El hecho de que suban los índices bursátiles no parece ser noticia desde 2022. Aunque ha habido sustos, la tendencia alcista ha sido clara y en estos dos años y medio las revalorizaciones medias superan el ¡70%! A los que sumar el efecto de los dividendos abonados (por ejemplo, el Dax alemán, que no los descuenta, ha subido el 85%). Nunca podremos estar seguros de qué ha motivado a los inversores a toda esta confianza, y si bien los motivos son diversos, hasta hace muy poco se le daba mucha importancia al boom de la Inteligencia Artificial. Efectivamente, gran parte de los 57 máximos históricos (más de uno a la semana de media) que el S&P500 -el principal índice estadounidense y por tanto mundial- marcó el año pasado seguro pueden explicarse por las cotizadas relacionadas, directa o indirectamente, con ese sector, pero empezó 2025 y aunque el tono de Wall Street sigue positivo, son las bolsas europeas las que tienen más empuje alcista, y esto descoloca debido a todas las noticias que se leen sobre nuestra área económica.
Alemania está en recesión, Francia apenas crece, nuestro papel geopolítico es mínimo y acaba de ser humillado con el asunto de las negociaciones de paz con Ucrania, estamos a punto de recibir un varapalo económico en forma de aranceles que el propio Bundesbank reconoce que podría restar (a una economía que no crece nada) 1,5 puntos del PIB alemán hasta 2027… y sin embargo en menos de dos meses las subidas en los índices superan el 10% y tanto el Dax alemán como el selectivo Euro Stoxx50 marcaron la semana pasada máximos históricos, ¿cómo explicar algo así? Que los mercados financieros son irracionales en el corto plazo no es ningún secreto pero dado que estamos ante un movimiento que dura ya dos años y medio, cabe preguntarse si hay motivos reales o si estamos ante una situación muy peligrosa puesto que la falta de justificación de esta euforia puede conducir a un desplome en las cotizaciones que sería mucho más grave para la economía real que las alzas habidas hasta ahora. Ya pasó en el 2000 cuando la explosión de una burbuja bursátil arrastró al mundo a una recesión.
Los índices bursátiles siguen ignorándolos aunque el pasado miércoles tuvieran un revolcón en Europa (ese mismo día Wall Street marcó máximos históricos de nuevo)
Es inevitable comparar la situación actual con otros momentos ya vividos en los que las bolsas seguían subiendo a pesar de los serios avisos que estaba dando la economía. Por ejemplo, el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos ya era visible en 2006 pero Wall Street siguió subiendo hasta octubre de 2007. Todos sabemos qué pasó después. No se puede ignorar que Europa, de media, no crece; que la amenaza inflacionaria no ha desaparecido; que la deuda es un lastre que, según parece, aumentará aún más por el incremento de los gastos en defensa; que la guerra comercial es una amenaza creíble y cercana; que nadie sabe cómo acabará el tema de Ucrania pero las opciones (tanto que siga la guerra y nos tengamos que implicar porque Estados Unidos no lo hará o que pare pero no se frene la amenaza rusa) no parecen buenas y ninguna va a ser barata para la UE y que el contexto global - económico y geopolítico- tampoco ayuda. Y, sin embargo, los índices bursátiles siguen ignorándolos aunque el pasado miércoles tuvieran un revolcón en Europa (ese mismo día Wall Street marcó máximos históricos de nuevo).
El Nobel de Economía Robert J. Shiller puso de moda una ratio que pretende medir lo mismo que el PER (obtenido de dividir la capitalización bursátil entre el beneficio neto): indicar si una acción está sobrevalorada o infravalorada. Y se llama Cape, y tiene la particularidad de, para eliminar el ruido del corto plazo, usar datos de 10 años. La ratio Cape alcanzó un máximo histórico durante la burbuja puntocom en 1999 en 44,2, a lo que siguió una caída del 40% en el S&P 500 entre 2000 y 2002. A cierre de 2024 estaba en 37,9, niveles similares a los de noviembre de 2021 (los siguiente 11 meses el índice bajó un 19,4%) por lo que podemos afirmar, con cierta lógica, que Wall Street está “cara” (las altas cotizaciones no se corresponden con los beneficios) debido a que la complacencia es extrema acerca de los resultados futuros. Es un aviso importante.
Es razonable pensar a qué viene tanta euforia en el Ibex, dado que no se trata de un rebote tras una gran caída -como pasó tras los mínimos de 2020-, sino de la continuación de un movimiento espectacular iniciado en octubre de 2022
El Ibex ha vivido ya mucho desde sus inicios en enero de 1992, por eso batir un récord o acercarse a él siempre será noticia. Por de pronto, su cotización está en máximos desde 2008, lo que no está nada mal. De hecho, como el Ibex va descontando del precio de cada acción, los dividendos que han ido abonando estos años, en realidad en 2025 ya se han visto máximos históricos reales, por encima de los 16.000 puntos nominales que se rozaron en noviembre de 2007. Pero esto ya pasó en 2024. Lo más novedoso es el impulso tan rápido que nuestro índice ha recibido este año, hasta el punto de enlazar ocho semanas consecutivas de subidas. Sólo una vez se superó esa cifra: las diez semanas seguidas en positivo que se anotó el indicador entre septiembre y noviembre de 2006. Es razonable pensar a qué viene tanta euforia puesto que no se trata del rebote tras una gran caída -como pasó tras los mínimos de 2020-, sino que es la continuación de un movimiento espectacular iniciado en octubre de 2022.
Sería más lógico pensar en un descanso que en más subidas, especialmente en los valores bancarios, principales motores de estas alzas. Los inversores no miran los jugosos beneficios, siguen inyectando liquidez a estos niveles (eso sí, en los grandes valores, muchas cotizadas de media y pequeña capitalización no viven esa euforia, algo común en todas las bolsas). Confiemos en que saben lo que hacen porque el vértigo cada vez es mayor. Y una corrección no cambiaría nada pero un desplome abrupto sí podría hacerlo y afectar a la, ya de por sí frágil, economía real.
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