Es una de las principales razones del desequilibrio de la balanza comercial española. En 2012, España destinó una cifra sin precedentes, casi 62.000 millones de euros a pagar su factura energética, la principal partida de sus compras al exterior, y lo hizo en buena parte por el fuerte encarecimiento de las importaciones de gas natural.
En un año en el que la demanda total de gas en España descendió un 2,8% con respecto a 2011, por la crisis que atraviesan los ciclos combinados (centrales que producen electricidad con este combustible), el coste medio de aprovisionamiento de gas natural fue de 27,15 euros por megavatio/hora, lo que supone un 19,1% más que en el ejercicio anterior y un importe inédito hasta ahora. En sólo dos años, esta magnitud ha registrado un incremento del 47%.
Son cifras a partir de los datos publicados por la Comisión Nacional de la Energía (CNE) basándose en las estadísticas de comercio exterior de Aduanas. El regulador energético subraya que el coste de aprovisionamiento de gas natural en frontera española aumentó en diciembre un 5,29% respecto al mes anterior. “Respecto al valor de julio de 2009 (14,03 €/MWh), el coste del aprovisionamiento para el mes de diciembre de 2012 (27,10 €/MWh) acumula ya un incremento del 93%”, subraya el organismo.
Los datos de la CNE corresponden al coste declarado en la aduana española. Por lo tanto, reflejan el coste de aprovisionamiento de los comercializadores de gas que operan en España, que en su mayor parte se realiza a través de contratos a largo plazo con los países productores, y con fórmulas de precios relacionadas con la cotización del petróleo en los mercados internacionales (además del tipo de cambio euro/dólar).
La subida de los precios, por tanto, se debe principalmente al encarecimiento del petróleo, a cuya evolución están indexados la mayoría de contratos de gas en España, pese a que, desde hace tiempo, los precios de ambas materias primas caminan por libre en algunas regiones del planeta.
Estas magnitudes contribuyeron a que 2012 arrojase un déficit energético récord de 45.503 millones (un 4% del PIB). Un aluvión de recursos al exterior derivado en buena medida de la elevada factura en importaciones de gas natural, que ascendió a 11.822 millones de euros, un 12,4% más que un año antes y, de nuevo, una cifra sin precedentes.
Con estas cifras, el estrambótico consejo del ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, ducharse con agua fría con el fin de ahorrar energía, adquiere algo de lógica en un país con una dependencia energética de en torno al 80%, treinta puntos por encima de la media europea.
De momento, España es un secarral de petróleo y gas. Y sufre con el encarecimiento de estas materias primas. La escalada en el coste de aprovisionamiento del gas para España se intensificó a partir de mayo de 2011, dos meses después de la catástrofe nuclear de Fukushima, que obligó a Japón a prescindir temporalmente de su parque de centrales nucleares y a apostar por el gas para garantizar el suministro. El resultado es una subida acumulada del 34% en menos de dos años.
España ni se ha enterado de la revolución del shale gas en Estados Unidos, que ha propiciado un desplome de los precios de esa materia prima en ese país y ha modificado radicalmente su paradigma energético. El gas que se produce con profusión al otro lado del Atlántico gracias a esa técnica de extracción, tan polémica para muchos, no va a poder llegar al continente europeo hasta 2016, según calculan expertos del sector, una vez que estén en marcha los dos trenes de licuefacción que se proyectan en el país, ubicados en el Estado de Luisiana.