Opinión

Cuánto malote hay en el periodismo

Lo ha denunciado con cara de que le deben y no le pagan la señora Belarra, diputada y secretaria general de Podemos: hay que ac

  • La secretaria general de Podemos, Ione Belarra -

Lo ha denunciado con cara de que le deben y no le pagan la señora Belarra, diputada y secretaria general de Podemos: hay que acotar a ciertos periodistas que vierten mentiras a diario en los grandes platós de televisión, citando a Ana Rosa Quintana, Pablo Motos, Susana Griso y, pásmense, Antonio García Ferreras. Dice la Belarra que hay que saber “qué intereses económicos hay tras sus mentiras”. El portavoz del PP, Miguel Tellado, le ha dicho a la presidenta del Congreso que, mujer, eso era pasarse, que debería moderar la cosa y que insultar a periodistas con nombres y apellidos en el hemiciclo no estaba bien. Así que sería conveniente, concluía mi tocayo, retirar las palabras de Belarra del diario de sesiones. Francina Armengol, dicharachera, ha dicho que no emplease ese tono amenazante -¡amenazante Tellado!- y que ya lo mirará cuando tenga una clarita entre dos quehaceres.

Note el avispado lector que entre los citados no hay ni uno que trabaje en Televisión Espantosa. De lo cual se deduce que el mal reside en lo privado, porque lo público está en manos de seres de luz. Los malotes, la fachoesfera, los contrarios al irrefrenable alud de progreso que nos proporciona este gobierno, que igual pacta con Bildu que dice que declarará persona non grata a Milei mientras reconoce al terror en Oriente Medio, han de ser controlados y ya veremos si encausados por algún tribunal de Actividades Antisanchistas. Porque si el mal siempre está en el otro, el periodista que no forma parte del pesebre es pernicioso por definición. Todo esto se producía en una sesión en la que, presuntamente, Sánchez iba a dar explicaciones por lo de Begoña Gómez, su esposa e institución magna de España. A Sánchez le suda un pie dar explicaciones y ha soltado su rollo de siempre, permitiéndose incluso decirle a la presidenta del Congreso que cortase a Feijoó. El líder popular ha reaccionado, pero a Sánchez, guionista, productor, director, protagonista y ahora vemos incluso que regidor de este infumable film que se llama sanchismo, un showrunner, no hay quien lo frene. En total, que ha sido una ocasión excelente para que la oposición se luciera diciéndole al monclovita las verdades del lucero del alba sin que a este o a los que viven del cordero les importe un pito. Cobran un pastizal para cargarse a España y todo lo que no sea eso, ná de ná.

Jamás le he visto un mal gesto ni una mala palabra de Ferreras con el ínclito Sánchez. Oiga, y que hace muy bien porque para eso trabaja en una privada. Como Ana Rosa, Susana Griso o ese pedazo de monstruo que es Pablo Motos, que ha convertido su exitoso programa en un problema de estado para los zurdos.

Ahora que tenemos directora nueva en la oficina, y me refiero a Concepción Cascajosa, que viene a sustituir a Elena Sánchez al frente de la Espantosa, esperemos que con fichajes como el de Broncano pueda frenar la ola de maldad periodística y que cuando Sánchez vuelva a darle una entrevista a Ferreras diga “Antoñete, que te portas mal cuando no miro”. Servidor sigue a Antonio y jamás le he visto un mal gesto ni una mala palabra con el ínclito Sánchez. Oiga, y que hace muy bien porque para eso trabaja en una privada. Como Ana Rosa, Susana Griso o ese pedazo de monstruo que es Pablo Motos, que ha convertido su exitoso programa en un problema de estado para los zurdos.

Si me pidieran parecer, que no creo porque ni ellos están para hacerlo ni yo soy nadie para darlo, les sugeriría que sigan el ejemplo que se ha producido en Francia. En un pueblo pequeñito han matriculado en el colegio rural a cuatro ovejas para llegar al máximo obligatorio y que no cierren el mismo. Overas, borregos, churras, merinas, ganado lanar, al fin y a la postre, al que esquilar cuando toca y tan agradecido con el pastor que siempre dicen beeeee al oír su voz. Eso es lo que hace falta en el periodismo español. Menos críticas y más rebaño. Y que me perdonen los ovinos.

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