Si creen que su vida es complicada, piensen un poco en la de Kiko Rivera. A penas llegado a la treintena, el hijo de Isabel Pantoja tiene un hijo con Jessica Bueno y espera otro de su actual novia, Irene, la crisis económica siempre le rodea, sufre de gota, su madre está en prisión, su padre murió antes ni siquiera de que pudiera recordarlo, con su hermana tiene sus más y sus menos, padece un problema de sudoración y olor corporal -contado por él mismo- y el caché de sus bolos ha bajado, como el de todo hijo de vecino. De acuerdo, es famoso, ¿pero a qué precio? Y si con esto no tenía suficiente, ahora va a tener que pasar por el juzgado para conseguir desalojar un loft que tiene en San Sebastián de los Reyes.
Resulta que unos okupas han decidido instalarse en el apartamento y Kiko no está nada de acuerdo con ello. El DJ quería vender la propiedad para contribuir a sanear su economía, pero a ver quién es el valiente que adquiere un piso con este inquilinos dentro. Los vecinos, según contaba esta semana la revista Lecturas, no tenían claro si eran okupas, okupas, de los que van y se instalan sin preguntar, o amigos de Kiko a los que ahora quiere echar, pero la cuestión es que el hijo de la tonadillera está dispuesto a acudir a la justicia para recuperar el control de sus inmuebles. Un nuevo conflicto que se suma a la larga lista de problemas que siempre rodean a los Pantoja. Aunque, en el fondo, deberían ya estar curados de espanto, al menos en lo que a propiedades se refiere.
Si algo ha caracterizado al clan folclórico más mediático del país ha sido la mala suerte. Han tenido mala pata en el amor, en la vertiente profesional, en los negocios y, claro, en las propiedades. Tenemos ligeras sospechas de que los inmuebles de los Pantoja están malditos. Sí, malditos. Alguien se ha encargado de echarles un mal de ojo. ¿No se lo creen? Pues miren:
Cantora
En el Falcon Crest de Isabel Pantoja no hay cobertura. Ya solo eso es una maldición. Cantora es el centro de operaciones de la tonadillera, su propia cárcel de cristal donde se encierra para no ver a nadie más. Allí reside su hermano Agustín y su madre. De allí se escapó Chabelita en cuanto se quedó embarazada y cumplió 18 años. Allí creció Kiko Rivera cuando todavía era conocido como Paquirrín y ahí es donde los verdaderos amigos de la cantante luchan por ver quién será el próximo vetado por la familia. Cantora guarda la esencia de Paquirri y eso no puede ser bueno. Isabel debería cerrarlo todo, venderlo y trasladarse a un sitio céntrico, cosmopolita. Ya basta de estar aislada del mundo en medio del campo, ¿no creen?
Mi Gitana
El símbolo del amor entre Isabel Pantoja y Julián Muñoz. El romance entre la tonadillera y el exalcalde fue el origen de todos los males que han venido luego. Un 'dientes, dientes' que les ha pasado más factura de la que nunca podían haber esperado. Normal que Isabel quisiese deshacerse de 'Mi Gitana', la propiedad en de La Pera en la que tan ¿feliz? fue con el político. Muñoz se quedó a vivir en ella y la cantante tuvo que declarar que era ella la que le mantenía, la que le pagaba todo. Una vez llegó el blanqueo y los juicios, se acabó el amor y también la casa.
La Moraleja
Durante los meses anteriores a la entrada de Isabel Pantoja en prisión nadie entendió que no se desprendiera de más propiedades para hacer frente a los pagos judiciales que debía satisfacer. El entorno de Isabel Pantoja aseguró que su casa de La Moraleja estaba en venta pero que no encontraban a nadie capaz de comprarla. Por allí vimos pasar a las fans de Isabel para hacer la mudanza y a la policía para investigar un robo en la propiedad. Llevarse, no se llevaron nada. Cuatro papeles como mucho. ¿De todas las casas de la urbanización tenían que entrar en la de la Pantoja precisamente? El mal de ojo, hágannos caso.
Villa Chabelita
Acostumbrada a las residencias de alta categoría, Chabelita no iba a conformarse con un pisito de soltera después de salir de Cantora. En un primer momento, la entonces pareja enamorada, Isabel y Alberto Isla, se alquilaron un apartamento, pero pronto cambiaron de residencia a una villa en una zona de mejor vecindario. Allí fueron felices durante ¿un par de meses?, y también vivieron la sonada ruptura, reconciliación y ruptura de nuevo. Y lejos de mudarse para cambiar de vida, Chabelita prefirió que quedarse y que cambiase el novio. Dormir en la misma cama que Alberto Isla no puede ser bueno. Normal que la relación con Alejandro no acabe de cuajar.