Con motivo del reciente fallecimiento del gran novelista Paul Auster, las redes se llenaron de ardientes obituarios, citas de sus novelas y extractos de sus entrevistas. Una de éstas se me ha quedado enredada en la memoria. En ella, el autor, en perfecto francés, recuerda lo que su buen amigo el escritor Edmond Jabez decía al respecto de la voluntad universal de los escritores de perturbar, de desorientar al lector. "Ése es el ideal de todo escritor, la subversión. Cambiar la forma en que las personas ven la vida. ¿Sabes qué es lo más fuerte para lograr esa meta? La claridad. Puedes ser un poeta de vanguardia, y destruir la sintaxis, destruir la gramática, y tirar las palabras en la página como un acto revolucionario. Pero eso no tiene efecto alguno en nadie en el mundo. Pero piensa en Kafka. ¿Quién escribe con más claridad que Kafka? Y siempre nos desorienta".
Seguro que entenderán por qué estas palabras me han vuelto a venir precisamente hoy a la memoria, estupefacta ante la forzada crisis diplomática entre dos países hermanos como son España y Argentina. Porque no hay nada de claridad en el insulto ni en la exageración, y mucho menos en la sobreactuación, más bien al contrario: se trata, de nuevo, de “tirar las palabras en la página”, en el malherido espacio público, sin otra intención que dar otra vuelta de tuerca a la dinámica de exageración y de uso electoralista sin límites en que vivimos inmersos.
Cuando todo es campaña, nada lo es. Cuando las palabras se vacían de significado y se pretende incrustarles otros, perdemos el suelo común de entendimiento que es el que nos permite convivir y avanzar. Pero lo cierto, lo claro y cristalino, es que ni el presidente de Argentina puede soltar alegremente barbaridades sobre España y su gobierno, ni el presidente del Gobierno de España puede propiciar con ligereza un conflicto diplomático. Ninguna cuestión de orden personal puede anteponerse al interés nacional, en ningún caso. Y ni Begoña Gómez es una institución, ni se entiende que el Alto Representante de la UE salga forzadamente a intervenir en el asunto con unas declaraciones pilladas por los pelos, ni tiene sentido alguno exigir a la oposición un posicionamiento al respecto.
Que todo se justifique en clave electoral hace un daño incalculable a la convivencia y a la conversación pública, que requiere sobre todo respeto al otro
La falta de consecuencias de la desmesura lleva a nuestros gobernantes a una percepción de impunidad que no deberíamos tolerar ni secundar en ningún caso, sea del color que sea quien la ejerce. Insultar es un comportamiento totalmente impropio, y lo debe ser, especialmente, para quien desempeña por delegación de sus ciudadanos una responsabilidad pública, máxime si hablamos de un nivel ministerial o presidencial. La exageración permanente deja sin efecto las acciones extremas cuando verdaderamente son necesarias. Que todo se justifique en clave electoral hace un daño incalculable a la convivencia y a la conversación pública, que requiere sobre todo respeto al otro.
El principio de lex certa o de claridad de la ley implica que las leyes deben ser claras, precisas y accesibles para que todos los ciudadanos puedan conocer y entender cómo afectan a su vida y conducta. ¿Cómo no exigírselo a quienes nos representan? “Brevedad y claridad deberían ser derechos políticos de la ciudadanía. Brevedad como respeto. Y claridad porque los electores y lectores necesitan que sus representantes sean claros en los compromisos, en las afirmaciones, en las opiniones”, resumía magníficamente hace poco Toni Gutiérrez-Rubí.
Cuando de liderar o transformar el mundo se trata, todos tendemos a señalar características como la audacia, la creatividad, la valentía, la visión, la belleza, el esfuerzo, la honestidad, la brillantez intelectual... A menudo olvidamos señalar cuánto nos importa la claridad que traen consigo. La posición ante la vida de la inmensa mayoría de las personas que admiramos es radicalmente moderada. Centrada, vamos. Y es que la claridad requiere equilibrio, mesura y ecuanimidad. Necesita del respeto a las palabras, a su uso, a su significado. Es luz que ilumina y revela, pero es también limpieza de lo que enturbia. La claridad pertenece al presente. Compromete, enlaza y transforma, porque implica una decisión de lucidez y transparencia. Ver con claridad, pensar con claridad, hablar con claridad, tranquiliza y aporta confianza a uno mismo y también al que lee, ve o escucha.
Para mejorar el mundo, necesitamos más que nunca claridad. Porque el ruido y la oscuridad acechan a cada paso, y de vanguardistas tirapalabras (con nada de poetas, por cierto) ya vamos servidos.
*Beatriz Becerra es vicepresidenta y cofundadora de España Mejor.
vallecas
Cuando todo el mundo está de acuerdo con lo que dices, es porque no estás diciendo nada. La claridad es que usted no dice nada, Dº Beatriz, Milei y Sánchez estarían de acuerdo con este escrito porque ellos son la "claridad". La equidistancia es una "enfermedad" que solo sirve al mas delincuente ¡¡Todos son iguales¡¡ ¡¡Todos roban¡¡ Para mejorar el mundo se necesitan que se diagnostique y combata al agresor de la convivencia y de la sociedad. Ejemplo-, Sánchez es un tumor maligno que está destrozando la convivencia en España. Esto es la "claridad". Bienvenida.