Desde el año 2013, el primero de febrero se conmemora el World Hijab Day (WHD), en el que se insta a todas las mujeres del mundo a cubrirse con un hijab al margen de su confesión religiosa. Dicen que es una muestra de reconocimiento a todas aquellas mujeres musulmanas que han elegido llevar el hijab y vivir modestamente, sin mencionar a aquellas para las que ponérselo no es una opción.
La página web de este movimiento llama a un empoderamiento del hijab al tiempo que muestra en su cabecera a mujeres que cubren todo su cuerpo salvo el rostro, bajo el pretexto de la diversidad. Invitan a sus simpatizantes a organizar eventos en colegios y campus universitarios para promover el uso de la prenda, que presentan como un símbolo de liberación femenina y de lucha contra la opresión patriarcal. A pocos les sorprenderá saber que quien propició este movimiento no fue ninguna mujer residente en uno de los países donde no llevar el velo islámico en público te puede costar la libertad o, incluso, la vida. Su fundadora es una “activista social” nacida en Bangladesh pero que reside desde niña en Nueva York, llamada Nazma Khan.
Tampoco les causará sorpresa que les diga que de entre los 146 países registrados como participantes, hay muchos europeos, entre ellos España. Y ni que decir tiene que quienes han puesto en marcha la iniciativa del World Hijab Day en nuestro país han sido los partidos de izquierda, que incluso aprovechan sus espacios de gobierno en alcaldías para hacer llamamientos a las mujeres a que usen esta prenda y a que participen en charlas sobre los motivos que aconsejan llevarla (apostaría a que los que imparten las charlas no inciden demasiado en cómo se castiga a las mujeres que deciden no usar el hijab en aquellos países de los que es originario).
Y mientras nuestras autoproclamadas feministas nos invitan a renunciar a nuestra feminidad en pos de una multiculturalidad mal entendida, las únicas contestatarias son un grupo de mujeres valientes de origen musulmán que se muestran a sí mismas en las redes sociales retirándose el velo islámico y bailando bajo el hashtag #NoHijabDay. No tengo constancia de ninguna corporación municipal de nuestro país que les haya mostrado públicamente su apoyo, ni mucho menos que haya promovido el día de la liberación del velo islámico.
Estas iniciativas que suponen la demolición de todo lo conseguido: la asunción de postulados que reniegan de la feminidad, que abominan de que las mujeres exhibamos nuestros cuerpos
Produce enorme tristeza y desazón comprobar cómo la misma sociedad occidental que antaño fuera cuna de los movimientos feministas precursores de la liberación sexual e igualdad de derechos de la mujer, promueve ahora desde las instituciones estas iniciativas que suponen la demolición de todo lo conseguido: la asunción de postulados que reniegan de la feminidad, que abominan de que las mujeres exhibamos nuestros cuerpos e instan en su lugar a que vistamos y actuemos con recato.
Su obsesión contra el sistema capitalista es tal que se han atrevido a instrumentalizar nuestra lucha por la igualdad ante la ley y nuestra condición biológica para hacer de ellos un arma política, intentando hacernos creer que, dado que el género es una construcción social, debemos ocultar y tapar nuestras curvas para evitar que el patriarcado capitalista nos cosifique. Pero no hay mayor cosificación de la mujer que la que protagonizan ellos, explotando los actos delictivos de los que somos víctimas como excusa para sus cuitas políticas, utilizando la perspectiva de género como caballo de Troya para sus luchas antisistema.
Promover el uso del hijab entre las mujeres no es una cuestión ni de respeto a la diversidad ni de multiculturalidad: lo que de verdad revela es que al feminismo de cuarta ola le molesta la libertad que conlleva la feminidad frente al igualitarismo que supone el velo islámico. Como apuntó en una entrevista reciente el histórico líder socialista Alfonso Guerra, el ultrafeminismo será la tumba del feminismo.