Francia está preparando un nuevo impuesto para smartphones y tabletas con el cual subvencionar la creación de cine nacional, así como artes y música. Por el momento es una propuesta que se ha hecho al Gobierno galo y que ha obtenido el respaldo del presidente de la República, François Hollande, según asegura 'Financial Times' este martes.
Un informe gubernamental defiende la "excepción cultural" francesa en la era digital y propone gravar con un 4% la venta de todos los dispositivos electrónicos, incluyendo videoconsolas y ebooks, que permitan el acceso por internet a contenido cultura. "Las compañías que hacen estas tabletas deben contribuir con parte del beneficio de sus ventas a los creadores", ha dicho Aurélie Filippetti, del ministerio de Cultura. La nueva tasa se podría incluir en los presupuestos del próximo año, ha asegurado.
El informe asegura que las autoridades están legitimadas para "corregir los excesivos desequilibrios" en la economía digital. "Podemos usar los impuestos para hacer que actores que directamente no explotan el contenido, pero se benefician de su circulación, contribuyan a la creación". Obviamente, los fabricantes de dispositivos como Apple o Samsung han dicho que se trata de "un movimiento en la mala dirección".
Modelo francés
El modelo francés, guste más o menos, es desde luego casi único en Europa por la forma en que promociona sus propias creaciones en lengua vernácula. Mediante impuestos a las compañías de televisión y otros distribuidores y también con estrictas cuotas para el cine francés. Un antiguo presidente de Canal Plus, Pierre Lescure, ha sido uno de los seleccionados por Hollande para hacer propuestas para fomentar y proteger la creación cultural gala. Aunque desde Cultura han dicho que la tasa será de "un nivel muy bajo", habrá que tener cuidado para que no castigue a los consumidores y fomente el mercado negro. Un 1% de impuesto aportaría 86 millones de euros, y la idea es poderlo subir hasta el 3 o el 4%. En cuanto a los empleos, creen que no afectaría prácticamente a Francia pues grava a compañías con la mayoría de sus empleados en el exterior.