Opinión

La cuestión del poder judicial no me afecta

Terminando de redactar estas líneas, que no dejan de ser reflexiones personales, he conocido, hemos conocido todos que los dos grandes partidos de nuestro país han alcanzado un acuerdo para

  • Esteban González Pons y Félix Bolaños sellan el acuerdo para renovar el CGPJ en presencia de V?ra Jourová este martes, en Bruselas. -

Terminando de redactar estas líneas, que no dejan de ser reflexiones personales, he conocido, hemos conocido todos que los dos grandes partidos de nuestro país han alcanzado un acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial.

No por menos esperado, tras largos e inescrutables años, el acuerdo puede representar una buena noticia para legitimar la independencia de poderes en nuestra forma de estado plenamente democrático.

Apostemos, y yo lo deseo con firme convicción, porque la letra pequeña de ese acuerdo, a esta hora no del todo conocido, no acoja, como nos tiene acostumbrados Pedro Sánchez, sutiles trampas que descubran las verdaderas intenciones del presidente del Gobierno.

Una de las singulares características de la sociedad actual es que los hechos, las noticias, se suceden con tanta rapidez que es imposible reflexionar seriamente sobre ellas. Es tal la cantidad de información que diariamente recibimos que se solapan abrumadoramente en nuestra mente, de modo que apenas conocemos algo, cuando aún no nos hemos detenido a pensar sobre ello, otro suceso ocupa nuestra atención, y el primero pasa ya a un segundo plano sin haberlo digerido. Y esto nos causa un estado de ansiedad colectiva porque, al no haber podido analizar convenientemente un determinado acontecimiento, y sus consecuencias nos alcanzan, nos encontramos indefensos, sin saber muy bien a qué atenernos. Entonces acudimos a los demás.

Un tiempo para la reflexión

Queremos encontrar la respuesta que no tenemos, en ellos. Qué interpretación hacen. Y confirmamos, por lo general, que están tan desconcertados como nosotros. Quizá por eso, a mí me gusta reflexionar sobre las cosas, o bien antes de que sucedan, cuando ya se prevé que pueden producirse, o bien, posteriormente, cuando ya han ocurrido, para analizar el por qué y las consecuencias que se puedan derivar. El problema es que, con la cantidad de cosas que ocurren, y de las que nos enteramos, no es fácil seleccionar aquellas que deberían ser objeto de pausada reflexión, cuáles son importantes porque nos pueden afectar. Y entonces, lo más cómodo es adormecernos, dejar pasar, porque queremos creer, en última instancia, que… “a fin de cuentas eso no nos afecta”.

Pero nos equivocamos. Recuerdo aquella obra de teatro de Bertolt Brecht, autor de culto en los años 60, en la que el personaje principal observa cómo van desapareciendo sus amigos y conocidos, primero unos, luego otros, y se limita a asumirlo sin más. A aceptarlo sin preocupación alguna. A querer entender que aquellas pérdidas “no le afectaban”. Y ello hasta que le toca el turno a él, y ya no hay nadie a su lado.

La solidez sobre la que se asienta todo Estado de derecho radica en la existencia de una división de poderes:  el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial y, además, en su independencia

No caigamos es esa situación y defendamos la democracia. Lo que ha podido pasar con el bloqueo del Poder Judicial sin duda nos afecta y, además, mucho más de los que pensamos. La solidez sobre la que se asienta todo Estado de derecho radica en la existencia de una división de poderes:  el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial y, además, en su independencia. Si ésta no existe se está cuestionando la esencia de la democracia en sí misma. Y, con ello, se posibilita la instauración en el tiempo de un cierto modelo de dictadura, con mayor o menor grado de disimulo. Un gobierno totalitario en sus modos de hacer y relacionarse con los poderes del estado e, incluso, con los propios ciudadanos.

El camino ya se está allanando en nuestro país. El gobierno no ha cejado en el empeño de controlar la conformación del Poder Judicial y, para ello, ha utilizado todos los resortes a su alcance para la designación de los miembros que habrían de componerlo. De tal suerte que la independencia queda seriamente cuestionada.

Tenemos sobrados ejemplos de cambios de posición en las altas instancias de la fiscalía y la judicatura en los últimos tiempos y sobre cuestiones de enorme transcendencia e impacto. La propia razón de ser de una amnistía “fabricada” a medida de concretos delincuentes. El alcance de su aplicación; la modificación del delito de prevaricación; la calificación de actos de terrorismo, etc., etc.

La trampa de la Ley de Paridad

Pero, aún hay más. En los últimos días, con nocturnidad y alevosía, el Gobierno ha colado, en la ley de Paridad, la eliminación del veto del Senado al techo de gasto, con la sola finalidad de que la Cámara Alta no pueda volver a tumbar la senda de objetivos de déficit y deuda propuesta por el Gobierno, el paso previo para la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado, utilizando una norma del todo, y en todo, ajena al concepto de “techo de gasto”. Pretendiendo, sin pudor alguno, arrebatar tal función de control al Senado en la aprobación de dicha materia. Para ello ha utilizado dos enmiendas acordadas por una mínima diferencia y en contra del criterio de la letrada del Congreso que subrayaba que las mismas no tenían nada que ver con el contenido de la Ley de Paridad. Es un claro ejemplo, otro más, de invasión de competencias y de incumplimiento del principio irrenunciable de independencia institucional.

Parece que, en estos últimos tiempos, algunos, no sólo no se esfuerzan en cerrar y superar heridas y divisiones, sino más bien al contrario, resucitan el odio y el revanchismo

Un gobierno sin margen alguno de maniobra, maniatado por una amalgama de siglas e ideologías de imposible ligazón, que difícilmente consigue sacar iniciativas legislativas por sí sólo y que se ve obligado en última instancia, a retirarlas él para no ver como sus propios socios de gobierno se las tumban. Gobernando sin presupuestos. Es decir, sin hoja de ruta alguna que legitime su propia función de gobierno y la legislatura en sí misma. Utilizando el decreto-ley sin debate alguno.  Tratando de secuestrar la capacidad de discernimiento del ciudadano y haciéndole ver que es natural la gobernabilidad del país de esa manera. Por la dictadura del “decreto”.

Se está en el límite de la división de poderes, al nombrar a jueces para cargos políticos, cuando el juez debe de ser juez siempre.  Su hipoteca con los partidos que le han aupado al poder no es soportable para los ciudadanos. La sociedad española ha de perder el miedo. Parece que, en estos últimos tiempos, algunos, no sólo no se esfuerzan en cerrar y superar heridas y divisiones, sino más bien al contrario, resucitan el odio y el revanchismo nunca superados. Involucionamos. La polarización de la sociedad española en el momento actual ha llegado a cotas de décadas de sufrimiento que todos creíamos que no volveríamos a revivir.

Flaco favor de este Gobierno a la España del siglo XXI. No se lo merece este país. Y ello, sin duda alguna, “claro que nos afecta”. Individualmente y como colectivo. No lo aceptemos con resignación y, como sociedad civil, no renunciemos a ser contrapeso de determinadas veleidades que se acercan, peligrosamente, a comportamientos y acciones muy distantes de las reglas y normas de una democracia plena.

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