Opinión

No hay huevos a vender huevos

Un señor, en un bucólico pueblecito de Austria, abre una puerta rústica forrada en madera y con un póster enorme de unas gallinas. Tras ella, se desvela un frigorífico con distintos tipos de huevos, guardados en cajas de cartón, y con varios carteles

  • Oficina de la Agencia Tributaria. -

Un señor, en un bucólico pueblecito de Austria, abre una puerta rústica forrada en madera y con un póster enorme de unas gallinas. Tras ella, se desvela un frigorífico con distintos tipos de huevos, guardados en cajas de cartón, y con varios carteles donde se indica su precio, según la clase. El señor coge una caja, cierra el frigorífico y deposita el dinero a través de una ranura que hay al lado, en un cajón de madera.

Nosotros vemos esto en un vídeo y nos parece una película de Steven Spielberg. La gente comenta que si hacemos algo así en nuestro país no queda ni el cajón de madera, ya no digamos del electrodoméstico o los huevos. Algunos empeñados en el optimismo tratan de hacer creer a los demás que, lejos de las urbes, algo así podría hacerse y no pasaría nada.

Lo curioso es que son muy pocos los que se dan cuenta de que eso es imposible de llevar a cabo en España y no solo por cuestiones de desconfianza en la honestidad y honradez de nuestros vecinos.

Pon un frigorífico con huevos en la plaza de tu pueblo y deja un cajón de madera con una ranura, para que te puedan meter por ella la sanción de Sanidad por no cumplir con los permisos necesarios para la correcta distribución y venta de alimentos. Por supuesto, también recibirás el informe del inspector de trabajo, que te sancionará por no tener licencia de apertura ni cumplir con las condiciones necesarias para un negocio de distribución alimentaria. Y, ya puestos, seguro que Hacienda tiene también algo que decir sobre eso de que no haya manera de controlar cuántos huevos vendes y cuánto le tienes que pagar.

Así que no, queridos optimistas, no es posible realizar algo así en nuestro país, si quieres dormir tranquilo por las noches.

Suena muy romántica aquella historia de dos chavales que empezaron a trabajar en un garaje en Estados Unidos y llegaron a crear una de las mayores empresas del mundo, pero se nos olvida que hablamos de un país donde una mujer puede empezar cocinando por encargo tartas y pasteles, en la cocina de su casa, y sacarse de esta forma un sueldo más que digno e incluso acabar alquilando un local para ampliar su negocio. Así empezaron dos de las más importantes empresas norteamericanas dedicadas a la elaboración especializada de tartas nupciales y para eventos.

Intenta tú hacer esto en tu casa. Eso sí, no olvides pagar tu cuota de autónomos, aunque vendas 3 tartas y 4 galletas los primeros meses. Y antes de nada, entérate bien de todos los requisitos que necesitas. Primero descubrirás que tu casa no sirve para este fin, porque no cumple las normas que se exigen a las instalaciones alimentarias, así que tendrás que asumir una reforma bastante costosa para adaptarte a la normativa. Después, acude al Registro Sanitario de Establecimientos Alimentarios Menores (REM) y aporta un documento con todos los datos que acrediten la actividad y qué alimentos vas a proporcionar. Por supuesto, no olvides cumplir con el riguroso etiquetado, donde debes hacer constar de manera clara y legible: valores nutricionales, denominación del alimento, ingredientes, sustancias que pueden provocar alergias e intolerancias, cantidad neta, fecha de consumo preferente o fecha de caducidad, condiciones especiales de conservación, datos del operador, etc.

Verás programas de reformas en TV donde una señora de Wisconsin, con rastas y las uñas pintadas de azul, dice que necesita una cocina grande porque cocina galletas y pasteles en casa que luego vende

Puede que cuando intentes calcular el valor nutricional de una galleta de avena de esas que tu abuela hacía tan ricas, te rindas. A continuación, verás programas de reformas en TV donde una señora de Wisconsin, con rastas y las uñas pintadas de azul, dice que necesita una cocina grande porque cocina galletas y pasteles en casa que luego vende o un señor de Carolina del Norte, ataviado con una gorra de los Knicks, quiere reformar el sótano y hacer una entrada individual porque ha montado una guardería para niños chiquitines en su propia casa... Y, si sigues siendo un optimista obcecado a pesar de todo, te acordarás entonces de lo bien que funcionan nuestras administraciones a la hora de controlar y exigir dinero, en lugar de ponerte a jurar en arameo, que es lo que hacemos los que no tenemos el don del optimismo.

No vivimos en el país de las oportunidades, asumámoslo. Vivimos en el país que ha batido todos los récords históricos en recaudación de impuestos y aun así no hay dinero para carreteras, que dice nuestro ministro de Transportes, que hay que hablar ahora de imponer más peajes. No hay dinero para sanidad, ya que con 850.000 enfermos en lista de espera para ser operados batimos también récords. No hay dinero para educación, pues los resultados de nuestros estudiantes demuestran que estamos a la cola de Europa. ¿Para qué hay dinero? Para que lo ganemos tú y yo no, para eso tampoco hay.

Influencers y funcionarios

Si por antojos del destino, te decidieras a emprender y te fueran bien las cosas, no se te ocurra irte del país para no dejarte una gran parte de tus ganancias en impuestos, que las carreteras, la sanidad y la educación no se pagan solas... Un momento, pero si no va para... Que sí que va para eso, que sí,  que negarlo es de fachas.

Así que en un país donde no hay huevos ni para vender huevos en la plaza del pueblo, donde los chavales ven que su padre está frito a impuestos y que con la panadería, la ferretería o el pequeño negocio familiar no llega y está asfixiado, no es de extrañar que el gran sueño sea ser influencer o funcionario. Aunque si me preguntan, en mi humilde opinión, en España sobran de los dos y falta gente menos influenciable y más que funcionaria, funcional.

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