España

Rafael del Pino y el destino de las golondrinas

Es fama que donde hay un nido de golondrinas no hay vientos peligrosos, tormentas feroces ni calamidades de cualquier género: la golondrina sabe muy bien lo que hace y dónde construye

Rafael del Pino Calvo-Sotelo nació en Madrid el 14 de julio del venturoso año de 1958. Es el segundo de los cinco hijos que tuvieron Rafael del Pino Moreno, ingeniero y empresario, y su esposa Ana María Calvo-Sotelo y Bustelo. El padre, fundador de la empresa Ferrovial seis años antes de que naciese Rafael, es una leyenda del mundo empresarial español y fue, en su tiempo, una de las personas más ricas del mundo; poco antes de morir (2008) su fortuna se estimaba en unos 6.500 millones de dólares. La madre, Ana María, de raíces gallegas, fallecida en 2022, era hermana del que fuera recordado presidente del Gobierno de España, Leopoldo Calvo-Sotelo.

Don Rafael (el padre) fundó una familia sólida, conservadora y que parecía regirse por los mismos principios de la monarquía. La primogénita, María, está y estuvo siempre vinculada a la familia y al gigantesco edificio empresarial, organizativo, cultural y de fundaciones que puso en pie el patriarca; pero quien heredó la “corona” de Ferrovial fue el segundo en nacer, el primer varón: Rafael. Como suele suceder en las dinastías, el monarca no logró que sus hijos se llevasen del todo bien.

Lo mismo que su padre, Rafael del Pino –muchacho callado, disciplinado, inteligente y con una asombrosa capacidad de trabajo– estudió ingeniería de Caminos, Canales y Puertos. Obtuvo el título en la Universidad Politécnica de Madrid, en 1981. Pero también lo mismo que su enérgico y terminante padre, el joven y discreto Rafael salió ave migratoria. Don Rafael había viajado por muchos países y aprendido muchas cosas antes de fundar Ferrovial en un desván próximo a la iglesia de los Jerónimos, con la idea de suministrar materiales de construcción a Renfe (de ahí el nombre de la empresa). Su hijo y heredero hizo lo mismo, pero con muchísimos más medios. Cinco años después de licenciarse, Rafael completaba un MBA (Máster en Administración de Empresas) en la MIT Sloan School of Management, en Massachusetts (EEUU). Es una de las mejores escuelas de negocios del mundo y allí no entra quien quiere sino quien puede.

El patriarca llamó al jefe de obra que tenía allí y le preguntó: “Oye, ¿no necesitaríais por ahí a un joven ingeniero, que resulta que es mi hijo?”. Y el jefe de obra le dijo que sí, claro, ¡qué le iba a decir!

Pero antes de eso, su padre le había hecho ejercitarse –siempre dentro de la empresa familiar– en Libia, país al que lo envió como simple ingeniero. El patriarca llamó al jefe de obra que tenía allí y le preguntó: “Oye, ¿no necesitaríais por ahí a un joven ingeniero, que resulta que es mi hijo?”. Y el jefe de obra le dijo que sí, claro, ¡qué le iba a decir! Rafael se fue después a Extremadura, donde ya ejerció la dirección regional de la compañía. En 1988, con treinta años, su padre le hizo nombrar adjunto al consejero delegado de Ferrovial, que entonces era Antonio Mendoza. Al año siguiente le encomendó la dirección estratégica y financiera del grupo (director de Finanzas, Planificación y Control), y en 1992, por fin, don Rafael le consagró “príncipe de Gales” de la empresa; es decir, consejero delegado. Siete años después, en 1999, le hizo vicepresidente ejecutivo y, en las lindes del nuevo milenio, don Rafael, que tenía ya casi ochenta años, abdicó en su hijo: Rafael del Pino es, desde entonces, presidente de Ferrovial. Y la tercera persona más rica de España, según la revista Forbes.

La trayectoria de Ferrovial, antes y después del actual presidente, es la historia de una multiplicación y de una diversificación de actividades. Aquello de proporcionar a Renfe traviesas para las vías del tren y gestionar talleres de cajeo fue solo el principio. Rafael del Pino tenía cuatro años cuando la empresa de su padre se hizo con la concesión para construir la autopista Bilbao-Behovia, lo cual significaba entrar en un negocio nuevo y distinto. Poco antes o poco después construyó una carretera en Venezuela, la primera obra fuera de España. En 1995, Ferrovial compró nada menos que Agromán, un gigante de la construcción. Cuando se produjo la firma, el patriarca estaba hospitalizado. Fue su hijo Rafael quien fue a la clínica a darle la noticia. Y el anciano empresario se recuperó casi de inmediato…

Es cosa generalmente admitida que Rafael del Pino multiplicó la actividad empresarial de la empresa fuera de España, que era lo que había comenzado su padre. A partir del año 2000, esa voluntad de “salir fuera” se volvió prioritaria; no diremos que frenética pero sí prioritaria, y el nuevo presidente corrió algunos riesgos. Ya en 1999, Ferrovial obtuvo la autopista 407 ETR de Toronto (Canadá), a la que se tiene por la más valiosa del mundo. En 2003 compró la firma británica de servicios urbanos Amey; también el diseño, construcción y explotación de la nueva Terminal 1 del aeropuerto JFK, en Nueva York; y en 2006 lanzó una OPA sobre British Airports Authority (BAA) que le permitió hacerse con el control de siete aeropuertos en el Reino Unido, entre ellos el gigantesco de Heathrow, en Londres. Esta operación, carísima, causó serias fricciones entre los hermanos Del Pino, alguno de los cuales tenía miedo de que el pez chico terminase por comerse al pez grande. Pero fue un rotundo éxito.

Hay numerosos ejemplos más. Lo que importa es resaltar que, a día de hoy, tras décadas de un crecimiento y una expansión internacional constante e ininterrumpida, Ferrovial factura fuera de España más del 80% de lo que hace. Tiene nidos sólidos y bien cimentados en medio mundo, aunque algunos (como el de Australia) hayan salido averiados. Y también es importante señalar que Rafael del Pino, si creemos a la periodista Cora Serrano, controla más del 20% del capital del gigante empresarial creado por su padre gracias a su sociedad patrimonial neerlandesa Rijn Capital. La vinculación de la empresa con los Países Bajos es, por lo tanto, muy antigua y muy sólida. No es cosa de ahora.

De más está decir que Rafael del Pino, dos veces casado y con seis hijos, es miembro de muy diversos organismos en todas las esquinas del planeta; del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), del World Economic Forum, de la Fundación Princesa de Girona, del Hong Kong-Europe Business Council y, literalmente, de decenas de instituciones económicas, académicas y culturales en todo el globo. La lista de sus premios es larga; entre ellos está la de comandante honorario de la Orden del Imperio Británico y la de embajador, también honorario, de la Marca España. Así de claro.

Rafael del Pino es, como queda explicado, uno de esos hombres que, si tose, se acatarra medio sistema financiero español y tres o cuatro ministerios

Rafael del Pino es, como queda explicado, uno de esos hombres que, si tose, se acatarra medio sistema financiero español y tres o cuatro ministerios. Pero no es un personaje popular. Puede ir por la calle sin que le paren para firmar autógrafos y se sube a los aviones (cosa que hace constantemente) sin que todo el mundo le mire con los ojos como platos y se den con el codo cuando pasa, como sí sucede con otros ilustres genios y benefactores de la humanidad como Belén Esteban o Paquirrín. Rafael del Pino nació discreto y así sigue. La suya es una vida sin grandes altibajos ni catástrofes; y es, más bien, la vida de su empresa, que mantiene desde hace décadas un objetivo de crecimiento y progreso que parece obedecer al eslogan de la película Toy Story: “Hasta el infinito y más allá”.

Por eso es posible que Del Pino haya sido el más sorprendido por la reacción del Gobierno español ante su intención –apoyada por la junta general de accionistas de, jueves, 13 de abril– de trasladar la sede social de la empresa a los Países Bajos. La intención de Del Pino es lograr que Ferrovial siga creciendo gracias a su cotización en la Bolsa neerlandesa y, acto seguido, en Wall Street, algo que es, a fecha de hoy, mucho más difícil de hacer desde España que desde Amsterdam.

La reacción del gobierno español ha sido, insólitamente, semejante a la de Agustina de Aragón cuando los franceses sitiaban Zaragoza: envolverse en la bandera y tratar de enardecer a los maños a grito pelado

La reacción del gobierno español ha sido, insólitamente, semejante a la de Agustina de Aragón cuando los franceses sitiaban Zaragoza: envolverse en la bandera y tratar de enardecer a los maños a grito pelado. Se acusa a Del Pino de traidor, de antiespañol, de tránsfuga, de codicioso porque lo único que quiere es pagar menos impuestos. No se veía semejante ira desde que Luis Figo apostató del Barça y se convirtió al madridismo yihadista, como se dijo entonces en Barcelona.

Pero Rafael del Pino se ha cansado de repetir que la fiscalidad en España y en Países Bajos es prácticamente la misma; que el suyo es un movimiento estratégico –uno más– para hacer aún más próspera a su empresa, y que lo único que no le gusta de España es su inseguridad jurídica, lo cual es una verdad como la copa de un roble centenario, como bien comprobado tenemos todos. Olvida decir que Figo no era culé ni merengue: era portugués. Y un grandísimo jugador, allí donde jugase.

En la junta de accionistas de Ferrovial hay de todo, desde tiburones (Chris Hohn, por ejemplo) hasta inofensivos canarios flauta. Pero entre todos han aprobado, después de escuchar las explicaciones de Del Pino y las airadísimas amenazas del Gobierno, el traslado de la sede social a Amsterdam. No se sabe por cuánto tiempo. Ni qué consecuencias traerá. Pero Rafael del Pino y Ferrovial se disponen a emprender ni la primera sino su enésima migración, que, si nos atenemos al resultado de las anteriores, será probablemente otro éxito. Eso ya lo veremos.

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La golondrina común (Hirundo rustica) es un ave paseriforme, lo cual la emparenta con los gorriones, los jilgueros, los tejedores, los horneros, los pinzones, las lavanderas y, literalmente, con miles de especies y familias más de pájaros de todo el planeta. La golondrina pertenece a la familia de los hirundínidos, pero eso no es jun inconveniente porque hay golondrinas también en todas partes, desde la Patagonia el norte de Canadá, desde Sudáfrica a Noruega; y también las hay, cómo no, en Madrid, en Galicia y desde luego en Holanda.

Suelen verse en los aleros de las casas, y es fama que donde hay un nido de golondrinas no hay vientos peligrosos, tormentas feroces ni calamidades de cualquier género: la golondrina sabe muy bien lo que hace y dónde construye

Dos características singularizan a la golondrina. La primera es su increíble habilidad para la construcción, que las más de las veces está asociada a los asentamientos humanos. Todos hemos visto sus sólidos, bien fabricados y característicos nidos hechos de barro, si acaso piedrecillas y saliva que pone la golondrina de su propio peculio. Suelen verse en los aleros de las casas, y es fama que donde hay un nido de golondrinas no hay vientos peligrosos, tormentas feroces ni calamidades de cualquier género: la golondrina sabe muy bien lo que hace y dónde construye.

Se alimenta, además, de insectos y bichos malos, lo cual hace que los campesinos la adoren. Tiene un gran prestigio entre los humanos, como ahora veremos.

Su otra característica singular es el hábito migratorio. Bien mirado, la golondrina no es de ninguna parte, no tiene carné de identidad ni padece de nacionalismo ni patrioterismo alguno: hace el bien allí donde va. El invierno lo suele pasar en el sur (no en Madagascar; eso es una leyenda urbana, esa isla es uno de los pocos sitios del mundo donde no hay golondrinas) y el verano en el norte. Pero las golondrinas, en realidad, hacen un poco lo que les da la gana o lo que creen que les conviene más.

Pajarcillo muy querido por la gente desde hace siglos, ha generado una gran cantidad de obras de arte, tanto pictóricas como literarias y musicales. Baste recordar el cuento de Oscar Wilde sobre el Príncipe Feliz, la maravillosa zarzuela de Usandizaga, la canción mexicana con la cual hemos llorado todos o, muy especialmente, el famosísimo poema romántico de Gustavo Adolfo Bécquer, que dice, con alguna actualización, como sigue:

“Volverá, volverá Rafael del Pino

de tu balcón sus nidos a colgar.

Pero aquellas que huyeron a La Haya,

si el gobierno prosigue en plan canalla,

¡Ay! Esas no volverán.”

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