Ciudadanos camina hacia su propio laberinto. Preso de los magníficos augures de las encuestas, el auge en los medios y el respaldo que reciben allá por donde van, Albert Rivera y los suyos concurren en estas elecciones con las expectativas desbordadas. Se presentan con ese estilo amable que consiste en huir de la confrontación, vender eslóganes kennedyanos y presentarse como una formación transversal. El experimento funciona por ahora a las mil maravillas. Es un hecho innegable que están arañando muchos votos al PP y hundiendo sin remisión plausible a UPyD.
Se presentan con ese estilo amable que consiste en huir de la confrontación, vender eslóganes kennedyanos y presentarse como una formación transversal
La principal ventaja que tiene Ciudadanos es que cualquier resultado que obtenga el 24-M será bueno porque debuta en numerosas plazas electorales. Es decir, aunque las previsiones más halagüeñas no se cumplan, el partido naranja logrará escaños allá donde hasta hace nada parecía imposible que pudieran lograrlos. Su principal desventaja es que después de estas elecciones, cuando ya posea asientos en las cámaras legislativas de casi toda España, tendrá que definirse claramente a la hora de alcanzar pactos. Y quizás esos acuerdos le supongan un excesivo desgaste antes de las otras dos citas con las urnas de este 2015: las autonómicas de Cataluña en septiembre y las generales en noviembre.
Ciudadanos ha construido un discurso que se basa en numerosas promesas, unas de ideología puramente liberal, otras más conservadoras y algunas otras de corte claramente progresista. Un batiburrillo de ideas entremezcladas que se camufla o se pierde, en gran medida, por ese aire tan suyo de partido nuevo, mediáticamente perfecto, dialogante hasta la extenuación, carente de sectarismo y, sobre todo, implacable contra la corrupción. Se presenta, en esa línea, como garante de la necesaria y apremiante regeneración democrática que tantos españoles desean.
Desde Ciudadanos defienden que frente al agit-prop de Podemos, las viejas recetas del PSOE y el inmovilismo del PP, ellos apuestan por el diálogo con los distintos, las "pocas propuestas pero posibles" y la mentada regeneración. El cambio sensato y tranquilo, según sus palabras. Ocurre, sin embargo, que una cosa es predicar y otra bien distinta es dar trigo. Y Ciudadanos ha tejido un laberinto de promesas tan ambiciosas, tan alejadas de lo habitual en el régimen bipartidista, tan heterogéneas y tan pulcras, que puede acabar encerrado en su propia construcción. Quien conoce el mito de Teseo y el Minotauro sabe perfectamente que a veces las más grandes y bellas ideas se revelan irrealizables y acaban por castigar sin piedad a quienes las defienden. Un ejemplo de ello es que Rivera y los suyos apuestan por una forma limpia de hacer política pero, por paradójico que parezca, en sus filas se han colado no pocos arribistas que tarde o temprano les generarán problemas.