Aparecen por primera vez en castellano las cartas que sostuvieron durante años Thomas Bernhard, dramaturgo y renovador de la narrativa en alemán, y Siegfried Unseld, editor y director de la prestigiosa editorial Suhrkamp, quien durante décadas animó la vida literaria alemana y tuvo relación con autores como Bertolt Brecht, Hermann Hesse, Max Frisch, Günter Grass o Rainer Maria Rilke.
El volumen, titulado Correspondencia (1961-1988), reúne un total de 500 cartas seleccionadas y traducidas del aleman al español por Miguel Sáenz. La selección que publica la editorial barcelonesa Complices es una versión reducida de la edición original publicada en 2009 por Suhrkamp Verlag para dejar constancia de la relación “especial” y “personal”, prácticamente de amor odio, entre el editor y el autor de El origen y El sótano.
El tono de la correspondencia entre ambos tiene grandes sobresaltos anímicos, arrebatos que están a mitad de camino entre el desprecio y la avidez, y que se transmiten en la prosa de las cartas y postales publicadas. “Un autor es alguien absolutamente lamentable y ridículo y, bien visto, un editor también”, escribe Bernhard en noviembre de 1967 a Siegfried Unseld, con quien sostuvo una relación de más de casi 30 años interrumpida en varias ocasiones.
Bernhard es autor de una obra que incluye 19 novelas, 17 obras teatrales y poesía. En su calidad de testigo de la historia reciente y de su país, Austria, al que le unía una relación de amor-odio amarga y descarnada, su saga autobiográfica (El origen, El sótano, El aliento, El frío y Un niño) revela a un ser humano humano doliente y hermético.
Según la crítica, más que una compilación epistolar entre dos de las grandes figuras del siglo XX alemán -que lo es-, Correspondencia es un libro acerca de las fluctuaciones de la amistad a través del tiempo y del espacio. Bernhard remite cartas desde su casa en Ohlsdorf, desde Viena, Palma de Mallorca o, en 1985, el hotel Plaza de Madrid. Unseld responde desde Fráncfort del Meno, sede de Suhrkamp, pero también de Dubróvnik, Salzburgo, Zúrich o Albufeira.
Permanece patente a lo largo de libro, el apoyo incondicional del editor a Berhhard durante décadas, una solidaridad que superó desagradables episodios como la la decisión del escritor de vender en los setenta a la salzburguesa Residenzverlag su célebre serie de relatos autobiográficos.
De esa controversia hay material en Correspondencia, como de otras sonadas polémicas del levantisco Bernhard: de sus encontronazos con los festivales de Salzburgo al secuestro judicial de su novela Tala en Austria en 1984; de su perpetuo choque con la crítica al enorme escándalo que supuso en la Viena de 1988 el estreno de Heldenplatz, última obra dramática, en la que reporchaba a los austríacos el júbilo con que recibieron a Hitler.
En el desagradable torbellino de la última provocación llega lo inevitable. En noviembre de 1988, tres meses antes de la muerte de Bernhard, Unseld gira un telegrama, el último, en el que escribe en minúsculas: “Para mí no solo se ha alcanzado un límite doloroso sino que se ha traspasado (…). no puedo más”. A lo que el escritor responde: “Bórreme de su editorial y de su memoria”.