Mucho se ha escrito sobre Imelda Remedios Visitación Romuáldez Trinidad, más conocida como Imelda Marcos, mujer del que durante 21 años fuera presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos, y su pasión por los lujos excéntricos, entre ellos el de acumular pares y pares de zapatos que guardaba como oro en paño en el palacio presidencial de Manila. Tras la caída del régimen de Marcos en 1986, en sus aposentos se descubrió una colección de más de mil pares, un lujo que Imelda podía costearse fácilmente con los casi 35.000 millones de dólares que ella y su marido amasaron a costa de las penurias del pueblo filipino.
Aunque menos numerosa y menos conocida, da la casualidad de que acumular pares de zapatos es también la pasión secreta de Sofía de Grecia, hasta hace unos días reina titular de España. En efecto, en el ala de Zarzuela ocupada por la reina –la otra pertenece al espacio privado del Rey Juan Carlos, separadas ambas por el cuerpo central del palacete, plagado de despachos y oficinas- cientos de pares de zapatos se apilan en los armarios de las dependencias de 'la Señora', cientos de zapatos y miles de trajes y vestidos, piezas de ropa que se amontonaban sin mucho orden, más bien ninguno, al decir de los conocedores, porque una de las señas de identidad de Sofía de Grecia ha sido el absoluto desorden que ha presidido siempre sus aposentos.
De modo que tenían que ser las doncellas las que cada mañana se dedicaran en silencio a poner orden en la 'leonera' de la Reina, con prendas tiradas por los pasillos, zapatos aquí y allá… Su pasión era y es acumular cosas sin orden ni concierto, “y eso que ella ha sido siempre muy pesetera, que la fama se la lleva el rey pero ella es de la cofradía del puño”, asegura alguien que dice conocerla bien, que añade, “aunque yo destacaría como rasgo distintivo de la reina Sofía, que en mi opinión es una mujer de buen corazón, su falta de gusto para las cosas. Ella no tiene ni idea de lo que es bueno o malo –a la hora de comprar desde un vestido hasta una mesa de despacho, por ejemplo-, ni idea de lo que cuestan las cosas, ni gusto para comprarlas. Eso sí, todo lo que entraba se guardaba, aunque no sirviera para nada. Allí no se tiraba nada, ni el papel de envolver un simple regalo…”
Dicen quienes conocen un poco a esta enigmática mujer –porque lo que se dice bien, nadie ha terminado de conocer bien a una mujer que 52 años después de haberse casado con Juan Carlos de Borbón no ha hecho amigas/os conocidas/os y sigue teniendo problemas en el uso fluido del idioma español-, que ese afán de acumulación ha sido una especie de vía de escape psicológica a su soledad, tal vez el reflejo de la soledad de una mujer que en Zarzuela nunca se sintió ama de su casa, porque ni pinchaba ni cortaba entre unas paredes en las que ni siquiera recibía los buenos días por la mañana de su esposo, el rey de España.
Armarios y habitaciones atiborradas
Durante años la vida de la reina consistió en pasarse las mañanas hojeando periódicos, en compañía de su hermana Irene de Grecia, en torno a una mesa camilla instalada en un despachito silencioso con vistas a los jardines de Zarzuela, ajena a otra afición que no fuera esperar la llegada del viernes para, bien cargada de maletas de las que se surtía la familia de su hermano Constantino, rey depuesto de Grecia, viajar a Londres a pasar el fin de semana con su familia materna. Un estilo de vida que marcó, en opinión de los conocedores del entorno real, desde luego, la educación sentimental de los hijos, las infantas Elena y Cristina y el Príncipe Felipe.
Nadie sabe cuál es el futuro que espera a esta mujer que simplemente no ha sido feliz al lado del Rey Juan Carlos, si permanecerá en España, si se instalará en Palma de Mallorca, como sugieren algunos, o será Londres su destino definitivo, de la misma manera que tampoco se conoce el del rey recientemente abdicado. Nadie espera que, coronado ya Felipe VI, la pareja continúe compartiendo el mismo techo. Está por ver qué va a pasar con el palacio de La Zarzuela, y si Felipe y Letizia llegarán a ocuparlo pronto. “Lo que está claro”, continúan las fuentes, “es que como un día Juan Carlos y Sofía se decidan a hacer mudanza, la pareja va a necesitar un centenar de camiones tráiler, y no es exageración, para dejar vacíos los armarios y las habitaciones de palacio que hoy atiborran con las cosas más variopintas”.