Es posible que en 2025 el papa Francisco visite las islas Canarias, donde, según algunos detalles que se han dado a conocer en las islas, mantendría un encuentro con migrantes llegados a las islas en embarcaciones irregulares desde África y tendría un encuentro con responsables de lo que hace años fueron las islas, es decir, un feudo del papado. En el turbulento siglo XIV, un papa benedictino conocido tanto por su erudición como por su firme diplomacia dejó una huella imborrable en la historia atlántica. Clemente VI, quien rigió la Iglesia Católica entre 1342 y 1352, desempeñó un papel crucial en el destino de las Islas Canarias, una encrucijada donde los intereses religiosos, políticos y económicos de la Europa medieval se encontraron con las posibilidades de expansión ultramarina.
Durante el papado de Clemente VI, las Islas Canarias, conocidas entonces como las "Islas de la Fortuna", comenzaron a ocupar un lugar prominente en la imaginación europea. Estratégicamente situadas en el Atlántico y bendecidas con recursos naturales, estas tierras prometían tanto riqueza como una oportunidad para extender el cristianismo a nuevos horizontes. La misión de evangelización, entonces inseparable de las ambiciones políticas, encontró en el papado un árbitro dispuesto a legitimar las conquistas.
Luis de la Cerda, un noble de estirpe impresionante y con una biografía digna de un guion de aventuras, ostentó títulos rimbombantes y un territorio que jamás pisó. Nacido en 1291, en algún rincón del Reino de Francia, este hijo de Alfonso de la Cerda 'el Desheredado' y de Mahaud de Brienne-Eu, descendía de una línea ilustre: era bisnieto de Alfonso X 'el Sabio' de Castilla y de Luis IX 'el Santo' de Francia, además de sobrino de Fernando de la Cerda. Aunque jamás puso un pie en las Islas Canarias, Clemente VI lo proclamó en 1344 "príncipe soberano de las Islas Afortunadas". Tal título, más decorativo que práctico, lo convirtió en el único "rey". El título de Rey de Canarias lo tiene Felipe VI tras el pacto de adhesión de las tribus atlánticas que vivían en las islas controladas por Tenesor Semidán, que adoptó el nombre de Fernando Guanarteme para tutear a Fernando el Católico.
Y fue un 15 de noviembre de 1344 cuando Luis de La Cerda es declarado Rey de las Islas Afortunadas a cambio de una anualidad de 400 florines de oro al año. De la Cerda obtiene la soberanía sobre las 11 islas con indulgencias concedidas a todos los que participen en la expedición conquistadora y el poeta Petrarca relata la ceremonia. Pero la designación de Luis de la Cerda como Príncipe de las Islas Afortunadas y los derechos correspondientes fueron impugnados el 12 de febrero de 1345 por Alfonso IV el Valiente, así como por Alfonso XI el Justo. Mientras, tuvo dificultades para construir los barcos de su flota y por eso nunca puso un pie en las islas aunque uno de sus lugartenientes, sin embargo, vino a Lanzarote, sin poder permanecer allí. El 30 de junio de 1348, estando enfermo, Luis de la Cerda redactó su testamento y Pedro IV de Aragón se hizo con el control de feudo del papado.
El catedrático de historia económica de la Universidad de la Laguna, Antonio Macías, una importante obra que desvela claves desconocidas hasta el momento, en su libro 'Los aborígenes canarios. Tres milenios de Historia', señala que el Vaticano quería convertir a Canarias "en un feudo del papado" pero "el rango geoestratégico de su ocupación exigía invertir en hombres y capitales, y las circunstancias no ayudaron", señala Macías en su obra editada a finales de 2024 por Artebirgo y que es resultado de cinco años de investigación.
Pedro IV de Aragón fue un monarca eminentemente mediterráneo, cuya atención estuvo centrada en consolidar su poder en los territorios de la Corona y en enfrentar desafíos internos y externos en esa región. Sin embargo, su reinado coincidió con el despertar del interés europeo por el Atlántico, donde las Islas Canarias jugaban un papel incipiente. Aunque su relación con el archipiélago fue indirecta, Pedro IV gobernó en un momento clave para la configuración de las futuras exploraciones que conectarían el Mediterráneo con el Atlántico y más allá.
El reinado de Pedro IV de Aragón, conocido como 'El Ceremonioso', estuvo marcado por su habilidad diplomática, su firme control sobre los territorios de la Corona de Aragón y su capacidad para afrontar retos internos y externos. Aunque el monarca aragonés no participó directamente en las expediciones o en la conquista de las Islas Canarias, su reinado coincidió con una época de creciente interés europeo por el Atlántico, donde las Canarias comenzaban a ocupar un lugar estratégico en la expansión y exploración ultramarina.
Pedro IV gobernó entre 1336 y 1387, un periodo crucial en la historia del Mediterráneo y del Atlántico. Su política estaba principalmente orientada hacia el control de los territorios mediterráneos, donde consolidó su influencia sobre Sicilia, Cerdeña y otros dominios estratégicos. Sin embargo, el Atlántico comenzaba a atraer la atención de los reinos europeos, y las Islas Canarias, con su posición privilegiada, se perfilaban como un punto clave para la expansión. En 1344, Clemente VI emitió la bula Romanus Pontifex, un documento que marcó el inicio formal del interés europeo sobre el archipiélago. En ella, el pontífice reconocía al noble francés Luis de la Cerda como 'Rey de las Islas de la Fortuna', concediéndole el dominio sobre Canarias bajo la condición de cristianizar a sus habitantes. Aunque Luis de la Cerda nunca logró materializar esta empresa, la bula simbolizó un precedente clave, otorgando al papado una posición de mediador en las disputas territoriales de los reinos europeos.
La bula papal, un instrumento político
La bula no solo sirvió como mandato religioso, sino también como instrumento político. En una Europa marcada por rivalidades, la decisión de Clemente VI inclinó la balanza hacia las pretensiones castellanas, en detrimento de Portugal, que también ambicionaba controlar las islas. Este gesto desencadenó un conflicto territorial que se prolongará hasta el siglo XV, cuando Castilla finalmente consolidó su dominio sobre el archipiélago. Al mismo tiempo, el compromiso explícito con la evangelización subrayó la justificación religiosa detrás de las expediciones. Las islas, consideradas un lugar de "infieles", se convertirían en el escenario de una misión cristianizadora que, tras décadas de esfuerzos, las integraría plenamente en la cristiandad europea.
El Vaticano siempre tuvo especial interés en Canarias y se hartó de emitir bulas papales. En las islas en total ha sido protagonista de hasta 12 bulas específicamente dedicadas al archipiélago, reflejando su importancia en la expansión atlántica y la cristianización. Canarias, aunque menos numerosa en bulas, tuvo un impacto desproporcionadamente significativo debido a su papel estratégico en la historia de la expansión europea y la evangelización. Estas bulas papales relacionadas con Canarias tuvieron un papel decisivo en la legitimación de la conquista, evangelización y colonización del archipiélago durante los siglos XIV y XV. Estas cartas pontificias reflejan el peso de la Iglesia Católica en la expansión europea y su papel como árbitro en las disputas entre reinos cristianos.
La bula Romanus Pontifex de 1344) otorgó a Luis de la Cerda el título de "Príncipe de las Islas de la Fortuna" (nombre clásico de las Canarias). En ella se reconocía la soberanía eclesiástica sobre las islas y se encomendaba la evangelización de sus habitantes, se otorgaba legitimidad al Reino de Castilla para liderar la cristianización, aunque Portugal también tenía intereses en el archipiélago. Fue un primer paso para la integración de Canarias en la esfera cristiana europea, aunque Luis de la Cerda nunca llegó a ejercer dominio real sobre las islas. Una de las bulas más curiosas fue 'Regimini Gregis' (1437), del papa Eugenio IV, que excomulgaba a los castellanos que atacaran las Canarias, reafirmando los derechos portugueses sobre el territorio. Fue parte de una estrategia papal para evitar conflictos entre reinos cristianos y priorizar la misión evangelizadora. La bula 'Si Convenit' (1479) el Papa Sixto IV emitió ratificaba parte del acuerdo del Tratado de Alcáçovas (1479) entre Castilla y Portugal, que resolvió las disputas sobre Canarias: Reconoció la soberanía castellana sobre el archipiélago y aseguró a Portugal el control de otras áreas atlánticas, como Madeira, las Azores y Cabo Verde.
La bula Romanus Pontifex tuvo repercusiones profundas tanto para Canarias como para el panorama político y eclesiástico de Europa como que el respaldo papal proporcionó una base moral y legal para los consorcios de conquista, un modelo que sería replicado en la expansión hacia otros territorios durante los siglos posteriores. Las islas Canarias se convirtieron en un símbolo del esfuerzo por extender la fe cristiana, un proceso que culminaría con su integración definitiva en el reino de Castilla en el siglo XV. Clemente VI reafirmó el papel de la Iglesia como árbitro en disputas territoriales y como un actor fundamental en la configuración del mundo atlántico y aunque no lideró directamente expediciones ni supervisó la evangelización en el terreno, su decisión de emitir la bula Romanus Pontifex lo vincula estrechamente con los primeros capítulos de la historia colonial (definido por la RAE como "conjunto de personas que, procedentes de un territorio, se establecen en otro") de Canarias. Este episodio resalta cómo el papado, lejos de ser un espectador pasivo, influyó activamente en las dinámicas de poder que definirían la expansión europea.
En el contexto más amplio de su pontificado, marcado también por su gestión durante la Peste Negra y su mecenazgo cultural, la relación de Clemente VI con Canarias sobresale como un ejemplo de cómo la Iglesia Católica, en su afán de evangelización y mediación política, configuró el devenir de territorios que entonces se encontraban en los márgenes del mundo conocido.
cnasciturus
01/01/2025 12:02
¿Le ofrecerán llevarse al vaticano alguna patera llena?