Política

El año en el que Sánchez entregó el PSOE a Puigdemont por siete votos para seguir en Moncloa

Los socialistas arrancaron 2023 con todas las encuestas en contra. El tsunami azul del 28-M les arrebató casi todo su poder territorial. El presidente decidió arriesgar, convocó elecciones y batió el efecto Feijóo

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un mitin del PSOE. -

Probablemente, 2023 haya sido el año de la serendipia dentro del PSOE. Los socialistas se encontraron la noche del 23 de julio, y casi por accidente, con una dulce derrota electoral que ninguna encuesta vaticinó. El partido liderado por Pedro Sánchez vio esa noche opciones de mantenerse en Moncloa. Tan solo tenía que cerrar el sí de los siete diputados de Junts, comandados por el expresidente catalán prófugo de la justicia Carles Puigdemont. Y se dedicó a ello desde ese mismo día. Aunque ya antes, en previsión de que fuera necesaria la mano del independentismo, el número tres del PSOE, Santos Cerdán, contactó con Waterloo para tender puentes.

Esa noche de verano hubo fiesta improvisada en Ferraz. Y Sánchez fue el anfitrión. El presidente del Gobierno concedió a los independentistas la amnistía. Sánchez puso a su equipo a trabajar en la ley que olvidará los delitos que los dirigentes del procés cometieron durante la asonada secesionista de octubre de 2017 que condujo a la proclamación de la independencia de Cataluña durante ocho segundos. El ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, vivió el verano más intenso de su vida; negociación tras negociación hasta que el acuerdo que dio la presidencia del Congreso al PSOE asentó la argamasa con la que Sánchez ha armado su Gobierno.

La apuesta del 23-J

Pero el PSOE ha pagado un alto precio. El relato monclovita se esfuerza en vender las bondades de la amnistía. El problema es que la medida de gracia viene manchada de origen. Su motivación no procede de la buena voluntad por mejorar la convivencia; sino mantenerse en el poder. Toda vez cuando Ferraz se vio desbordado por el tsunami azul del 28-M, que le arrebató casi todo su poder territorial. Precisamente, ese terremoto fue el que el presidente aprovechó. Sánchez decidió arriesgar, convocó elecciones y batió el efecto Feijóo gracias a una campaña del PP a la defensiva y a una comunicación política eficaz. El presidente cargó la jeringuilla con la amenaza de un Gobierno de PP y Vox. El PSOE inoculó ese miedo, movilizó a la España más centrada consiguió su objetivo.

Sánchez ha convertido el PSOE este año en una máquina a su servicio. El presidente, consciente de que los suyos dependen de él para mantener puestos jugosos en el Gobierno y en la Administración, ha decidido lanzar al partido al vacío, porque en verdad la amnistía no deja de ser lanzarse al precipicio. Nadie, ni en el Gobierno ni en la planta noble de Ferraz, es capaz de garantizar que la amnistía se aplicará a todos los que pretende beneficiar. Ni tan si quiera pueden predecir los tiempos. El independentismo lo sabe. No por casualidad, el propio Puigdemont no se plantea volver a España hasta tener bien atado su negociado. De primeras, casi con toda seguridad intentará presentarse de nuevo como candidato en las elecciones europeas del próximo 9 de junio.

La partida de las elecciones catalanas

La política no deja de ser un ajedrez constante. Los comicios europeos son una de las partidas. Pero hay más, simultáneas e interdependientes. Las elecciones catalanas son la gran jugarreta que está preparando el presidente. El secretario general de los socialistas lo fía todo a una victoria de Salvador Illa lo suficientemente amplia como para poder apartar al independentismo del Palacio de la Generalitat por primera vez en 13 años, desde que el socialista José Montilla abandonó el poder. La llegada del PSC al gobierno autonómico implicaría grandes beneficios para Sánchez, embarcado en un proceso de negociación con el independentismo en Madrid que le está acarreando grandes costes.

El presidente considera que un 'president' del PSC rebajaría enormemente el coste del peaje que todavía tiene que pagar a Oriol Junqueras y al mismo Puigdemont para mantenerse a los mandos del país. Moncloa se empeña en vender las concesiones y las fotografías que Sánchez se hará con ambos independentistas en plena tramitación de la amnistía como un hecho "coherente" con el proceso de "normalización" política en esta comunidad. Aunque a nadie se le escapa que eso no es deseo de Sánchez, sino necesidad, como él mismo reconoce en público y en privado. El presidente del Gobierno sigue las partidas. Este último año ha ganado varias partidas.

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