“Se asombraba un portugués/ de ver que en su tierna infancia/ todos los niños en Francia/ supiesen hablar francés…” Poco español mínimamente leído habrá que no haya celebrado los conocidos versos de Moratín a propósito de aquel hidalgo portugués que consideraba “arte diabólico” o prodigio sobrenatural la facilidad que, según él, tenían los niños de Francia para hablar francés.