Mirada perdida, confusión, tristeza e incluso llanto. Miles de niños están huyendo de Ucrania, dejando así sus hogares tras presenciar imágenes que jamás debieron ver. Por ello, al cruzar la frontera, les esperan cientos de voluntarios con ganas de devolverles la sonrisa, aunque sea de forma efímera. Las formas de hacerlo son muy variadas: juguetes, regalos,... y espectáculos de payasos. De estos últimos, en otros, se está encargando el equipo de Payasos Sin Fronteras, que comenzó su 'gira' el pasado día 15 de marzo y se quedará allí hasta el día 25 del mismo mes.
"Hay muchos niños se te acercan con una sonrisa de oreja a oreja, aunque es cierto que hay otros que se les ve cara de miedo o preocupación", nos cuenta Nacho Camarero, uno de los payasos que está en Polonia como voluntario. También nos dice que varía mucho la situación de un niño a otro, ya que "algunos han dejado atrás a alguien y otros muchos han visto las bombas de cerca" mientras que hay otros que tienen una situación mucho más favorable.
En cada espectáculo, el número de niños varía, ya que muchos están en 'Jalas' (centros de acogida) y otros tantos en estaciones de tren esperando un destino más o menos definitivo. "En el último espectáculo había 30 niños y notamos que estuvieron muy metidos", cuenta Nacho, que se quedó "con el abrazo sentido" que una niña les regaló a cada uno de los payasos al terminar el 'show'. Porque para él, lo más bonito es "compartir con ellos risas", aunque por desgracia estas "no sirvan para solucionarles la vida".
Hay muchos niños se te acercan con una sonrisa de oreja a oreja, aunque es cierto que hay otros que se les ve cara de miedo o preocupación"Nacho Camarero, de Payasos Sin Fronteras
Nacho también se emociona con la reacción de algunos padres, que por lo general, son mucho más conscientes del terror que se está viviendo en sus hogares, aunque estos están menos pendientes del 'show', ya que están pendientes de conocer donde se tienen que marchar. "Para los padres es muy importante ver a sus hijos felices dentro de lo posible. Muchos te lo agradecen al final", nos cuenta.
Una de las anécdotas con las que se queda ocurrió en un espectáculo de los primeros días. En él, tuvo que salir a atender una llamada y cuando estaba en ello, "vino un niño con su madre para que jugase con él. Al final, me quedé con el niño fuera y si ves cómo sonreía,...".
El gran problema de estos españoles en Polonia es evidente: el lenguaje. Por fortuna, según cuentan, "el lenguaje del circo y 'clown' es universal, ya que una caída o un tortazo son cosas que todo el mundo entiende". Tanto él como sus compañeros Boris Ribas, Lucía Pennini y Antoine Durdilly han estudiado algunas palabras en ucraniano para poder comunicarse de forma básica con los niños. "Con un diccionario hemos aprendido algunas palabras básicas para saludar, mandar besos… buscas cosillas pero a veces hasta sobra hablar", nos cuenta Nacho.
Una organización relámpago
Según comenzó la guerra, Payasos Sin Fronteras se puso manos a la obra para poder ir a ayudar a los niños refugiados. Ya el pasado 9 de marzo, tanto Nacho como Magdalena Staniewicz, polaca pero residente en Barcelona, viajaron a Varsovia para comenzar a preparar los espectáculos. También hemos hablado con ella, que nos cuenta que comenzó todo "con contactos de amigos, ONGs,... hasta crear una gran red de contactos con los que coordinar este trabajo".
Visitaron estaciones de tren, puntos de recepción y centros culturales y escuelas de Varsovia, Przemysl, Medyka y Lublin, que son los lugares donde Payasos Sin Fronteras está actuando durante todos estos días. "Visitamos los lugares donde estaban los niños y es todo una pena. "Encontramos a mucha gente durmiendo en colchones y tumbonas, a la espera de un destino", relata Magda a Vozpópuli. Después, el día 14, recogieron a los tres payasos que estaban por llegar para realizar los 'shows'.
Durante un rato, con el espectáculo de Payasos Sin Fronteras, estos niños "vuelven a ser niños durante un rato y olvidan que están en sitios inhóspitos y fríos"
Gracias al trabajo de los payasos, estos lugares tan oscuros "se llenan de luz". Magda se conmueve al recordar cómo "una coordinadora de un centro de refugiados se emocionó y nos dijo que nunca pensó que en un lugar así fuera a escuchar tantas risas". Era un centro de acogida con 3.500 personas en su interior. Según cuenta, "vuelven a ser niños durante un rato y olvidan que están en sitios inhóspitos y fríos".
Payasos Sin Fronteras puede hacer esta bonita labor gracias a la colaboración de instituciones públicas y empresas, que financian sus proyectos. "Esta expedición es posible gracias a los donantes que nos apoyan", dice Magda.
Una gira que esperan poder repetir
Según Salud Mental Europa (MHE), la guerra entre Rusia y Ucrania tendrá graves consecuencias a largo plazo en la salud mental de los niños y jóvenes afectados. Según UNICEF, todos estos pequeños necesitan apoyos psicosocial en estos primeros días lejos del conflicto. ¿Son los payasos una solución para ello? Según Nacho Camarero, sí lo son, aunque con un matiz: "Es un trabajo que necesita continuidad".
"Hemos demostrado que esto les ayuda, pero van a necesitar más", comenta. Payasos Sin Fronteras ya opera en otros países de forma permanente, como en Colombia y el Líbano. Allí trabajan con grupos de niños concretos, lo cual permite observar una evaluación favorable en su salud mental. Debido a esto, la idea de esta organización es hacer más expediciones en los próximos meses y si es posible, crear un asentamiento fijo para echar una mano a estos pequeños que huyen de la guerra.
Al fin y al cabo, tal y como señala Nacho Camarero, "aunque la guerra acabe ya, esto va para largo, porque ya hay tres millones de refugiados" repartidos por Europa. Por el momento, Payasos Sin Fronteras alimenta el alma de estos pequeños durante unos pocos días.