Vivimos en la era de los remakes, reboots, secuelas, precuelas y demás inventos para estirar el chicle, tratar de fidelizar al espectador más joven y, en todo caso, hacer caja. Es difícil no ver en la cartelera de los estrenos cinematográficos uno de estos sucedáneos. Sin ir más lejos, desde el pasado 15 de noviembre, se han estrenado sucesivamente semana tras semana tres de las películas más esperadas de esta segunda parte del año que, casualmente, entran en esta categoría: Gladiator 2, Wicked (la precuela de El mago de Oz) y, este fin de semana, Vaiana 2. Eso sí, con diferentes resultados, ya que algunos marcan un antes y un después en el riesgo y la buena factura, pero otras parecen pensadas para el olvido. En este segundo caso se sitúa la cinta de animación de Disney, tan correcta y amena como predecible y prescindible.
John Musker y Rom Clements, directores de hitos e Disney como La sirenita (1989), Aladdin (1992) o Hércules (1997), fueron responsables de la historia y de la dirección de la primera parte, estrenada en 2016, en la que una joven Vaiana siente el deseo de vivir aventuras y explorar el mundo más allá de las fronteras marítimas naturales de la isla que tanto teme su pueblo. La música, los personajes y el protagonismo de una joven, en línea con el creciente recurso de princesas independientes del estudio, fueron algunos de los puntos fuertes de esta ficción, en la que Dwayne Johnson prestó su voz para uno de los personajes principales.
En esta ocasión, la dirección se encuentra en manos de David G. Derrick Jr., Jason Hand, Dana Ledoux Miller, de los cuales al menos el segundo posee experiencia en animación con Encanto (2021). En esta segunda parte, la protagonista se ha convertido en líder de su comunidad y, tras una llamada inesperada de sus antepasados, decide viajar en busca de nuevos territorios en el Océano Pacífico. De nuevo Dwayne Johnson presta su voz, además de ser productor ejecutivo, mientras que Auli'i Cravalho vuelve a ser Vaiana en esta película, que llega a los cines este viernes.
Ni alma ni gancho
Si bien la música vuelve a estar en manos del mismo equipo, salvo alguna variación, el resultado no destaca ni por su originalidad ni tampoco por la épica ni la emoción que sí tenía la principal canción (How far I'll go, en inglés, o Que hay más allá, en español), más dinámica y conmovedora que cualquier otro intento de esta segunda parte, en la que los números musicales no tienen ni alma ni gancho.
Sin embargo, Vaiana 2 adolece en realidad de aquello que destacó su predecesora, en la que se presentó a una joven princesa que define su propio rumbo, y cuya continuidad cabía en esta segunda parte en la que, sin embargo, el guion se limita a presentar una aventura con varios protagonistas y huye de profundizar en las motivaciones e intereses de esta joven ahora convertida en líder de su pueblo. Los responsables de esta película, pues, parecen más preocupados por confeccionar un equipo de aventureros a prueba de inquisidores que en imaginar una epopeya más intensa, a la altura de la belleza de sus imágenes y de la fuerza de su protagonista. Las aventuras dejarán más o menos satisfecho tanto al pequeño como al gran espectador, pero no potenciarán un boca a boca como el que ha suscitado la reciente Robot salvaje.
El cine parece instalado en la nostalgia y las repeticiones han dejado de ser una excepción para convertirse en la norma, algo de lo que no se han librado Disney ni su estudio Pixar. Da la sensación de que existe un miedo feroz a lo original, a la novedad y, por tanto, a los riesgos que lleva aparejada la apuesta por lo desconocido. El resultado es a menudo algo uniforme y homogéneo, demasiado parecido a lo que vemos en otras películas, que funciona correctamente y cumple con su cometido -entretener y emocionar- pero que no guarda el menor interés por cambiar al espectador. Al mismo tiempo, los nuevos públicos se están acostumbrando a transitar por caminos de sobra conocidos y a veces resulta complicado encontrar una propuesta destinada a deslumbrar a mayores y pequeños, en el caso del cine familiar. Un niño nacido, por ejemplo, en 2018, ya habrá visto en su corta vida cinéfila algunas obras de animación notables (Robot dreams, Robot Salvaje o Buffalo Kids, por citar algunos ejemplos recientes) pero habrá asistido al mismo tiempo a una cantidad ingente de secuelas que, independientemente de su calidad (Del revés 2, Tadeo Jones, la Sirenita de carne y hueso o El gato con botas, por hablar de algunas), no abrirán nuevos universos capaces de saciar el hambre por nuevas historias.