Opinión

Hablar inglés, esa extravagante obsesión

Nos sobran centros, nos sobran esfuerzos económicos y nos falta más seguridad y confianza en nuestra propia lengua

  • Ciudadanos británicos en Londres -

El 14,7 % de los españoles habla inglés, otro 10% lo balbucea y el resto, que son las tres cuartas partes de la nación, no lo habla. Lo dice la Encuesta de Características Esenciales de la Población y Viviendas (ECEPOV) que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística. Dicho de otra manera, hablamos poco inglés y mal. Entre los adolescentes (10-19 años) el porcentaje sube al 32%. Para los treintañeros cae al 21%. ¿Por qué no somos más aplicados en la adquisición de lenguas extranjeras?  Voy a anticipar la respuesta: porque no lo necesitamos.

Más de 1.500 millones de individuos hablan inglés en el mundo, y muchos más si añadimos a los que se defienden para decir dos o tres frasecitas porque conocen unas cuantas palabras. Ninguna lengua de la historia se extendió tanto. Se enseña en todos los continentes, se aprende en todos los países y la demanda se incrementa en detrimento de la enseñanza de otros idiomas como el francés, alemán o italiano, y mucho menos, según parece, del español. El país que ocupa el primer lugar en inversión para el aprendizaje del inglés es Alemania y en el segundo puesto está España, que irrumpe, sin embargo, en el primer puesto en escuelas de inglés con 1.471. Italia es la segunda, Polonia la tercera y Alemania la cuarta con 1.316.  

Somos de los que más gastamos y de los que peor lo hablamos a pesar de que invertimos el doble que en el resto del mundo, cuyo promedio es de 740 euros

Los españoles, siempre con las reservas que suscitan las estadísticas, invertimos 1.330 euros de media en aprender inglés. Estamos entre los máximos inversores, pero ocupamos una posición muy modesta dentro del EF (Education First) EPI (English Proficiency Index) de 2022, la clasificación mundial que evalúa la comprensión de inglés auditiva y lectora de dos millones de personas en 122 países. Somos de los que más gastamos, y de los que peor lo hablamos a pesar de que invertimos el doble que en el resto del mundo, cuyo promedio es de 740 euros. Los esfuerzos topan con la realidad porque no es una cuestión de inversión, sino de necesidad. Los españoles, lo voy a decir con prudencia, pero con solvencia, sobrevaloramos la necesidad de hablar inglés, pues en realidad lo necesitamos mucho menos de lo que parece.

El inglés facilita la conexión entre culturas, pero la nuestra está conectada; el inglés empuja en el progreso profesional, pero con el español se necesita mucho menos; el inglés amplía el horizonte, pero el panorama que ofrece nuestra lengua es ya inmenso; el inglés allana las oportunidades, pero no tanto para quienes ya disponen de la segunda lengua del mundo. Suele darse por bueno que las lenguas, unas y otras, cubren por igual la comunicación, y eso no es así. Miles de idiomas se muestran insuficientes para sus hablantes, que deben conocer otro para cubrir sus conexiones más elementales.

Los hablantes de danés, sueco y noruego se sirven de la lengua de Londres como instrumento imprescindible y lo consideran vital en su vida ordinaria, social, cultural, económica, laboral

Empezaremos, en el nivel absoluto de necesidad, por lenguas como el irlandés o el galés, cuyos hablantes (por razones históricas que no vienen al caso en estas líneas pero que bien merecen otras) apenas cubren la comunicación con la lengua heredada y utilizan otra, también heredada, el inglés, que se hace imprescindible en sus vidas. Caminan íntimamente emparejadas, como uña y carne. Tan apreciado es el irlandés como el inglés entre sus hablantes, pero la segunda resulta mucho más útil. Y tengo la certeza de que esto que digo no molestaría a ningún irlandés.

En el siguiente nivel aparecen los hablantes de danés, sueco y noruego, que se sirven de la lengua de Londres como instrumento imprescindible, y lo utilizan en tan alto grado de destreza que lo consideran vital en encuentros sociales, en lectura de libros, en el comercio, en la industria y en general en la cultura. Son prácticamente hablantes ambilingües, es decir, tan diestros en sueco o noruego como en inglés. 

Vienen a continuación los países centroeuropeos con lenguas como el polaco, húngaro, checo, eslovaco, croata, serbio, griego…  Son idiomas que, aunque ricos en tradición escrita, cultural y literaria, necesitan mucho de la lengua inglesa en campos como el de la economía, el comercio, la cultura y la investigación. Por eso los universitarios lo conocen ampliamente, lo practican, lo utilizan con suficiencia para ampliar su nivel de conocimientos. Podrían desarrollar sin él algunos oficios, pero en determinadas profesiones, en muchas, les resulta imprescindible.

El francés y el italiano, sin embargo, cubren muy bien la comunicación en todos los ámbitos. Por eso, porque necesitan mucho menos de la lengua de los británicos, y porque son lenguas preparadas para el comercio, para la industria, para la comunicación, la cultura universal y la investigación y presentes en los organismos internacionales, necesitan en mucha menor medida servirse del inglés, y por eso lo conocen mucho menos que otros europeos.

Quienes heredan la lengua del mundo más extendida no necesitan aprender idiomas porque el inglés cubre al cien por cien toda necesidad comunicativa. Por eso son los más monolingües

Esa es la razón por la que los hablantes de español no llegamos muy lejos con el aprendizaje, porque nos hace menos falta de lo que parece. Nos sobran centros, nos sobran esfuerzos económicos y nos falta más seguridad y confianza en nuestra propia lengua. El arraigo de la lengua inglesa entre los mexicanos es todavía más bajo que en España porque les resulta también innecesario aprender la lengua de los vecinos del norte que, dicho sea de paso, en gran medida estudian y conocen la nuestra. Países como Marruecos, sin embargo, que teóricamente dispone de una lengua pulida como el árabe, se sirven del francés en su vida social y cultural y no de la lengua del Corán.

Y llegamos a los hablantes de inglés. Quienes heredan la lengua del mundo más extendida no necesitan aprender idiomas porque el inglés cubre al cien por cien toda necesidad comunicativa. Por eso son los más monolingües.

Nuestra lengua es sólida, rica, flexible y preparada para la economía, el comercio, la industria y la investigación, y viene bien cierto conocimiento de inglés, pero resulta inútil si solo hace falta para un viaje al extranjero de vez en cuando y poco más. Por eso no tenemos más nivel.

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