Nos dejan los valientes, los grandes, los que supieron desde muy pronto leer en los signos de su tiempo. Él fue uno de ellos. Se trata del escritor chileno Pedro Lemebel, quien en la sociedad conservadora secuestrada por el pinochetismo, impuso su mirada contestataria. La noticia de su muerte este viernes en una clínica de Santiago, a los 62 años, ha tomado por sorpresa al mundo literario. Un cáncer de laringe ha silenciado a la voz más bella, la que nos enseñó que desafinar también es un acto estético.
Adoptó el apellido de su madre como compromiso hacia lo femenino. A principios de la década de los ochenta entabla relación creativa y activista con el círculo de escritoras feministas, ligadas a la izquierda y a la resistencia contra la dictadura impuesta por el Régimen de Pinochet: Pía Barros, Raquel Olea, Diamela Eltit y Nelly Richard. Sin embargo, su abierta postura homosexual no fue aceptada por algunos miembros de dichos grupos de izquierda.
Marginal, siempre. Así fue Lemebel. La crónica como género ha tenido una catedral a la oralidad en sus libros.
Marginal, siempre. Así fue Lemebel. A él le debemos páginas magníficas del mejor periodismo y la mejor literatura. La crónica como género ha tenido una catedral a la oralidad en sus libros y aunque él insiste que se trataba de una novela, algo de ese mestizaje literario aparece en su Tengo miedo torero, en cuyas páginas Lemebel cuenta una historia de amor en el Santiago del 86, el año del atentado a Pinochet.
Un muchacho del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que va a participar la acción, vive una relación sentimental con un chico gay. Pero la acción fracasa y acaba también la relación. En el escenario del año que” pudo ser decisivo pero no lo fue”, en el que se mueven una serie de personajes entre lo carnavalesco y lo desolador, ese universo que Lemebel supo utilizar a conciencia.
Ganador del Premio Iberoamericano de las Letras "José Donoso" en 2013, Lemebel publicó en 1995 La esquina es mi corazón, su primera recopilación de crónicas urbanas, a las que luego se sumaron Loco afán: Crónicas de sidario (1996), De perlas y cicatrices (1998), Zanjón de la Aguada (2003), Adiós mariquita linda (2004), Serenata Cafiola (2008), Háblame de amores (2012) y la antología Poco Hombre (2013).
"No soy Pasolini pidiendo explicaciones/ No soy Ginsberg expulsado de Cuba/ No soy un marica disfrazado de poeta..."
También volcado en el performance y las artes plásticas, Lemebel ha supuesto una figura de síntesis. Expuso su trabajo plástico en Buenos Aires, Nueva York, Sao Paulo también en el Museo Reina Sofía de Madrid, en cuya colección se encuentra Hablo por mi diferencia,manifiesto leído en público por vez primera en 1986, en la estación de ferrocarril Mapocho de Santiago de Chile, mientras se celebraba una reunión clandestina de disidentes izquierdistas. Para su lectura, el propio Lemebel vestía unos zapatos de tacón, que llegaron a convertirse en un elemento natural de sus performances.
"No soy Pasolini pidiendo explicaciones/ No soy Ginsberg expulsado de Cuba/ No soy un marica disfrazado de poeta/ No necesito disfraz/ Aquí está mi cara/ Hablo por mi diferencia", dice Lemebel en su Manifiesto (Hablo por mi diferencia), escrito en 1986. Y no, en efecto… no era Ginsgberg ni Pasolini, era todo eso junto y mezclado, furioso como una yegua que echa a correr en medio de una sabana.