El Rayo Vallecano Femenino ha desatado un nuevo encontronazo entre la afición y el presidente, Raúl Martín Presa. Frente al Mallorca el pasado lunes, la afición mostró un mensaje que repetía lo que ya se dijo de forma escrita desde el graderío de la Ciudad Deportiva el domingo. "Respeto y dignidad para el femenino". El estadio fue unánime, en pie aplaudiendo la pancarta y dando, una vez más, la espalda al propietario de la entidad, cuya popularidad, que nunca ha sido alta, ahora está más denostada que nunca.
Según ha podido comprobar Vozpópuli, la versión defendida por la plantilla tiene ciertos puntos que no son tal y como ellas lo han contado. Hemos accedido a documentación del club y hay ciertos detalles, como que haya 12 jugadoras con un alquiler comprometido con la entidad, que son falsos. Tan solo hay dos jugadoras que tienen este compromiso en el contrato que firmaron con la entidad para la presente temporada: la japonesa Yoko Tanaka y la brasileña Milene.
Desde el club señalan a Adrián Nombela, exdirector financiero, como autor de esta y otras irregularidades financieras. Según ha podido comprobar Vozpópuli, él se encargaba de firmar a título personal y a espaldas de la entidad contratos de arrendamiento con las jugadoras que no tenían esa cláusula en el acuerdo que firmaron. De hecho, en dichos contratos, no existe la firma de Raúl Martín Presa, la única persona, según cuentan desde el Rayo, con poderes para firmar documentos en nombre del Rayo Vallecano. En los contratos de las jugadoras sí figura su firma y DNI.
Desde el club señalan a Adrián Nombela, exdirector financiero, como autor de esta y otras irregularidades financieras. Según ha podido comprobar Vozpópuli, él se encargaba de firmar a título personal y a espaldas del Rayo contratos de arrendamiento con las jugadoras
Desde el Rayo Vallecano creen que Nombela no tenía presupuesto para poder pagar de su bolsillo los alquileres de las futbolistas, por lo que la entidad ya se ha puesto en manos de unos auditores para revisar las cuentas y averiguar si el exdirector financiero ha desviado fondos del club para este y otros fines.
La entidad también señala a Nombela porque inflaba los contratos de algunas futbolistas. Según las pesquisas que ha hecho el Rayo, algunas futbolistas acordaban y firmaban con Raúl Martín Presa unos emolumentos y el exdirector financiero, después, hacia un duplicado del contrato en el que introducía un salario bruto superior, a petición de ellas. Esta nómina se trasladaba desde la dirección financiera hasta contabilidad, donde se abonaban los pagos a las jugadoras.
Al conocer estas presuntas irregularidades, según la versión de la entidad, el Rayo Vallecano quiso despedir a Nombela, que exigió una indemnización por despido. Cuando el exdirector financiero supo que la directiva estaba al corriente de sus actos, este cambió su estrategia: renunció y se marchó. Las pesquisas del club creen con firmeza que este trabajador estaba, de alguna manera, siendo extorsionado por algunas jugadoras para recibir un trato de favor.
Nombela tenía un trato cercano con las jugadoras, ya que además de ser la persona responsable de la dirección económica del club, también hacía labores de delegado de campo en los partidos del Rayo Femenino, tal y como nos confirman otras fuentes, que también nos aseguran que Nombela era un "alma mater" del club.
Estas mismas fuentes señalan que el exdirector financiero lo que hacía era cumplir con el compromiso inicial del club, ya que los pisos prometidos a estas jugadoras sí estaban incluidos en las ofertas que inicialmente realizaba el Rayo Vallecano para convencerlas de fichar por el equipo franjirrojo. Después, en el contrato, esta cláusula no figuraba. Nombela se encargaba, según nos cuentan estas otras fuentes, de apaciguar las aguas dándoles un piso y cumpliendo con el compromiso que el club, finalmente, no incluía en los contratos, fechados a 28 de agosto, a una semana del inicio de la Liga Iberdrola, tras la intervención de Inspección de Trabajo.
Niegan haber infringido el plan de riesgos laborales
La AFE, tras el choque de Camila Sáez con una jugadora del Athletic, aseguró que denunciaría al Rayo Vallecano por infringir la ley de derechos laborales. El club asegura que en ningún momento eso ha sido así y sostiene su argumentación en base al artículo 104 del reglamento de la Real Federación Española de Fútbol. Este dice que tan solo los equipos de Primera, Segunda y 2ªB (primera y segunda RFEF ahora) deberán "contratar los servicios de un médico que, adscrito a su plantilla, tendrá como funciones específicas, además de las que se le pudieran exigir por parte del club, estar presente y de servicio durante el transcurso de los partidos y entrenamientos, y asumir las responsabilidades concernientes al control antidopaje."
El club asegura que en ningún momento ha infringido el plan de riesgos laborales y sostiene su argumentación en base al artículo 104 del reglamento de la Real Federación Española de Fútbol.
Pese a que la normativa RFEF no exige al Rayo tener un médico, la entidad cuenta, para los entrenamientos, con el médico oficial del club, el doctor Beceiro, el mismo que asiste a los jugadores del primer equipo y está presente durante los partidos de LaLiga Santander. Este, durante su horario laboral, está de guardia para atender cualquier lesión que se pueda dar en las distintas plantillas que se ponen la camiseta franjirroja.
Por otro lado, para los partidos, se contrata, a razón de 2.200 euros al mes según ha podido comprobar Vozpópuli, una ambulancia medicalizada con un médico, el doctor Alfonso León, además de dos enfermeros. Esto no ocurre en los partidos de fuera, donde no acude ningún médico con la expedición rayista. Aunque fueron los médicos del Athletic los que atendieron a Camila Sáez en primera instancia (la acción ocurrió delante del banquillo visitante), fueron los sanitarios de la ambulancia quienes se encargaron de examinar a la jugadora para aprobar su traslado al hospital.
Así son las instalaciones del Rayo Femenino
En nuestra visita a la Ciudad Deportiva para comprobar la veracidad de la versión esgrimida por el club, hicimos un tour por las instalaciones, 'bunkerizadas' tras el coronavirus. Lo hicimos para conocer el estado en el que entrenan las jugadoras del Rayo Femenino. La entidad, como ya contamos en Vozpópuli, ha dividido la Ciudad Deportiva en dos partes: una para el primer equipo y otra para el resto de plantillas. Accedimos por la puerta a través de la cual ellas acceden desde la calle, ya que no las dejan aparcar en el interior desde que nació el covid salvo cuando juegan de visitantes.
Descendimos por la pasarela que accede a todos los vestuarios disponibles para la cantera y el femenino. El de ellas es siempre el mismo, aunque no tiene ningún privilegio respecto al resto de estancias. El único que tiene más servicios es el vestuario del primer equipo.
Esta cuenta con duchas, unos baños y unos bancos para cambiarse los días de partido y entrenamiento. Justo delante de una puerta, unas jaulas protegen el material del que disponen para entrenar. En un espacio de dos metros cúbicos, encontramos una veintena de balones, conos, vallas y un par de mancuernas. A ello se suman cuatro sistemas de entrenamiento en suspensión TRX para ejercicios de fuerza anclados a las paredes del pasillo, que según la marca que los comercializa (Decathlon), son para uso personal, no profesional. Cualquiera que haya jugado en un equipo de fútbol, sabrá que se trata del mismo material que tiene cualquier equipo amateur.
Después, comprobamos que el Rayo Vallecano ha puesto una valla metálica para separar el campo de césped natural donde entrena el primer equipo de los otros cuatro terrenos de juego, de césped artificial, donde entrenan y juegan el resto de equipos. Los vestuarios que hay en esa zona, que antes eran para el primer equipo y el Rayo B, ahora son ambos del primer equipo. La bunkerización es, a priori, absoluta.
Preguntamos al club si este aislamiento de los futbolistas del primer equipo no es excesivo, dado que en la Ciudad Deportiva tan solo están tres o cuatro horas. La respuesta fue que ellos piden a los jugadores que salgan lo mínimo posible de su burbuja. La ironía hizo que la misma noche del día que visité la Ciudad Deportiva, me encontrase a un jugador del primer equipo en un atestado bar de la calle Ponzano, que a priori resulta más peligroso que compartir, en horas alternas, una estancia como es el gimnasio con las jugadoras.
Todo esto seguramente cambie si se consolida lo que las jugadoras exigen al Gobierno a través del CSD: la profesionalización del fútbol femenino, para que las condiciones laborales se equiparen a las del fútbol de élite masculino y no a las de competiciones no profesionales.