Política

La encrucijada de Sánchez ante una victoria de Bildu: ¿peligra el Gobierno nacional?

Al PSOE le interesa un PNV fuerte para evitar caer en cualquiera de estos dos escenarios: ruptura de la coalición sanchista o endurecimiento de las exigencias de Bildu

Pedro Sánchez es un funambulista al que dos ráfagas de viento pueden hacer caer al abismo. Una de ellas es las elecciones vascas, y la otra, de viento más huracanado, las elecciones catalanas. El equilibrismo político que Sánchez ha urdido para poder pasar un tiempo más en Moncloa es tan frágil que puede descalabrarse en cualquier momento. Máxime cuando aliados tan importantes como PNV y EH Bildu o Junts y ERC se vuelven enemigos íntimos en proceso electoral.

Primero fue el siempre sospechoso CIS de Tezanos, pero ahora ya son mayoría las encuestas que sitúan a EH Bildu como favorito para ganar las elecciones vascas. Sin ir más lejos, el sondeo realizado por Hamalgama Métrica para este periódico situaba a los de Arnaldo Otegui como primera opción política para los vascos. EH Bildu conseguiría 29 escaños, uno por encima del PNV, que quedaría segundo.

La ley electoral en País Vasco es muy particular. Al contrario que en el resto de comunidades autónomas y que a nivel nacional, un bloqueo electoral resulta imposible. El candidato a lehendakari más votado es quien presidirá País Vasco, aunque no alcance la mayoría absoluta. Los partidos solo tienen dos opciones de voto: el sí o la abstención.

Pello Otxandiano, el candidato de EH Bildu que no se atreve a llamar grupo terrorista a ETA -hasta llegó a señalar que ETA era "una trayectoria"-, lidera los sondeos. Si se cumplen los pronósticos, Bildu solo necesita que el Partido Socialista de Euskadi (PSE) se abstenga y no ofrezca su voto al candidato del Partido Nacionalista Vasco (PNV), Imanol Pradales. La suma de escaños de PNV y PSE, que rondaría los 38 diputados, sería suficiente para que los de Andoni Ortuzar alargaran otros cuatro años su hegemonía en el País Vasco. ¿Pero lo va a permitir Bildu?

Sánchez, prisionero de Bildu

Sánchez necesita tanto a Bildu como a PNV para mantenerse en la Moncloa. El candidato a lehendakari socialista, Eneko Andueza, ha lanzado un órdago estos últimos días: si su partido da el Gobierno vasco a Bildu, Andueza dimitirá. Un juramento de endeble sustento teniendo en cuenta los innumerables cambios de opinión marca Sánchez.

Veremos si la opinión de Andueza o no se cumple, pero lo más determinante será cómo reaccione Bildu. Hasta la fecha, el partido abertzale se ha mostrado prudente sobre la deriva nacional que tendría una falta de apoyo socialista en Euskadi. No ha sido tan explícito como Junts en Cataluña, que ha dejado claro a Sánchez que "deslealtad se pagará con deslealtad".

Otxandiano ha preferido no surcar esas aguas y dejar a un lado en campaña que ocurrirá si los socialistas no apoyan a su marca de ganar las elecciones. Como apuntan fontaneros de los principales partidos de este país, "presumen de estar en el frente antifascista. PNV es más táctico, y juega apoyando a PP o PSOE en base a sus intereses. En cambio, Bildu se jacta de frenar a la extrema derecha. Su papel no obedece a lógicas intercambiables con lo que pueda pasar en Euskadi".

Ahora bien, a nadie se le escapa que Bildu depende también de unas bases en cuyas filas hay no pocos radicales que en caso de que la formación gane las elecciones van a exigirles a sus dirigentes que hagan todo lo posible para hacerse con el Gobierno vasco. Personas dispuestas incluso a hacer volar por los aires la endeble coalición Frankenstein 2.0. Al fin y al cabo, con un Gobierno del PP también es posible el desafío independentista, como ocurrió en Cataluña en 2017.

Por el momento, no parece que esta vaya a ser la vía que tomen los dirigentes de Bildu, con Arnaldo Otegui a la cabeza, que ha conseguido importantes beneficios y mejoras para la situación de los presos etarras gracias al Gobierno socialista. No obstante, una gota de sudor recorre el rostro, casi siempre impertérrito, del presidente Sánchez.

Tanto si Bildu acciona el botón para destruir la coalición sanchista como si no, está claro que si gana las elecciones el inquilino de la Moncloa va a pasarlo mal. El apoyo de los abertzales a Sánchez en el Congreso de los Diputados no ha sido gratuito. Pese a que las condiciones para investir al socialista no se han hecho públicas, desde el 23-J Bildu ha conseguido la alcaldía de Pamplona o que la Fiscalía (de Álvaro García Ortiz) maniobre en beneficio de Otegui.

Si Bildu gana y no gobierna gracias al acuerdo de PSE y PNV, su discurso parlamentario va a cambiar, pues hablará como el primer partido de Euskadi. Los abertzales pueden aprovechar este nuevo rol para encarecer a muerte el apoyo a Sánchez, lo que se puede traducir en un acelerón la agenda de privilegios para presos de ETA y autogobierno que parecen tener pactada.

Al PSOE le interesa un PNV fuerte para evitar caer en cualquiera de estos dos escenarios: ruptura de la coalición sanchista o endurecimiento de las exigencias de Bildu. Una realidad que explica por qué desde la terminal de Tezanos (CIS) saltó la primera encuesta que daba ganador a Bildu, una forma de alimentar y movilizar al electorado del PNV. También explica la airada reacción de Andueza ante la negativa de Bildu a llamar grupo terrorista a ETA -oh, sorpresa-. La estrategia de Sánchez en campaña ha consistido en alimentar al PNV y tratar de debilitar a Bildu después de haber estado meses e incluso años blanqueando a la formación que defiende los intereses de ETA. No hay más que recordar aquellas palabras de Óscar Puente en sede parlamentaria, calificando a Bildu de un socio "progresista perfectamente democrático".

Pedro Sánchez se enfrenta a una encrucijada este domingo. Por una vez, el presidente del Gobierno deseará que no se cumpla lo que vaticina su amigo José Félix Tezanos. Si Bildu gana las elecciones, a Sánchez le tocará recalibrar, por enésima vez, su futuro y, por tanto, el de nuestro país. Y en menos de un mes toca Cataluña.

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