Política

El salario mínimo y Trump: las grietas por las que Feijóo quiere crecer a costa de PSOE y Vox

El líder del PP se centra en los puntos débiles de su adversario y su supuesto aliado para mejorar sus expectativas ante unas hipotéticas elecciones

  • Núñez Feijóo, el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados. -

El salario mínimo y Donald Trump son dos banderas que ondean con fuerza el PSOE y Vox. Las dos, a su vez, representan un arma de doble filo para sus promotores, tal y como se ha constatado esta semana. El rostro de la vicepresidenta Yolanda Díaz en la sesión de control del pasado miércoles en el Congreso de los Diputados escenificó el fiasco de la última subida, con la que el Gobierno quería capitalizar el voto social. Y la peregrinación de Santiago Abascal a Estados Unidos para rendir pleitesía a Donald Trump, el mismo día en el que éste calificó a Zelenski de "dictador", dejó en evidencia lo arriesgado de su apuesta estratégica. 

Alberto Núñez Feijóo quiere sacar tajada de las grietas que aprecia en su rival y su supuesto aliado para ensanchar la base electoral del Partido Popular. En Génova identifican dos flancos débiles: en la orilla izquierda, hacer tributar a los que menos ganan; en la orilla derecha, abrazar al que, salvo sorpresa, causará la ruina de sectores tan relevantes de la economía española como el agrario y, para más inri, acaba de poner el orden mundial patas arriba con decisiones más que controvertidas para el público conservador.

Por partes. Sobre la revalorización del SMI, el líder popular está decidido a hurgar en la herida que se abrió hace dos semanas en la coalición, con los dos partidos enfrentados, y que sigue sin suturar. El pasado miércoles, durante su actuación en el Hemiciclo, decidió centrar la pregunta parlamentaria al presidente en este asunto: "¿Ahora los mileuristas son los nuevos ricos de la época sanchista? Mire, usted no encuentra recursos para bajar el IRPF al salario mínimo, pero sí para gastarse 2.000 millones de euros en el control de Telefónica. Los 200 millones que le debe a los pacientes de ELA se los está gastando usted en publicidad institucional. Tiene usted 400 asesores más, altos cargos y asesores que el último gobierno de Rajoy. En Moncloa, tiene 525 asesores. Y no hay dinero para el tren de Extremadura, pero sí 750 millones para comprar trenes en Marruecos. Para lo que le interesa, sí hay dinero, ¿no?".

Las vicepresidentas de Hacienda y de Trabajo mantienen un pulso en el que parece ir por delante la primera, pero todo puede cambiar. Porque en la Cámara Baja hay en liza hasta cuatro proposiciones de ley para elevar el mínimo exento de IRPF a los beneficiarios del SMI. Si bien el Gobierno podría establecer un veto a cualquiera de los textos que hay registrados, porque afectan al presupuesto del Estado, luego la Mesa -en una alianza inédita entre Sumar y PP- podría levantarlo.

Esta vez, el PP no tiene ningún inconveniente en romper con las barreras ideológicas para apoyar una iniciativa del partido de Yolanda Díaz. "Si es bueno, ¿por qué no vamos a votar a favor?", anticipa un destacado mando del partido. Lo cierto es que, de aprobarse la propuesta de Sumar, el varapalo para María Jesús Montero sería antológico. 

Más allá de cómo acabe la partida, el PP cree que la pedagogía a la que hace alusión mañana, día y tarde la parte socialista del Gobierno para no acabar damnificada con la tributación del SMI está siendo inútil y que, en la sociedad, lo que cala es el discurso de que el Gobierno se niega a rebajar los impuestos a las clases más humildes. Un torpedo en la línea de flotación para una de las causas que la izquierda defiende con más ahínco. 

Fuentes de la dirección popular anticipan que Feijóo mantendrá viva su ofensiva con el SMI hasta el final porque, a tenor de los análisis que realizan de forma diaria en su equipo, ha llegado a la conclusión de que existe una posibilidad real de pescar apoyos en un caladero que tradicionalmente ha sido más hostil con la derecha. "No renunciamos a crecer por la izquierda", insisten los populares. 

En cuanto al factor Trump. De entrada, en las filas populares no creen que tenga un gran impacto sobre la política doméstica. "¿Desde cuándo ha dado votos lo que ocurre en el mundo?", se preguntan con escepticismo en la cúpula del PP, donde niegan que la geopolítica movilice al electorado de una manera detereminante. No lo ve igual Vox, que compensa el desmoronamiento de su partido a nivel interno con las alianzas a nivel externo. Desde hace tiempo, Abascal delega su éxito en las urnas en la relación que ha ido forjando con líderes mundiales como el argentino Javier Milei o el propio presidente de Estados Unidos, en boca de medio mundo desde su regreso a la Casa Blanca. 

Hasta el pasado martes, Feijóo se resistía a enseñar sus cartas con el presidente americano. Pero los acontecimientos -su propuesta para reubicar a los gazatíes, la amenaza arancelaria a Europa y la negociación bilateral con Ruisa para poner fin a la invasión en Ucrania-, le han obligado a mover ficha. Y no se casa ni con Sánchez ni con Abascal. "Las pataletas, los lamentos y los insultos no caben en un contexto en el que es obligada la determinación, el pragmatismo, la inteligencia y la diplomacia", dijo sobre el primero. "No ayudará el silencio cómplice de partidos como Vox, que dicen que todo lo que hace la administración nortamericana está bien hecho", remató sobre el segundo. 

El pasado jueves, Santiago Abascal acudió a Washington para participar en la Conferencia Política de Acción Conservadora del Partido Republicano, donde se dieron cita algunos líderes conservadores mundiales de relumbrón. Horas antes de su discurso, embistió Trump contra Vlodomir Zelenski, presidente ucraniano, al que llamó "dictador sin elecciones".  Un "borrón", a ojos del eurodiputado Hermann Tertsch, que el presidente de Vox se negó a reprochar. Lejos de desmarcarse de su anfitrión, Abascal culpó a Europa de la invasión de Rusia. Para el PP, su aquiescencia con Trump, "haga lo que haga" y "diga lo que diga", le acabará pasando factura. Sobre todo, cuando los sectores más expuestos a los aranceles empiecen a estar en aprietos. 

Al respecto, los populares recuerdan que, antaño, los agricultores fueron quienes más padecieron las políticas proteccionistas de Trump. Ahora, el PP pide sitio en el campo, antaño uno de grandes graneros de votos de Vox. Feijóo, en las últimas semanas, ha intensificado sus encuentros con agricultores, ganaderos y patronales agrarias. Es más, a fin de cortejarles ha asumido algunas de las tesis que lleva tiempo defendiendo Abascal: que tanto el exceso de regulación de la Unión Europea como el "fanatismo climático" han causado un gran perjuicio a los intereses de los empleados del campo. 

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