Para la autora de “La gran desmemoria”, según el avance del libro dado a conocer por El Mundo, el rey Juan Carlos favoreció el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 al colocar en un puesto clave al general Alfonso Armada, presionar para que dimitiera Adolfo Suárez como presidente y, con posterioridad, impedir su regreso al cargo cuando, supuestamente, éste se dio cuenta de que ya no tenía sentido marcharse después de la asonada del teniente coronel Antonio Tejero. El libro coloca también al expresidente Felipe González en una situación delicada, pues le presenta dispuesto a entrar en un Gobierno de coalición presidido por un militar. Urbano cita como fuentes a personas ya fallecidas, como Santiago Carrillo, y a otras que desfilaron el pasado lunes, 24, por la capilla ardiente de Suárez, entre ellas Jaime Lamo de Espinosa, Rafael Arias Salgado o Landelino Lavilla.
En el libro de Urbano sobre Suárez hay versiones que los dos principales partidos consideran imposibles de contrastar
Tanto el PP como el PSOE han decidido por separado no servir de altavoces a las revelaciones que implican al Rey en la intentona golpista ya que coinciden en que es don Juan Carlos, en todo caso, el que debe salir al paso de las acusaciones que el libro vierte sobre él, la mayoría de ellas imposible de contrastar. De esta forma, solo algunos diputados han entrado de forma tangencial en la polémica. Fue el caso de la candidata socialista a las elecciones europeas, Elena Valenciano, quitándole crédito a las principales revelaciones – “Quien nos libró del golpe fue Su Majestad el Rey, eso sí que lo sé porque lo vi”– y del coordinador general de IU, Cayo Lara. Este último pedirá en el Congreso la desclasificación completa de todos los documentos relacionados con el 23-F: “El país tiene derecho a conocer con mayúsculas todo lo que pasó y lo que tuvo que ver en ello la Monarquía”, aseguró, sin dar credibilidad tampoco a lo publicado.
Cayo Lara (IU) pedirá en el Congreso la desclasificación de todos los documentos relacionados con el golpe del 23-F
Lo que sí han hecho otros dirigentes y parlamentarios de los dos grandes partidos que vivieron de cerca el fallido golpe de Estado es matizar algunas versiones reflejadas en el adelanto del libro. Por ejemplo, en el PSOE se niega que el expresidente Felipe González estuviera dispuesto a participar en un Gobierno de coalición presidido por el general Armada, aunque hay muchos testimonios que corroboran que no le hacía ascos a entrar en un Gabinete del que formara parte Manuel Fraga y los representantes de otras fuerzas políticas, con tal de frenar los distintos golpes que estaban en marcha, de los que le tenía bien informado el que con posterioridad sería su ministro de Justicia Enrique Múgica.
En el PP hay voces bien informadas de cuanto aconteció hace 33 años que desmienten también que el Rey fuera a rastras del general Armada. Más bien presentan al monarca como un freno eficaz del golpe duro, no el de Tejero, que un grupo de coroneles y generales golpistas preparaban para mayo de 1981. Una frase ya conocida que pronunció la tarde del 23-F el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, con el Congreso tomado por los golpistas, apuntala esta versión. Cuando vio a Tejero entrar en el hemiciclo, el militar pensó: “Esto no es una cosa seria…”. Gutiérrez Mellado era consciente de que había operaciones mucho más peligrosas en marcha.
Los socialistas desmienten que Felipe González fuera a rastras del general Armada y que estuviera dispuesto a entrar en un Gobierno presidido por él
Un parlamentario del PP, buen observador, extrae la siguiente conclusión: “En casi todas las versiones conocidas que se han dado del 23-F, el Rey sale bien parado. Si era el auténtico elefante blanco que los golpistas esperaban en el Congreso, su papel como salvador de la tragedia le hubiera sido rentable. Y si el golpe fracasaba, él siempre podría presentarse como la herramienta indispensable para ello”, como así ha sido.
Ayer se celebraron los funerales de Estado por Adolfo Suárez en la madrileña catedral de La Almudena y el Congreso ha dejado su agenda libre de pleno y, por tanto, de sesión de control al Gobierno, esta semana. La costumbre dice que las primeras semanas de mes no hay sesiones plenarias, pero ésta era una ocasión excepcional ya que la semana pasada se suspendieron las actividades parlamentarias del martes y del miércoles debido al luto oficial de tres días aprobado por el Consejo de Ministros. En el fondo, lo que han decidido los principales partidos es darse una tregua para alejar lo más posible las exequias del enfrentamiento político, al que regresarán con normalidad dentro de siete días.