El equipo de Rajoy nunca creyó en aquel invento de las huestes en Interior de Rubalcaba de que para lavar un trapo sucio había que hacer que dos santos compartieran el mismo ropaje. Por ello, una de las primeras medidas que tomó el Gobierno del PP respecto a este ministerio fue cargarse aquello de la dirección general conjunta para Policía y Guardia Civil y poner al frente de cada uno de los cuerpos policiales a una persona, que eso del don de la ubicuidad todavía no está muy extendido ni entre la clase política. Lo curioso es que los dos elegidos, Ignacio Cosidó y Arsenio Fernández Mesa, tienen perfiles personales tan distintos que da la sensación que el primero está en tres sitios a la vez y ya ha cambiado su departamento de arriba a abajo en dos ocasiones, y el segundo se ha limitado a cogerle el gustillo a eso de que le saluden los generales en posición de firmes.
Basta echar un vistazo a las hemerotecas para descubrir que Fernández Mesa le tiene más miedo a los periodistas que Guindos y Montoro a la prima de riesgo. Desde que tomó posesión, y ya vamos para cinco meses en el cargo, sólo se le ha oído hacer declaraciones con cierto peso informativo el día que fue al Congreso de los Diputados a informar de los presupuestos de su departamento… y porque estaba obligado por ley a esa comparecencia parlamentaria. Desde entonces, y antes de eso, nada, niente, nothing, rien...
Eso sí, basta repasar la página web de la Guardia Civil para descubrir que tampoco es que haya estado encerrado en su despacho. Está claro que lo que no le da miedo es presidir desfiles y asistir a procesiones. Que si a Mérida a entregar despachos a los nuevos agentes de Tráfico y pasar revista a la tropa. Que si a la localidad madrileña de Aranjuez a poner la primera piedra de la futura universidad del Instituto armado y, ya de paso, pasar revista a la tropa. Que si a presidir el acto conmemorativo del 168 aniversario del Cuerpo y, cómo no, pasar revista a la tropa. Que si la toma de posesión del nuevo general de la zona de Valencia y ya que están la tropa formada, pasar revista… Y así un largo etcétera que incluye también actos religiosos, como la procesión del Santísimo Cristo de la Expiación de Málaga, chaqué mediante, y la misa de inauguración del año jubilar. Actos, como es de suponer, en los que los periodistas y sus insidiosas preguntas no suelen aparecer.
Así que, libre de estos molestos testigos, Arsenio Fernández de Mesa ha podido hacer alarder de su poética prosa, trufada de metáforas tan decimonónicas como manidas, con las que alabar las virtudes de los hombres a los que 'pasa revista' y a los que se refiere siempre como “depositarios y herederos del legado histórico que forjaron los que os precedieron”. Como botón de muestra de estas intervenciones, ninguno como su discurso del pasado 13 de abril ante los alumnos de la academia de oficiales de Aranjuez (Madrid): “España entera está regada del verde ilusión y esperanza que representa la Guardia Civil, pero también porque España entera está regada del rojo de la sangre de tantos guardias civiles" soltó mientras más de un mando, le consta a este Buscón, no sabía donde meterse de la vergüenza ajena que le causaba tanto lirismo de tres al cuarto.
Y el discurso siguió por los mismo derroteros repleto de "esencias", "pilares", "gloriosos", "raices", "gratitudes eternas", "justos vigías" y "seculares banderas". Y volvieron los 'verdes' y los 'rojos' ("verde ilusión que vertebra España, rojo sangre que con dolor insufrible enorgullece por su valor a todos"), apareció la 'traición' ("la inmoralidad y la traición más grande es prostituir el desempeño de nuestro fundamental trabajo, destruyendo con ello la meritoria labor de quienes cumplen con orgullo y puntualidad sus obligaciones") y no faltaron los 'uniformes' ("la unidad entre vosotros, el espíritu de cuerpo entre todos los que uniformados habéis elegido servir de esta forma a España"). Está claro que la Guardia Civil ganó un 'aprendíz de Góngora' el día que pusieron al frente a Arsenio Fernández de Mesa.