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Mejor acceso Internet, personas mejor desarrolladas

Merche salió de fin de semana a la capital. A Madrid. Dejó su pueblo, sito en León, y tomó el autobús de línea. Después de ese fin de semana, tomó

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Merche salió de fin de semana a la capital. A Madrid. Dejó su pueblo, sito en León, y tomó el autobús de línea. Después de ese fin de semana, tomó el autobús de vuelta. Pensó en el miedo a que le robaran el móvil cuando se lo dejó a una persona para que le hiciese una foto en el parque de El Retiro. Estaba segura de que se lo iba a robar. Y cuando vio a aquellos dos chicos, de la mano, pararse frente a un árbol y darse un beso de tornillo. Y qué decir de ese grupo de musulmanes del barrio de Lavapiés. Seguro que no tramaban nada bueno.

Al día siguiente al llegar a clase tras recorrer los 30 kilómetros en autobús que la separan del núcleo urbano más grande, le contó a sus compañeras su experiencia, pero no le hicieron demasiado caso. Estaban hablando de Given. Un documental protagonizado por dos surferos que se llevan a sus hijos a dar la vuelta al mundo para que vean otras culturas y formas de vivir. Otros países y personas.

Merche ni lo ha visto ni lo podrá ver. En el pueblo no hay fibra. Internet llega a duras penas. No permite ver vídeos. Ni siquiera, en ocasiones, navegar con fluidez. Por si fuera poco no es posible tener tarifa plana a un precio razonable.

Es cierto que Internet, mal utilizado, es una puerta al mal, a la deconstrucción de las personas, pero también lo es al bien, a la construcción de mejores seres humanos. Sobre la mesa no está el juicio a una u otra elección, sino a tener la posibilidad de elegir. Y eso debería ser universal

Internet limita el acceso a la cultura. Es algo capital en determinadas zonas del país, o del planeta, que por su orografía no poseen una conectividad de calidad, pero no se ponen cartas en el asunto. El desarrollo personal está ligado al conocimiento, a la cultura, una puerta que antes abría un bibliotecario y que ahora lo hace un ratón de ordenador.

Es algo que ha puesto de relieve, por citar algún estudio, el realizado por el Departamento de Antropología Social, Universidad de Estocolmo, bajo el título Internet como herramienta para el desarrollo social

El otro día la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) se hacía eco de que, por primera vez en España, el número de conexiones de fibra óptica superaba por primera vez a las de ADSL en España. Los operadores más grandes (Movistar, Vodafone, Orange y MásMóvil) ya están cerrando centrales con esta tecnología, pero no se cerrarán todas: los pueblos no tienen fibra óptica, de hecho 2.700 municipios no tienen ni si quiera telefonía móvil. Siguen accediendo a Internet con el tradicional -y obsoleto- cable de par de cobre. Ya saben, el que pendía de los arcaicos teléfonos que muchos hemos visto en casa de nuestros abuelos.

Es cierto que Internet, mal utilizado, es una puerta al mal, a la deconstrucción de las personas, pero también lo es al bien, a la construcción de mejores seres humanos. Sobre la mesa no está el juicio a una u otra elección, sino a tener la posibilidad de elegir. Y eso debería ser universal.

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