El azúcar en sangre, conocido médicamente como glucosa en sangre, es un elemento fundamental para el funcionamiento del cuerpo humano. Es la principal fuente de energía para las células y se encuentra regulado por un complejo sistema hormonal que asegura que sus niveles se mantengan dentro de un rango saludable. Cuando este equilibrio se rompe, pueden surgir complicaciones graves, siendo la diabetes una de las más comunes. Esta enfermedad crónica afecta la capacidad del cuerpo para gestionar la glucosa, lo que puede derivar en hiperglucemia (niveles altos) o hipoglucemia (niveles bajos) con consecuencias potencialmente graves para la salud.
En España, la diabetes representa un desafío de salud pública de gran magnitud. Según datos recientes de la Sociedad Española de Diabetes (SED), cerca del 14% de la población adulta padece esta enfermedad, aunque aproximadamente la mitad de ellos no ha sido diagnosticada. El control adecuado de los niveles de azúcar en sangre es esencial para prevenir complicaciones asociadas, como enfermedades cardiovasculares, daño renal o neuropatías. Además de la insulina, otras hormonas como el glucagón y la amilina desempeñan un papel crucial en este proceso, actuando como reguladoras para mantener el equilibrio de la glucosa.
Glucagón y amilina: importantísimas para nuestra salud circulatoria
Como decimos, hay una gran cantidad de hormonas que ayudan a regular la cantidad de azúcar en nuestra sangre. Pero, como recoge el portal científico de la Universidad de California, Diabetes Education Online, cabe destacar a dos en concreto que son de vital importancia: el glucagón y la amilina.
- Glucagón: fabricado por las células de los islotes (células alfa) en el páncreas, controla la producción de glucosa y otro 'combustible', las cetonas, en el hígado. Esta hormona se libera durante la noche y entre las comidas y es importante para mantener el equilibrio entre el azúcar del cuerpo y el combustible. El glucagón cumple una importante función al indicarle al hígado que descomponga sus depósitos de almidón o glucógeno y ayuda a formar nuevas unidades de glucosa y cuerpos cetónicos desde otras sustancias. Además, también promueve la descomposición de la grasa en las células grasas.
- Amilina: se libera junto con la insulina desde las células beta y tiene prácticamente el mismo efecto que el GLP-1 (péptido similar al glucagón tipo 1). Esta hormona ayuda a disminuir los niveles de glucagón, desacelerar la velocidad a la que se vacía la comida del estómago, y hace que el cerebro sienta que comió una comida que lo llenó y satisfizo. Hay que destacar que una caída en el glucagón disminuye la producción de glucosa del hígado. En definitiva, el efecto total de estas hormonas es reducir la producción de azúcar por parte del hígado durante una comida para evitar que suba demasiado.
En conclusión, son varias las hormonas, aparte de la insulina, las que ayudan a equilibrar y regular los niveles de glucosa en el corriente sanguíneo, siendo estas dos últimas algunas de las de mayor importancia. Igualmente, lo mejor será siempre tener unos buenos hábitos alimenticios y vitales (ejercicio físico y movimiento) para evitar tener subidones en nuestra sangre y poder prevenir enfermedades como la diabetes.