Mientras las negras nubes de la tormenta perfecta siguen amenazando la vida de los españoles, Sánchez no pierde ocasión de echarse alabanzas. Más de un barón socialista, y no digamos un buen puñado de votantes, ocultan como pueden su sonrojo ante la demostración permanente de lo encantado que está de haberse conocido el peor presidente que ha tenido éste país en muchas décadas.
Cómo es posible que saque pecho por la desastrosa gestión de la pandemia, apenas mitigada a última hora por un ritmo importante de vacunación gracias a la cogobernanza que no era otra cosa que quitarse de en medio y transferir la responsabilidad a las Comunidades Autónomas. Tiene su gracia escucharle decir que la derecha está instalada en el NO, cuando fue él el inventor del bloqueo parlamentario cuando todo indicaba que lo sensato era favorecer con la abstención la investidura de Rajoy. Los más sensatos del PSOE tuvieron que descabalgarle de la secretaría general en una de las sesiones más bochornosas de la entonces cúpula del partido. Pero la maniobra fue a corto plazo y sin un recambio fiable y el regreso del correcaminos Pedro fué un bombazo que no entendieron aún detractores internos, y mucho menos un PP desbordado en manos de Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría que cayeron en la trampa para elefantes que Sánchez llevaba meses urdiendo.
La tajada del PNV
Hasta el último minuto tras la presentación de la moción de censura de mayo del 18, los populares no olieron que Sánchez tenía en la manga el comodín del PNV que apenas unos días antes había aprobado los presupuestos de Montoro consiguiendo, como siempre, una buena tajada. Las cosas podían haber tenido un cierto arreglo si el entonces líder de Ciudadanos, Albert Rivera, hubiera optado por una coalición sensata cerrando el paso al abrazo que Sánchez prometió, mintiendo de mala manera, que nunca se daría con Iglesias. Pero ya es muy tarde e inútil llorar sobre la leche derramada.
Se cumplen dos años del gobierno de coalición prisionero de los del 3%, de los etarras travestidos de Bildu y, como no, los demo (de demonio) cristianos de Ortúzar y Urkullu que practican sin ningún pudor el ande yo caliente y ríase la gente. Más bien son ellos los que se ríen del resto de los españoles tras convertirse de facto en un estado dentro de otro estado y, encima arremeten contra la Comunidad de Madrid por su política fiscal que cada día atrae a los inversores que huyen despavoridos de los territorios donde gobiernan los que apuntalan al gobierno nacional. No necesito imaginarme la cara de los empresarios e inversores extranjeros ante la farsa de una recuperación rápida y para todos que vende Sánchez cada día. Con los presupuestos que se van a aprobar, porque ya han pasado el Rubicón de las enmiendas a la totalidad, y la reforma de la reforma laboral que tiene a los empleadores más moscas que un pavo en Navidad, Moncloa coge aire.
Un giro espectacular
Por cierto, una Navidad que se acerca con los precios por las nubes de prácticamente todo. Desde la luz y los carburantes hasta los materiales básicos para construcción y reformas, pasando por la barra de pan. Si termina de llegar el dinero de Europa es posible que Sánchez aguante el tirón y vuelva a ganar las elecciones. Pero para que eso ocurra, la política económica tiene que dar un giro espectacular que Sánchez aunque quisiera, algo que dudo mucho, no podría hacer con los socios parlamentarios actuales que ejercen el vampirismo sin ningún recato.