Opinión

Sánchez disimula el sanchismo

El desplome de Sánchez era tan acusado desde febrero de 2021, según las encuestas, que solo cabía una solución: más PSOE. El propósito es aparentar que el partido ha dejado

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. -

El desplome de Sánchez era tan acusado desde febrero de 2021, según las encuestas, que solo cabía una solución: más PSOE. El propósito es aparentar que el partido ha dejado de ser la banda de Sánchez, el prieta las filas para cumplir los deseos del líder, y retomar la tradición socialista. El motivo es evitar una victoria del PP como en 2011. En aquel entonces, un millón de votos socialdemócratas se fueron al PP de Rajoy por rechazo al zapaterismo, como está pasando ahora.

El antisanchismo se ha extendido también en el PSOE. Su electorado está en la franja superior a los 45 años, mujer, educación media y clase media-baja. Ese votante desprecia el abrazo a los independentistas, y aunque tolera a Unidas Podemos como mal necesario, ve en el podemismo un lastre y una vergüenza para la izquierda. Ni siquiera la marcha de Pablo Iglesias puede paliar esta sensación.

Si el presidente del Gobierno se hubiera mostrado como un hombre de Estado, generoso con Madrid, simpático y abierto con su presidenta, no hubiera tenido ese desastroso resultado

En las elecciones del 4-M en Madrid se vio claramente: cerca de 100.000 antiguos votantes del PSOE votaron al PP. No fue solo por la política de Ayuso, sino por el desprecio a Sánchez. Si el presidente del Gobierno se hubiera mostrado como un hombre de Estado, generoso con Madrid, simpático y abierto con su presidenta, no hubiera tenido ese desastroso resultado. Pero no podía ser. Redondo insistía en que hacer la guerra a Ayuso servía para aparentar que era la verdadera líder del PP y crear así un problema a Pablo Casado. La idea del divide y vencerás no siempre funciona.

El agujero en el barco del PSOE se llama sanchismo. Por ahí se iban los votos. La única solución, por tanto, era quitar a sus nombres más relevantes salvo al jefe, claro. Por eso ha despachado a Carmen Calvo, Ábalos, Campos e Iván Redondo. González Laya no cuenta. Todos los que han dado la cara por la nefasta política del sanchismo han sido retirados como chatarra vieja que no deja ver el paisaje.

La mascota del independentismo

El sanchismo quiere renovarse sobre cuatro ejes: recuperación social, feminismo, digitalización y ecologismo. La palabra “concordia” ha quedado para los susurros. Es la recuperación del PSOE y el adiós al sanchismo que conocimos desde 2018. Tiene dos años para recuperar la imagen y la confianza de los votantes socialdemócratas, de esos socialistas moderados que no quieren ver a su partido como la mascota del independentismo.

Las manifestaciones de la antigua guardia, Felipe González, Alfonso Guerra, Leguina y Nicolás Redondo, tuvieron ese efecto electoral. Dijeron que el PSOE era mucho más que Sánchez, con lo que invitaron a los socialistas de toda la vida a dar la espalda a su secretario general. La sensación de barco que se hunde poco a poco es mortal para cualquier partido. Véase Ciudadanos. Esto, como en 2011, se nota luego en las urnas.

Los nuevos son personajes secundarios, gente de partido que solo conoce la obediencia y el patriotismo socialista

Ese voto solo lo puede recuperar Sánchez volviendo a la identidad del PSOE anterior a 2018. Sabía que era imposible vender el inicio de un tiempo nuevo con las caras de siempre. De ahí el despido del círculo sanchista. De hecho, han sido más noticia los nombres de los que se van, que de los que llegan. Los nuevos son personajes secundarios, gente de partido que solo conoce la obediencia y el patriotismo socialista. Eso es justo lo que necesita Sánchez: soldados dispuestos al sacrificio.

Óscar López no tiene más tarea que la marcada por el Presidente: parecer que es el PSOE de toda la vida, comunicar al votante socialista que ha entendido el mensaje, que no se olviden de la tradición de la urna, y que no se pasen al PP para quitarse a Sánchez de en medio.

Vender modernidad

Hay que reconocer que la partida ha empezado de nuevo. Sánchez querrá ser un socialista de pata negra, españolazo pero comprensivo con los nacionalistas, constitucionalista pero defensor de la reforma, feminista aunque con las mujeres a su alrededor, no al mando. Venderá modernidad sin exageraciones, ecologismo sin veganismo, sectarismo aunque guardando en un cajón la ley de memoria democrática que elaboró Carmen Calvo.

Pero no se confundan. Sánchez solo se arrepiente de no haber salido mejor en las fotos, de que su plan de dominación mundial no haya cuajado, no del plan. Por eso inventa otro. Para sobrevivir. Y ya tiene a sus peones, el relato construido, y la lluvia de millones europeos. Si no da un repunte en las encuestas a la vuelta del verano, es que resulta más torpe de lo que parece.

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