocando un nuevo efecto Streisand.
Cónclave se estrena este viernes 20 de diciembre, con el paisaje actual resultaría extraño que antes de Nochevieja no haya salido alguna asociación de pieles sensibles, aquellas que malgastan su tiempo en fetuas cristianas, llamando al boicot del filme o directamente denunciándolo por ofensa a los sentimientos religiosos.