Internacional

La izquierda celebra el fin de la Francia blanca

En pleno debate sobre los presupuestos de 2025, hace ya dos semanas, el primer ministro mencionó la “sumersión migratoria” que sufre Francia

  • Parlamento de Francia -

Es la “Francia criolla” para Melenchón y la “Francia mestiza” para los socialistas. Del modo que sea, la izquierda ha hecho suya la teoría de “la Gran Sustitución”, denostada como racista y pronazi. La Francia política y mediática vuelve a inflamarse por uno de los capítulos que más divide a políticos y ciudadanos como es la inmigración, ya sea legal o clandestina. En pleno debate sobre los presupuestos de 2025, hace ya dos semanas, el primer ministro mencionó la “sumersión migratoria” que sufre Francia, lo que desató la ira de las izquierdas y provocó incluso, el anuncio de una moción de censura del Partido Socialista (PSF) que se votará el próximo miércoles.

Nadie duda que la iniciativa del PSF y de su líder, Olivier Faure, está destinada a compensar a su electorado por su apoyo al gobierno en la aprobación del plan financiero para este año y para frenar las acusaciones en su contra por “haber fracturado el frente de izquierda” que les unía a “La Francia Insumisa” de Jean-Luc Melenchón, con los comunistas y con los ecologistas. El “traidor” y “vendido” Faure tuvo que sacar de la manga una excusa para defenderse del “macronismo”, pero su moción no tendrá éxito y será interesante comprobar si es votada por sus excolegas de la extrema izquierda. 

En estudio el “derecho de suelo” para adquirir la nacionalidad

En todo caso, Beyrou, decidido a endurecer la política de inmigración que ha convertido a Francia en un coladero en los siete años de la presidencia de Emmanuel Macron, ha provocado un nuevo debate que ya dio como resultado la aprobación de una propuesta para restringir el llamado “derecho de suelo”, por el que un nacido en territorio francés de padres extranjeros puede reclamar automáticamente la nacionalidad francesa. Esa norma se va a aplicar ya en el departamento de Mayotte, donde los cientos de miles de clandestinos procedentes de la vecina isla de Comores han provocado una crítica situación económica, social y de criminalidad.

Nadie esperaba que el “conducator” trotskista pudiera sacar de la cárcel del pensamiento la teoría de la “Gran Sustitución”

La simple mención al tabú del “ius soli” dio pie a Jean-Luc Melenchón para intensificar su cruzada electoral en busca del voto de los descendientes de la inmigración en las “banlieues” o lo que él llama ahora “barrios” (“quartiers”). En un mitin celebrado en la Universidad de Toulouse, el líder máximo de “LFI” insistió en su concepto de “criollización” o sociedad criolla, para definir a la población de lo que él considera la nueva Francia.

Melenchón llegó a manifestar ante unos estudiantes enardecidos, pero ignorantes del concepto, que sí, que “hay una gran sustitución de una nueva generación que no se parecerá ya nunca a la precedente”. Nadie esperaba que el “conducator” trotskista pudiera sacar de la cárcel del pensamiento la teoría de la “Gran Sustitución” (“Le grand remplacement”) plasmada en un libro por el escritor y ensayista, Renaud Camus, en 2011, y que le valió la muerte civil y la cancelación de por vida, bien antes de que el término “woke” llegara a las costas de Europa. Así se explicaba el propio Camus, antes de sufrir el boicot eterno: “Es muy sencillo, existe un pueblo y, de golpe, en una generación, usted encuentra en su lugar uno o varios pueblos. La gran sustitución es el cambio de población que hace posible la gran desculturización; es el fenómeno más importante de la historia de Francia desde hace siglos”. 

Melenchón se autoproclama magrebí y renuncia al laicismo

Pensamiento “pronazi”, “fascista” y “complotista” para la izquierda (y el centro), que teoriza sobre la sustitución del pueblo autóctono francés por la “invasión” migratoria, las obras de Camus no se encuentran en librerías y el autor las autoedita y vende a través de plataformas digitales. Melenchón se ha apropiado de la tesis de esa “nueva Francia” que él describe con apoyo de cifras: “Cuando yo era pequeño, uno de cada diez franceses tenía abuelos extranjeros; hoy, uno de cada cuatro; que esto siga así, la Francia tradicional es una Francia disminuida”.

Melenchón, desde hace siete años (y sus dos fracasos en las presidenciales), se ha lanzado a la conquista del voto de la inmigración, que le ha exigido renunciar a su antiguo ideario laicista y republicano para atraerse a los franceses musulmanes (que hoy le votan en un 62%), aunque para ello tenga que apoyarse en el islam político, en el antijudaísmo más bochornoso y, por supuesto, en su apoyo a los terroristas de Hamás. El Melenchón que se manifestaba ardorosamente contra el velo islámico hace pocos años ya solo existe en las videotecas. 

Los socialistas no quieren quedarse atrás, es decir, no quiere dejar en exclusiva a la extrema izquierda el caladero electoral de la inmigración

Esa política le ha costado también severas críticas de alguno de sus propios camaradas. Así, François Ruffin, que renunció a seguir en “LFI” para integrar el grupo parlamentario de los “verdes”, recoge en su libro "Itinéraire. Ma France en entier, pas à moitié" (“Itinerario. Mi Francia entera, no la mitad”) cómo Melenchón ha perdido el apoyo de los franceses autóctonos pobres, esos “petits blancs” que en otras latitudes la izquierda tacha de “deplorables”. “No puedo sobrevivir donde solo hay blancos con ojos azules”, confesó el caudillo de la izquierda que, por haber nacido en Tánger, se proclama hoy “magrebí”, pero que nunca menciona a sus abuelos procedentes de España y Sicilia. Para François Ruffin, una nueva candidatura de Melenchón a las presidenciales de 2027 abriría la puerta del Elíseo a Marine Le Pen.

“Franceses blancos, alcohólicos, obesos, que huelen mal”  

Ruffin, un político que se bate desde la izquierda radical en una de las regiones más pobres de Francia (Norte), cita también declaraciones despectivas de Melenchón hacia los habitantes de ese territorio con poca emigración extraeuropea y tradicionalmente tierra de acogida y trabajo en las minas ya clausuradas para polacos, italianos y españoles: “No se entiende nada de lo que dicen, transpiran el alcohol desde la mañana, huelen mal, son todos obesos”. Si estas palabras hubieran sido pronunciadas por un político de centro o de las derechas, le habrían supuesto prisión y, por supuesto, cancelación de por vida similar a la que vive Renaud Camus. Pero estamos en Francia. 

Por su parte, los socialistas no quieren quedarse atrás, es decir, no quiere dejar en exclusiva a la extrema izquierda el caladero electoral de la inmigración - pasada o reciente -. Olivier Faure se ha mostrado partidario de participar en el debate sobre “la identidad francesa” que François Bayrou ha lanzado. El dirigente socialista prefiere el término de “Francia mestiza” al de “criolla”. Faure dice defender una Francia “pluricultural” y “plurireligiosa”, “contra los que solo defienden una Francia blanca y católica”. “Francia- afirma- tiene sus raíces en su historia, pero también en el aporte de los sucesivos flujos migratorios”. Es decir, da también por bueno el cambio de paisanaje en su país. 

 Renaud Camus - para el filósofo Alain Finkielkraut, “uno de los más grandes prosistas de la lengua francesa” y, también, “el más grande apestado de nuestro tiempo”-  desde su aislamiento en el castillo de Plieux, construido en el siglo XIV, de debe estar pensando en reclamar derechos de autor a la misma izquierda que le ha enterrado vivo mediática y culturalmente. 

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