Opinión

Dime a quién admiras y te diré quién eres

Mientras escondemos a señores que ponen en riesgo su vida a cambio de salvar 600, plantamos en el escaparate a jóvenes “valientes” que hacen cosas tan sorprendentes como ponerse una falda

Nos quieren hacer creer que la generación de los más jóvenes es una de las más cultivadas en lo que a valores éticos y morales se refiere, sin embargo, creo que esto es totalmente falso. Esa imagen de juventud luchadora por los derechos de los más discriminados es pura fachada. Tengo la firme convicción de que en realidad se trata de la generación más ideologizada y dirigida, que por lo que se preocupa verdaderamente es por etiquetar correctamente a las personas, según a quién mete cada uno en su cama.

Para mí esto dista mucho de los valores genuinos en los que nos educaron a muchos, esos por los que nos importa un carajo lo que haga cada uno en su cama y lo que valoramos es qué hace por los demás fuera de ella.

Clavada tengo en la retina, como la punta de un clavo ardiendo, aquella entrevista que salió publicada en muchos medios de comunicación, en la que un muchacho contaba su gran proeza y se le alababa por su gran valor: el chaval había decidido vestir con falda, a pesar de las miradas ajenas.

Semanas estuve viendo al nene con falda por todos los lados, acompañado de comentarios como: “¡qué valiente!”.

Hace menos de un mes que se publicó la noticia de la jubilación y la breve historia de un guardia civil, el subteniente Miguel Domínguez, que hace unos seis meses dejó el servicio al que ha dedicado toda su carrera: el rescate en montaña. Este señor, que debe ser toda una leyenda en el cuerpo de la Guardia Civil, se marcha llevando a sus espaldas más de mil rescates con 600 vidas salvadas, al límite en los Pirineos. Comentaba él en una breve entrevista, que al inicio, con salvar una vida, ya se habría dado por satisfecho. Como dice el proverbio hebreo que ya ha quedado unido a Oskar Schlinder: “Quien salva una vida, salva al mundo entero”. Pues 600 mundos ha salvado el subteniente Miguel Domínguez. No me puedo sentir más pequeñita ni más agradecida que ahora escribiendo estas líneas.

¿Por qué no habéis oído nada de esto? Porque se ha publicado en la web www.benemeritaaldia.es y supongo que ningún medio de comunicación ni tampoco periodista alguno tiene interés en darle bombo a una noticia así.

¡Porque cómo vamos a comparar a un chaval que viste con falda con un señor que ha salvado 600 vidas! ¡Dónde va a parar! Lo que vende, vende. Y ser un héroe de verdad, de los de antes, de los que acuñan los valores con los que nos educaron a muchos, debe ser que no vende.

Aquí todos tenemos que hacer como que la mayor idiotez del mundo nos parece normal y encima aplaudir al que se le ocurre llevarla a cabo

Vende mucho más ponerse una sandía en la cabeza y salir a la calle con la esperanza de que nadie nos mire, nos juzgue ni se ría de nuestra ocurrencia, porque eso sería muy ofensivo y discriminatorio, que todo el mundo tiene derecho de ir por la calle como le dé la gana, aunque sea haciendo el imbécil, pero ya nadie tiene derecho, no digamos a reírse, ni siquiera a extrañarse o sentirse contrariado. Aquí todos tenemos que hacer como que la mayor idiotez del mundo nos parece normal y encima aplaudir al que se le ocurre llevarla a cabo. Que a todo esto, digo yo, que Miguel Bosé y Tino Casal ya usaron falda en aquellos maravillosos años 90, que se recuerdan con nostalgia como paradigma de libertad y tolerancia, pero, sobre todo, de vivir como te daba la gana sin que nadie te juzgara, porque tampoco lo buscabas ni te importaba.

Pero no puedo hablar tampoco de artistas, porque cómo vamos a comparar con los maravillosos artistas que tenemos ahora, esas nuevas promesas que se empeñan en ponerse en cada photocall que encuentran, con modelitos cada vez más estrambóticos y desagradables de ver, pero que les garantizan que se hablará de ellos al menos una semana. Y esos fantásticos discursos: “Gracias a todes, todas y todos, porque sin elles, ellas y ellos…”, mire, déjelo, si como decía la novia de Jerry Maguire en aquella película: “Cállate, ya me tenías con el gracias”, pero aburrida, me tenías.

Lo que me hace pensar que si me dan un papel en el que tengo que hacer de mí misma, hasta yo podría ganar un Óscar o, al menos, un Goya

Hace unos días escuché en una cadena de radio una intervención de uno de esos actores “pide subvenciones”. Sin despeinarse y en tono totalmente serio comentó: “No veo cine español porque me he dado cuenta de que me divierto mucho más haciendo películas que viéndolas”. Y tan pancho se debió quedar el chavalote, que encima tiene el cuajo de ir con aires de intelectual por la vida. Esto es lo que pasa cuando se ensalza a un chico que se hizo famoso por salir en una serie haciendo de sí mismo. Lo que me hace pensar que si me dan un papel en el que tengo que hacer de mí misma, hasta yo podría ganar un Óscar o, al menos, un Goya.

Yo no sé vosotros, pero yo no conozco ningún escritor que no lea obras literarias, ningún pintor que no vea arte, ningún músico que no escuche música… Ninguno bueno, claro, de los mediocres y los malos habrá muchos que solo sepan mirarse su ombligo.

Y así está la cosa: mientras escondemos a señores que ponen en riesgo su propia vida a cambio de salvar 600, plantamos en el escaparate a jóvenes “valientes” que hacen cosas tan sorprendentes como ponerse una falda siendo un chico o pedir en una alfombra roja, vestido de “capitán piruleta”, subvenciones para hacer películas españolas, que no ven ni los propios actores.

Es cierto que cuando uno se pone las expectativas muy altas corre el riesgo de sentirse frustrado por no llegar, pero poniendo modelos ejemplares de la sociedad tan bajos, el riesgo va a ser que las nuevas generaciones no se nos pierdan en el metro si no tienen datos para usar el Google maps. Mientras sea en el metro y no en los Pirineos…

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