Unos dientes sanos y fuertes y una sonrisa impecable son sin duda una de las mejores cartas de presentación de cualquier persona. Por eso, es imprescindible cuidarlos y prestarles la atención que necesitan cuando empiezan a saltar pequeñas señales que deben ponernos en alerta para saber si hay algo que no va bien. Precisamente, el estrés y la ansiedad son dos de los factores que pueden afectar a nuestra dentadura. ¿Sabes por qué?
En muchas ocasiones no prestamos la atención que se merece a situaciones o picos de estrés y esto es un gran error. De hecho, 9 de cada 10 ciudadanos ha sentido estrés en el último año y cuatro de cada 10 lo han sufrido de manera continuada, según el estudio de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés.
Nuestro cuerpo puede reaccionar de muchas formas diferentes cuando siente esa presión y la salud se ve perjudicada. Podemos sudar más de la cuenta, tener dolor de estómago o problemas digestivos y en casos más extremos sufrir presión en el pecho o situaciones de ansiedad que pueden llevarnos a tener que acudir a un médico.
El estrés está considerado como un factor de riesgo frente a diferentes patologías bucodentales, como el bruxismo, enfermedades periodontales o incluso caries. La razón es que al presionar los dientes de la parte superior con los de la parte inferior de la boca, se genera una gran fricción, lo que provoca un mayor desgaste de la dentina y aumenta las posibilidades de que se produzca alguna lesión de los mismos.
Lo ideal es visitar al dentista cada seis meses para que haga una revisión completa y nos advierta de esos pequeños síntomas que si se pillan a tiempo pueden ser solventados con mayor facilidad. Es importante tener una buena higiene diaria de la dentadura y la boca y hacernos limpiezas profesionales al menos una vez al año.
Además, debemos ir a la causa, es decir, si te sientes estresado, consulta a un especialista que te facilite las pautas para combatirlo. La meditación, las técnicas de respiración consciente y de relajación son buenos métodos para afrontar la vida de otra manera.
Bruxismo: estrés en tus dientes
Una de las señales que nos indican que estamos estresados es apretar o rechinar los dientes de manera involuntaria. Según explica el Dr. Kasem de la clínica Impress, “la mayoría de las personas no se dan cuenta de que lo hacen, ya que suele ocurrir durante la noche, cuando el resto del cuerpo está relajado y durmiendo”.
A veces, puede ser la pareja de un afectado por este problema la primera en darse cuenta de esto, ya que es probable que se despierten, pero en algunos casos son los otros efectos secundarios del rechinar de dientes los que ofrecen las señales reveladoras.
El bruxismo puede tener diferentes causas como cambios en la mordida, unos dientes torcidos, trastornos del sueño o estrés. La tensión de todos los músculos de la mandíbula e incluso de la frente puede aparecer de manera repentina y sus signos pueden ser muy visibles, ya que puede provocar un aplanamiento del borde de los dientes, un desgaste del esmalte y hasta pequeñas fisuras en la lengua. Incluso puede provocar problemas para dormir del tirón durante toda la noche y dolores de cabeza habituales. La mejor solución es utilizar una férula durante la noche que evita el avance del problema y el dolor dental.
Más caries e incómodas aftas
Una situación de estrés que se alarga en el tiempo puede hacer que nuestro sistema inmunológico se debilite. Esto puede provocar diferentes problemas en nuestra salud, que nos sintamos fatigados a todas horas, que durmamos peor y hasta que aparezcan enfermedades dentales. El estrés hace que aumente la saliva que producimos y esto provoca a modo de cadena un desequilibrio en el PH, erosión del esmalte y, por lo tanto, la aparición de caries, que se ve agravada por una mala alimentación que puede llevarse en esos momentos estresantes.
De manera paradójica, en algunas personas el estrés provoca que se seque la boca, algo que se conoce como xerostomía, y se da cuando no se produce suficiente saliva. Esto sucede sobre todo por la noche. Es importante si notamos esto que bebamos mucha agua y utilizar un enjuague bucal siempre sin alcohol.
Al debilitarse el sistema inmunológico pueden aparecer herpes labiales, producidos por un virus que habita en los nervios faciales, y también aftas (heridas blancas en encías), causadas por bacterias ante una bajada de las defensas.
¿Te muerdes las uñas?
Ese gesto que parece no tener demasiada importancia, es un síntoma claro de que estamos estresados o pasando por un periodo de mayor nerviosismo. Morderse las uñas puede tener consecuencias muy graves para la boca, ya que los gérmenes de las manos pueden transferirse directamente a tu lengua y garganta, provocando la aparición de infecciones orales o permitiendo que otras bacterias entren en nuestro organismo.
No hay trucos milagrosos para quitarse esta manía, pero puedes probar a usar algún producto adecuado para no hacerlo o utilizar una pelota antiestrés cada vez que te vengan ganas de morderte las uñas.
La meditación ayuda a desestresar tu mente y a vivir rodeado de pensamientos más positivos que harán que toda tu vida mejore notablemente. Lo principal es identificar qué hace que te estés mordiendo las uñas si nunca antes lo has hecho y si es necesario, pide ayuda a algún psicólogo o terapeuta.
De la halitosis a la gingivitis
El estrés favorece también la aparición de otras enfermedades que pueden ser graves. Puede provocar sangrado de encías (la enfermedad es la gingivitis) y molestias en esa parte de la boca que puede solucionarse con una buena limpieza de encías. Además, el dolor de dientes puede estar asociado a una periodontitis, también llamada enfermedad de las encías, ya que daña el tejido blando y sin un tratamiento adecuado, puede destruir el hueso que sostiene los dientes y provocar incluso la pérdida de piezas.
Otro signo común de estrés es el trastorno temporomandibular o trastorno de dolor miofascial, que, según explican en Adeslas, “presenta como síntomas clics o ruidos en la articulación de la mandíbula y dolor al abrir la boca”. Un momento de ansiedad puede hacer incluso que los ácidos estomacales se acumulen, lo que puede llegar a provocar reflujo ácido y, en consecuencia, puede aparecer mal aliento o halitosis.