Opinión

España, un país para viejos

No es país para viejos es el título de la famosa película de 2007 basada en la novela homónima de Cormac McCarthy, ganadora de cuatro Óscar, incluyendo mejor película, mejor director y mejor guion adaptado. La historia discur

  • Un grupo de jubilados en Bilbao -

No es país para viejos es el título de la famosa película de 2007 basada en la novela homónima de Cormac McCarthy, ganadora de cuatro Óscar, incluyendo mejor película, mejor director y mejor guion adaptado. La historia discurre entre Texas y México, muy lejos por tanto de nuestras fronteras. Sin embargo, lo que quizás no está tan lejos de nuestras fronteras es la vejez. En efecto, según los últimos datos publicados por el INE, la población residente en España de nacionalidad española es en un 47% de una edad igual o superior a los 50 años. Es decir, la mitad de los españoles acumula más de medio siglo a sus espaldas.

El envejecimiento de la población, sobre todo de la de nacionalidad española, es un fenómeno innegable, directamente relacionado con la caída de la tasa de fecundidad y el alargamiento de la vida. Como es sabido, nacen muchos menos niños en España: en el año 2008, no tan lejano, nacieron más de medio millón (520.000 en números redondos), en cambio en 2022 tan solo 329.000. Y no es sólo una cuestión coyuntural, debida a la pandemia. En el año 2019, el total de nacimientos fue 360.000. Y si nacen menos niños la consecuencia será que habrá menos jóvenes, salvo que el saldo migratorio lo remedie, que no lo remedia.

De modo inexorable, España está envejeciendo, con las importantísimas consecuencias que ello tiene para la sanidad, las pensiones, la dependencia y los servicios sociales. En estas circunstancias sería lógico pensar que una prioridad política debiera ser la juventud, hacer de nuestro país un lugar atractivo para las generaciones jóvenes. Por desgracia, no es así.

Quizás hemos ido fraguando un sistema muy rígido y proteccionista hacia el empleado pero que deja a la intemperie a quien no está dentro del mundo laboral, empezando por los más jóvenes

Tenemos el dudoso mérito de estar en el podio de la Unión Europea en tasa de paro juvenil. Cierto es que nuestras cifras de paro son desmesuradas en el contexto europeo, pero resulta difícil de explicar que la tasa de paro de menores de 25 años sea un 28,36%, mucho más del doble, casi el triple, que la de los mayores de esa edad, que alcanzó en el cuarto trimestre el 10,5%. Parece evidente que algo se está haciendo mal para que los jóvenes que quieren trabajar no tengas ofertas. Las empresas tal vez piden una formación que los jóvenes no poseen, o sencillamente prefieren a alguien con experiencia. Deberíamos evaluar todo el marco normativo laboral desde la perspectiva de los jóvenes para hacer más interesante su contratación. Quizás hemos ido fraguando un sistema muy rígido y proteccionista hacia el empleado pero que deja a la intemperie a quien no está dentro del mundo laboral, empezando por los más jóvenes. Por ejemplo, el salario mínimo interprofesional no distingue la edad de los trabajadores, con lo que actúa directamente en contra del empleo juvenil, especialmente el no cualificado. Sin embargo, a una persona joven, que en muchos casos vive todavía en casa de sus padres, no le importa tanto la cuantía del sueldo como la oportunidad de trabajar. Y además el salario hoy en día resulta compatible con el ingreso mínimo vital.

Otro factor que lastra la España del futuro, la de las generaciones jóvenes, es la deuda pública. Las Administraciones han vivido y aún viven por encima de sus posibilidades, en un déficit prolongado que sólo hace engrosar el tamaño de la deuda. En el año 2018, la deuda pública superaba el 100% del PIB. Hoy en día llega a algo más del 109%. Además, este crecimiento de la deuda no se ha debido a un esfuerzo inversor en infraestructuras que hayan de beneficiar a quienes nos sucedan, sino en gasto corriente, muy útil para ganar elecciones pero poco permanente en sus efectos. Somos el quinto país de la Unión Europea con mayor deuda en proporción a nuestro producto interior bruto. Esta realidad, lejos de ser un simple número, supone un gravamen considerable para el futuro de España. Pues la deuda hay que pagarla, bien en forma de mayores impuestos o bien de menor gasto público en otras partidas. Dada la resistencia del gasto público a ser reducido, el peso de la deuda pública forzará casi seguro a tener mayores impuestos durante las próximas décadas, en definitiva, determinará una menor competitividad de las empresas españolas en relación con la de otros países de la Unión Europea.

Los partidos políticos se preocupan sobre todo de los sectores sociales donde hay más porcentaje del voto, y esto perjudica a la juventud española

La consecuencia de este panorama inhóspito es la emigración, en particular de la juventud. Según un estudio publicado por la Fundación BBVA, la pérdida de capital humano por la emigración en 2022 fue de 154.800 millones de euros en 2022, una cifra que supera las cotas previas a la pandemia. Emigraron en ese año unas 426.000 personas. Pues bien, según ese mismo estudio, del total de emigrantes entre 25 y 65 años, un tercio tienen entre 25 y 35 años, algo que a nadie puede sorprender.

Por desgracia, la dificultad de hacer de España un país con oportunidades para los jóvenes se alimenta del propio envejecimiento, ya que el peso electoral de la gente mayor se incrementa. Obviamente, los partidos políticos se preocupan sobre todo de los sectores sociales donde hay más porcentaje del voto, y esto perjudica a la juventud española.

La reciente creación de un Ministerio de Juventud e Infancia expresa sin duda la preocupación por este sector de la población, que aunque mengüe en su tamaño relativo resulta esencial para el futuro de toda la sociedad. Ojalá sepamos crear las condiciones para que los jóvenes puedan trabajar en nuestro país, sin necesidad de emigrar. Nos va mucho en ello.

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