A finales de 2023, las expectativas de reducción de los tipos de interés de referencia, tanto en la UE como en USA, eran bastante fuertes. Se contaba con un pronto inicio de las mismas y con muchas bajadas en 2024, esperándose por parte de algunos hasta seis o siete. La realidad está siendo bastante menos optimista.
La Fed, entre Trump y Biden
Sobre todo en USA donde, por un lado, los precios resisten más de lo esperado (el pasado miércoles el IPC volvió a ser más alto que la previsión) y no puede darse por superada la crisis inflacionista reciente; y, por otro, el crecimiento económico y la creación de empleo siguen relativamente sólidos, sin que se atisbe por ahora ninguna recesión, como se temía, y ni siquiera un aterrizaje suave.
En el entorno general, hay que sumar a esto que el precio del petróleo está repuntando, sobre todo con las restricciones a la oferta por parte de la OPEP, y amenaza con transmitirse a las tasas generales de aumento de precios. Y que las guerras de Ucrania y Gaza suponen también un riesgo geopolítico importante, con derivadas que podrían llevar incluso a un conflicto con Irán y el disparo del precio del crudo.
Una consecuencia de todo esto la podemos ver en la evolución del tipo a 10 años en los bonos norteamericanos. El 27 de diciembre, su TIR llegó a estar en el 3,78% y en el momento de escribir estas líneas ha repuntado hasta más del 4,5%, tres cuartos de punto porcentual más arriba. Porque el mercado ha rectificado sus expectativas sobre la evolución de tipos, rebajando la rapidez e intensidad de los descensos por parte de la Fed. Se pone ya en duda que baje en junio y, si no lo hace durante el verano, será más problemático que actúe cuando se aproximen las elecciones de noviembre. Biden quiere menores tipos de interés para beneficiarse electoralmente de ello, y Trump, que la Fed espere y los baje cuando él gane. El primero incluso lo ha prometido, sin respetar la independencia de la Fed, actitud que tampoco caracterizó al segundo mientras estuvo en el poder.
El BCE, todo listo para junio
En la eurozona, la situación es claramente más favorable para la reducción de tipos por parte del BCE. Porque el crecimiento económico es bastante anémico y porque la inflación parece estar más controlada que en USA. De hecho, en este último país hubo importantes factores de demanda en la elevación del IPC y en Europa, en cambio, predominaron los de oferta, que han quedado ya relativamente atrás. Los miembros del Consejo del BCE no han querido emprender las reducciones de tipos prematuramente y han esperado a que los datos confirmasen que la inflación subyacente está dominada y que las negociaciones salariales no la amenazan. Pero todo parece preparado para que, en la reunión del próximo mes de junio, Lagarde decrete la primera bajada, por una cuantía de 25 puntos básicos.
Doy por hecho que ocurrirá así. Pero creo que lo más importante para la continuidad de los descensos será lo que decida Powell, el presidente de la Fed. Y, como decía, está aumentando la probabilidad de que el banco central norteamericano opte por no bajar los tipos aún. Incluso hay quien apunta el riesgo de que no los reduzca hasta fin de año. Si eso sucediera, y Lagarde llevara a cabo nuevas reducciones, ello implicaría con elevada probabilidad la depreciación significativa del euro y su camino hacia la paridad con el dólar. No hay más que ver que, hace unas semanas, el banco central suizo llevó a cabo su primera bajada de tipos y el franco suizo cayó un 5%. Si el euro se fuera hacia abajo, Europa importaría inflación y, al final, la bajada de tipos podría acabar resultando incluso contraproducente.
Por otra parte, la historia nos dice que el BCE suele llegar tarde a los virajes de la política monetaria y que la Fed le ha ido marcando normalmente la pauta. Así que me temo que el BCE quizás no hará muchos movimientos continuados sin que la Fed haga lo propio. Por lo que los casi cuatro recortes que, últimamente, estaba esperando el mercado en 2024 podrían no alcanzarse…
La deuda, los tipos y las Bolsas
Al gobierno español esto no le gusta nada y ya parece haber mandado a algunos “fieles” de sus medios afines a criticar al BCE. Está claro que tipos más altos no favorecen el crecimiento, del que tanto pretenden presumir el presidente Sánchez y sus ministros, aunque en realidad sea solo coyuntural y basado en el déficit y la deuda. Precisamente, tampoco alivian el coste de esta última, cuyo volumen Sánchez ha situado en la estratosfera.
En realidad, todos los países han abusado de la deuda y entre ellos Estados Unidos, que tiene un volumen absolutamente brutal (34 billones de dólares, más del 120% del PIB). Precisamente, la necesidad de convivir con la inmensa deuda mundial, y no encarecerla más, es una de las razones que llevan a algunos a pensar que los bancos centrales acabarán bajando tipos, aunque la inflación no esté domeñada y que quizá convivamos en el futuro con tasas de inflación más elevadas y tipos reales poco positivos. Veremos.
Por último, resulta un tanto sorprendente que la caída de precios en los mercados de renta fija por las menores expectativas de bajada de tipos haya ido acompañada estos meses de un significativo repunte de los de renta variable. Es probable que se acaben realineando en los próximos meses, por movimientos de la renta fija, de la variable o de ambas