Mucho se está hablando estos días de la nueva 'Ley Trans'. Mientras que unos la aplauden, otros muchos, dentro del propio colectivo LGTBI, denuncian que se ha hecho sin "mucha cabeza y sin escuchar a todas las voces implicadas". Dentro de las partes críticas con la ley se encuentra la asociación AMANDA (Agrupación de Madres de Adolescentes y Niñas con Disforia Acelerada). Su alerta, que se suma a la de muchas organizaciones internacionales, es que "no hay que precipitarse en las operaciones de cambio de sexo", especialmente en edades tempranas, como solución a problemas cuya causa radica en otras razones. Y esta ley es 'fácilmente provocadora' de precipitaciones.
Esta asociación da voz a jóvenes que en algún momento han querido cambiarse de sexo y más tarde se han arrepentido. Su objetivo es "ayudar a que las madres y los padres respondan de una manera cuidadosa a la búsqueda de autoconocimiento por parte de sus hijas e hijos cuando pueden estar sometidos a la disforia de género de inicio rápido durante los complicados años que dura la adolescencia". Es decir, acompañar a esas familias con adolescentes que sufren por algún motivo en un camino que muy probablemente no tiene que acabar en un cambio de sexo.
Aunque ellos en particular hablen en representación de menores con disforia, aseguran que todos sus argumentos pueden trasladarse a los adultos que están pasando por una situación similar.
El camino hacia la legislación de la transexualidad iniciado anteriormente en otros países sirve como ejemplo para descubrir una realidad a la que pocas veces se le hace caso dentro del colectivo: los problemas de los trans, que dejándose llevar por la presión social que les hacía creer que la solución a sus problemas estaba en el cambio de sexo, se precipitaron en una decisión sin vuelta atrás y luego se arrepintieron.
Transicionar para ocultar otro problema
La portavoz de la citada asociación, Gema, explica a Vozpópuli que las transiciones de sexo en niños y jóvenes, en donde muchas veces el origen real de la disforia se encuentra en problemas de salud mental u otro tipo de patologías, "pueden suponer un problema tanto para la persona afectada como para el sistema público de sanidad".
"Nos critican mucho porque dicen que no queremos que se legisle la transexualidad. En absoluto; por supuesto que queremos que haya libertad y estar protegidos, pero a la hora de hacer leyes y decidir si se procede a una operación de reasignación de sexo, hay que analizar todos los factores", añade. En España no se contempla por ahora un análisis exhaustivo y psicológico de las circunstancias del paciente, que puede estar solicitando esta intervención para ocultar, probablemente de manera inconsciente, un problema de otro tipo.
Como aseguran los expertos y los protagonistas, muchas veces, cuando hay disforia de género, el origen no está en que la persona sea trans, sino en un problema psicológico, como depresión, ansiedad o trastornos obsesivos-compulsivos, que puede solucionarse con otros tratamientos. "Lo que pedimos es prudencia frente a la transición médica en la infancia y adolescencia", algo que, como reiteran, se puede aplicar también en adultos.
Muchas de las personas detrans, como se conocen a aquellas que se han sometido a una operación de reversión, representadas por AMANDA y otras asociaciones similares (tanto en España como en otros países), cuentan que hay que tener precaución al tomar esta decisión. Hay dos factores que precipitan esta decisión irreversible: por un lado, la presión que el colectivo trans ejerce a veces a quienes, por diferentes motivos, no se sienten cómodos consigo mismos, con el argumento de que el cambio de sexo es la solución. Y por lado, que la ley no establece hacer un estudio completo de las circunstancias, por lo que las operaciones de este tipo se conceden "muy a la ligera" como soluciones a otros problemas.
Aprovechar el ejemplo internacional
Desde AMANDA piden que se observe al resto de países donde esto ocurre desde hace mucho tiempo, para poder legislar adecuadamente. Estados Unidos es el caso más característico de que, si no se legisla bien, con cabeza y analizando adecuadamente las circunstancias, puede suponer un problema a largo plazo. Allí son muchos los casos de personas que en su momento transicionaron y que años después se arrepintieron de su decisión.
La asociación estadounidense "Sex Change Regret" es una de las más activas en la denuncia de los peligros de precipitarse en las operaciones de cambio de sexo, muchas veces "influidas por la presión social". La capacidad de estudio de las consecuencias a largo plazo de la transexualidad en este país es mucho mayor que en el nuestro, porque es una realidad presente desde hace mucho más tiempo.
Uno de los datos más interesantes que aportan sus estudios es que "hasta un 20% se arrepiente de su cambio de sexo". Más de un 40% de los que se someten a este tipo de cirugías intentan suicidarse y según sus investigaciones, en muchas ocasiones los procedimientos de reasignación de sexo no son efectivos.
El fundador de esta asociación es precisamente uno de los 'detrans' más conocidos: Walt Heyer. En abril de 1983 se realizó una cirugía de reasignación de sexo. "Al principio, estaba eufórico por partir de cero. Pero las hormonas y el cambio de sexo genital no pudieron resolver los temas no resueltos bajo mi disforia de género", ha explicado en multitud de ocasiones. Y precisamente por su propia experiencia comenzó esta asociación, para alertar de los peligros de precipitarse en esta decisión.
Algunos países líderes en legislar la transexualidad ya están revisando sus políticas, tal y como piden desde asociaciones como AMANDA. Suecia, pionera en este asunto, es un ejemplo de ello. El Hospital Karolinska, uno de los referentes internacionales en terapias de cambio de sexo, publicó en el año 2019 un informe que avalaba los beneficios psiquiátricos del uso de estas terapias.
Sin embargo, solo un año más tarde, el hospital emitió un comunicado en el que se retractaba de las conclusiones del estudio, reconociendo que no estaba demostrado ese beneficio psiquiátrico. En el informe señalaban, entre otras cosas, que las personas trans tienen "seis veces más probabilidades de tener trastornos del estado de ánimo y ansiedad", "más de tres veces más probabilidades de que se le receten antidepresivos o medicamentos contra la ansiedad" y "más de seis veces más probabilidades de haber sido hospitalizadas después de un intento de suicidio".
Después de la publicación del mismo, el hospital retrocedió y modificó sus protocolos de atención a personas trans, prohibiendo el uso de bloqueadores hormonales en menores de 18 años, aludiendo a posibles riesgos para la salud que conlleva la utilización de bloqueadores hormonales en menores y los escasos beneficios demostrados a la larga.