Opinión

Natalidad y disfunciones laborales

Estas son las tres disfunciones fundamentales de nuestro mercado de trabajo en lo concerniente a los jóvenes en comparación con la mayoría del resto de países europeos

  • Fachada de una Oficina de Empleo en Madrid. -

Al igual que sucede en otros países de dentro y fuera de Europa, la tasa de natalidad española (nacidos vivos en el año por cada mil personas) sigue una tendencia decreciente desde hace mucho tiempo. Pero en los últimos años nuestra tasa ha decrecido más intensamente que cualquier otra, equiparándose recientemente con la italiana que tradicionalmente era la más baja de la UE. Así, la tasa de natalidad promedio de la UE ha pasado de 10 en 2015 a 9 en 2021 mientras que la española ha caído de 9 a 7 en estos años (la italiana ha descendido de 8 a 7 en dicho periodo). Es interesante analizar siquiera someramente esta evolución diferencial porque es el reflejo de algunas serias disfunciones de nuestra economía, en especial del marco laboral. Nótese que no se trata de examinar los determinantes de la tendencia de nuestra tasa de natalidad sino de indagar las razones por las que ha podido caer con más intensidad que las de otros países durante estos últimos años.

La tasa de natalidad está determinada por múltiples factores, no todos ellos de naturaleza estrictamente económica. Pero esas otras fuerzas socioculturales se modifican más lentamente que los factores económicos de manera que influyen más marcadamente en la tendencia que en los vaivenes de la tasa de natalidad en periodos relativamente cortos como el que estamos considerando. En estos periodos, los factores económicos son decisivos. Así sucede que la tasa de natalidad suele disminuir en periodos de recesión intensa o prolongada, como ocurrió durante la Gran Recesión de 2008 a 2013 o en los años centrales de la pandemia, y suele aumentar en fases de crecimiento elevado y duradero, como aconteció durante la gran expansión entre 1995 y 2007. El aumento de la tasa de natalidad de nuestro país en aquellos años, por cierto, es especialmente llamativo porque coincidió con un excepcional incremento de la participación de la mujer en la fuerza laboral, una de las variables que más influyen en la tendencia decreciente de la tasa de natalidad.

La tasa de paro en España aumentó más que la tasa media de la UE pero la tasa de paro juvenil (entre 16 y 25 años) aumentó proporcionalmente más aún.

Las diferencias entre el comportamiento cíclico de la economía española y el del promedio de las economías europeas durante los episodios recesivos señalados podrían explicar en no pequeña medida la relativamente más intensa caída de nuestra tasa de natalidad en los últimos años. En efecto, en ambos episodios, las caídas del PIB en España fueron mayores y se tardó más años en recuperar el nivel pre-crisis que en la mayoría de los otros países de la UE. Este factor se convierte en decisivo si lo combinamos con las condiciones laborales de los jóvenes, que evidentemente se mueven con el ciclo económico pero que están también afectadas por elementos estructurales. Las condiciones laborales relevantes son los niveles de empleo y los niveles salariales de los jóvenes, siendo más importante lo primero que lo segundo.

En las recesiones señaladas, la tasa de paro en España aumentó más que la tasa media de la UE pero la tasa de paro juvenil (entre 16 y 25 años) aumentó proporcionalmente más aún. En la Gran Recesión, la tasa de paro juvenil en España alcanzó un máximo del 57% en el primer trimestre de 2013, más del doble de la media europea. En el último trimestre de 2019 se situó en el 30,5% y ascendió hasta el 40% en el último del 2020. En la actualidad, después de dos años de fuerte crecimiento económico, la tasa de paro juvenil supera el 30% y es la mayor de la UE.  No sólo el paro de los menores de 25 años es anormalmente elevado y mucho más alto que el paro general (aproximadamente el doble) sino también el de los jóvenes entre 25 y 30 años, que se situó en el 18% en 2022. Registros, todos ellos, que no se alejan de doblar los de la media de los demás países de la UE.

Niveles de paro juvenil como los alcanzados en nuestro país durante la Gran Recesión y su secuela de lenta recuperación o durante la pandemia y la actualidad tienen impactos inmediatos y retardados sobre las condiciones laborales de los jóvenes. En cuanto a estos últimos, la vivencia del paro acentúa la incertidumbre sobre su futuro laboral y la experiencia laboral perdida o no ganada erosiona su capital humano y limita sus ingresos salariales futuros. Así pues, la relativamente más intensa caída de nuestra tasa de natalidad durante estos últimos años refleja esencialmente mayúsculas disfunciones de nuestro mercado de trabajo en comparación con los del resto de la UE.

Flujos de emigración

Antes de examinar estas disfunciones diferenciales, conviene tratar brevemente otras variables que también influyen en la tasa de natalidad como son las políticas de conciliación, las ayudas familiares y el precio y posibilidades de acceso de los jóvenes a  la vivienda. Todas estas variables son más relevantes a largo que a corto o medio plazo, ámbitos  temporales estos en los que las condiciones laborales son determinantes. Así, la multiplicación del precio de la vivienda y permisos de conciliación menos generosos que los de los principales países europeos no impidieron el aumento de nuestra tasa de natalidad en los años de la gran expansión. A sensu contrario, las agresivas políticas de conciliación adoptadas recientemente no parecen haber servido de mucho, pues la tasa de natalidad ha seguido descendiendo en 2022 y en lo que llevamos de 2023. Cualquier beneficio que estas medidas hubieran podido aportar habría sido aplastado por las intensas subidas del salario mínimo y de las cotizaciones sociales correspondientes, que han encarecido acusadamente el coste del servicio doméstico y dificultado las posibilidades reales de conciliación. La disponibilidad de servicio doméstico a costes asequibles facilitada por los cuantiosos flujos de inmigración durante la gran expansión fue la palanca que permitió conciliar el crecimiento de la participación laboral de la mujer con el aumento de la tasa de natalidad durante aquellos años.

Nuestro país es el único país que tiene un salario mínimo común para jóvenes y demás trabajadores, todos los demás tienen un SMI para los jóvenes sustancialmente inferior al general

 ¿Cuáles son las disfunciones de nuestro mercado de trabajo en lo concerniente a los jóvenes en comparación con la mayoría del resto de países europeos? Básicamente tres: costes efectivos de despido mucho mayores, salarios mínimos más punitivos y cotizaciones empresariales a la seguridad social notablemente más elevadas. Los costes de despido están inversamente relacionados con la duración de los contratos; a mayores costes de despido habrá más contratación temporal o, si esta se prohíbe o se limita como se ha hecho recientemente, mayor contratación a tiempo parcial o contratos indefinidos de menor duración, todo ello con consecuencias adversas para los jóvenes. Los salarios mínimos son más punitivos para los jóvenes que en la mayoría de los demás países europeos porque, como ponen de relieve las pobres calificaciones de nuestro país en los informes PISA y las tasas récord de abandono que venimos registrando desde hace muchos años, su productividad es relativamente inferior. Esto significa que los umbrales a partir de los cuales el salario mínimo destruye empleo son menores en España que en esos otros países europeos. Por si esto fuera poco, nuestro país es el único país que tiene un salario mínimo común para jóvenes y demás trabajadores, todos los demás tienen un SMI para los jóvenes sustancialmente inferior al general. Por otra parte, las cotizaciones empresariales a la seguridad social de nuestro país son las mayores de la UE y, junto con el SMI, conforman un nivel de costes laborales por encima de la productividad de buena parte de los jóvenes (y de muchos otros trabajadores) imposibilitando enormemente su empleabilidad. Con carácter general, el alto nivel de estas cotizaciones es una de las causas principales de los relativamente bajos salarios no sólo de los jóvenes sino también de amplias capas de la población. Esto es así porque la creación de empleo exige que los costes laborales (salarios más cargas sociales) no superen los niveles de productividad. Dados estos últimos niveles, si el componente cuotas a la seguridad social sube o es muy elevado, el componente salarial bajará o será relativamente reducido.

 La concatenación entre estos tres factores tiene efectos explosivos y en estas disfunciones residen las causas principales de las precarias condiciones laborales de los jóvenes y la intensa caída de la natalidad durante estos últimos años. Huelga añadir que las intensas subidas del SMI y de las cotizaciones sociales, así como la subida de los costes de despido de la contrarreforma laboral, por no hablar de los destrozos educativos y otras medidas adoptadas durante la legislatura socialcomunista, van en la dirección contraria de lo que habría que hacer para mejorar el bienestar de los jóvenes y sus posibilidades de futuro y de descendencia.

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