En el marco de la celebración de Cataluña como Región Mundial de la Gastronomía 2025, dos voces fundamentales en la escena culinaria catalana, Marta Cortizas, sumiller de El Celler de Can Roca, y Fina Puigdevall, chef del restaurante Les Cols, tienen claro el presente y el futuro de la gastronomía catalana. Ambas protagonistas coinciden en la riqueza del territorio como fuente de inspiración y en la importancia de transmitir una identidad propia a través de los sabores.
Marta Cortizas, elegida mejor sumiller de Cataluña 2024, fue la encargada de maridar la presentación oficial de Cataluña como Región Mundial de la Gastronomía con una selección de vinos de las denominaciones de origen Penedés y Priorat. Para ella, el vino catalán es un reflejo del paisaje: "Es el contraste de mar y montaña, el clima extremo… Vinos tan diferentes, de mil variedades, tanto conocidas como desconocidas, vinos mediterráneos y frescos que juegan con las altitudes. Es un mundo de posibilidades".
Cuando se le pregunta por su región vinícola favorita, Cortizas se debate entre varias, pero destaca su vínculo personal con el Empordà: "Lo exploro en bicicleta todos los días, para mí es como casa. Recientemente, he trabajado con la Ruta del Vino de l’Empordà, visitando bodegas y conociendo proyectos únicos. Sin embargo, también siento una gran admiración por el Priorat y Montsant, con paisajes que transmiten la dureza de una viticultura extrema".
Sobre el papel del vino catalán en la gastronomía mundial, la sumiller lo tiene claro: "Es el 50% de la experiencia gastronómica. La gente que visita nuestros restaurantes busca explorar los vinos catalanes, y se quedan maravillados. Creo que hay un mundo por recorrer". Y para quienes aún no han descubierto estos vinos, su mensaje es claro: "Que no tengan miedo a probar. En la curiosidad está el acierto".
Con la iniciativa '12 meses, 12 Denominaciones de Origen', Cortizas espera que "además del impacto internacional, haya un despertar local. Que la gente de aquí conozca las rutas del vino, visite bodegas y descubra la riqueza que tenemos a nuestro alrededor".
La cocina volcánica de Fina Puigdevall: una experiencia con alma
Desde el corazón de la Garrotxa, Fina Puigdevall y su hija Martina Puigvert han hecho de Les Cols un referente gastronómico enraizado en su paisaje. Su propuesta culinaria gira en torno a los productos del entorno, desde las judías de Santa Pau hasta la cebolla dulce del volcán Croscat. "Nuestra cocina está inspirada en la naturaleza que nos rodea, en la intimidad de nuestro paisaje y el ciclo inmutable de las estaciones", explica Puigdevall.
El paisaje volcánico de la Garrotxa es un elemento esencial en su cocina: "Ofrece productos con identidad propia. Nos inspira a trabajar con la cebolla dulce del Croscat para nuestra royale de cebolla o con las judías de Santa Pau, que consideramos el caviar de la Garrotxa por su delicadeza". Esta relación con el territorio no solo se refleja en los ingredientes, sino también en la filosofía del restaurante: "Queremos que nuestros comensales sientan que están degustando nuestro territorio, que perciban el vínculo que intentamos crear con el paisaje".
En el marco del programa '12 meses, 12 paisajes gastronómicos', Puigdevall defiende la singularidad de la Garrotxa: "Todos los paisajes de Cataluña son hermosos y poseen identidad propia, pero nuestro entorno nos permite hacer una cocina estacional y rural. Es sobria pero esencial, austera y humilde, pero también intuitiva y auténtica. Queremos que sea un reflejo de nuestra manera de ser".
Para la chef, las iniciativas que buscan conectar territorio y gastronomía son esenciales para preservar la identidad culinaria catalana: "Nos parecen muy interesantes los proyectos que ponen en valor la riqueza de nuestra cocina, que fomentan el turismo sostenible y cultural. Es importante mantener nuestra esencia y proyectarla al mundo".
El reconocimiento de Cataluña como Región Mundial de la Gastronomía 2025 es un catalizador para que profesionales como Marta Cortizas y Fina Puigdevall sigan impulsando la excelencia y la identidad gastronómica del territorio. A través de sus vinos y su cocina, ambas transmiten un mensaje claro: la gastronomía catalana no solo es una experiencia sensorial, sino un viaje por su historia, su paisaje y su gente.
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