Salvarse a sí mismo. Un cambio de cromos ejecutado al modo y manera de una brigada de limpieza cuyo fin último es eliminar riesgos innecesarios. Caiga quien caiga. La puesta en marcha del mecanismo que de forma instintiva activa en las sociedades la terapia autodefensiva del olvido. Todo ello al servicio de una nueva victoria en las urnas.
Conviene no confundirse: las razones de la remodelación ejecutada por Pedro Sánchez, ciertamente extensa, poco o nada tienen que ver con las necesidades que nos impone la realidad de la triple crisis por la que atraviesa el país. La degollina responde casi exclusivamente a causas de estricta índole electoral, digan lo que digan los palmeros en nómina y los sobrevenidos.
No, los relevos arbitrados por Sánchez apenas tienen en cuenta los intereses generales de una España que sobrevive gracias a la solidaridad de Europa y de su Banco Central, a pesar de unos gobiernos que han consolidado al secesionismo catalán como el principal riesgo para la estabilidad de la nación y al impacto de una pandemia que ha desmontado con crueldad desconocida la visión idílica de una Administración ejemplar y una Sanidad imbatible.
El grueso de los nombramientos persigue consolidar el control de todo el poder territorial una vez desactivados los órganos federales
La juventud de las nuevas caras del Ejecutivo no justifica ninguna crítica preventiva, ni que les neguemos el plazo de obligada confianza que debe concederse a los recién llegados a un puesto de la máxima responsabilidad. Pero la falta de experiencia que, salvo algún caso aislado, exhiben en las materias que han de gestionar, alimenta desde el primer momento las dudas sobre sus capacidades para abordar con acierto una situación que reúne todos los ingredientes para ser calificada de emergencia nacional.
No, de ningún modo han sido los intereses de España los que han inspirado este, a todas luces inoportuno, relevo generacional, este frívolo desaire a los atributos de la experiencia. Son otras las prioridades perseguidas por Sánchez, la primera de las cuales tiene que ver con su intención de culminar, en el ámbito del PSOE, su proyecto de acaparar todo el poder territorial una vez establecido un férreo control sobre los órganos federales.
Ábalos, un peso muerto
Es en esa clave, la de materializar el asalto definitivo a los enclaves donde resiste el viejo partido, en la que hay que leer los nombramientos de las ministras de Política Territorial (procedente de Castilla-La Mancha), Educación (Aragón) y en parte también el de la titular de Ciencia e Innovación (Comunidad Valenciana). En la clave de eliminar cualquier contrapoder con capacidad para contestar la ya irreversible degeneración cesarista del sanchismo. Y en la no menor de deshacerse de cualquier lastre que pudiera poner en riesgo su plan de perpetuarse en el poder.
De ahí, también, que Sánchez haya elegido a personas sin apenas pasado. De ahí que, sorpresivamente, José Luis Ábalos haya sido una de las cabezas sacrificadas. Los casos Delcy Rodríguez y Plus Ultra (desvelados por Vozpópuli), ambos conectados, no han escrito su último renglón. Ábalos era ya un ministro zombi, alguien cuyo futuro dependía, y aún depende, de la voluntad de un sátrapa llamado Nicolás Maduro. Una bomba de relojería dentro del Gobierno que, reconozcámoslo, Sánchez ha desactivado con habilidad.
El cese de Iván Redondo se justifica en el mensaje que transmite: no hay en el firmamento político más Rey Sol que Pedro Sánchez
De igual modo, la salida de Iván Redondo, otra de las sorpresas de esta crisis gubernamental, estaría relacionada con la acumulación de mensajes que desde dentro del PSOE trasladaban a Sánchez la creciente preocupación por las amistades más o menos “peligrosas” del omnipotente jefe de Gabinete. Sin embargo, la causa principal del divorcio hay que buscarla en el mensaje que transmite: no hay en el firmamento más Rey Sol que Pedro Sánchez.
La tercera sorpresa, si así puede calificarse, ha sido la degradación de Miquel Iceta. Demasiado comprensivo con el independentismo, Iceta no encaja en el nuevo plan de Sánchez: recuperar la imagen de moderación perdida. “Las palabras se las lleva el viento y solo quedan los hechos en la conciencia de los ciudadanos, y no por mucho rato”, decía no hace poco un destacado dirigente de la Oposición. A no mucho tardar, volveremos a ver a Sánchez envolverse en la bandera de España.
Dos apuntes más. El primero sobre Unidas Podemos: al renunciar a su autonomía para nombrar y cesar ministros, Sánchez bendice la anomalía de un país que cuenta con dos gobiernos, el A y el B, mientras que la coalición de izquierda radical confirma la degeneración de un proyecto que, salvo en el caso aislado de la titular de Trabajo, se conforma con las migajas del poder para seguir en el poder.
Segundo apunte: Nadia Calviño, la buena noticia de esta crisis. Un guiño inequívoco hacia la Unión Europea; el único gesto de reconocimiento de la cruda realidad frente al populismo. Sus choques con Yolanda Díaz nos darán tardes de gloria. Veremos si aguanta.