Es seguro que los lectores más talludos se acuerden de aquel día y de aquella vergonzosa pancarta en la que los muy cafeteros de la dictadura franquista habían escrito su desesperación, su desgracia vital y sus complejos en siete palabras: Si ellos tienen ONU nosotros tenemos dos. Era 1946, y así reaccionaba Franco al bloqueo internacional que, entre otras cosas, impedía la tan deseada entrada de España en Naciones Unidas. La ONU previamente había condenado la a dictadura franquista y, como les recuerdo, España no pudo ingresar en la Sociedad de Naciones. A Franco le funcionó siempre la invocación al enemigo exterior. La verdad es que nunca supimos quién o quiénes eran los que nos atacaban, pero aquello del contubernio, el comunismo internacional y la conspiración judeomasónicamarxista venía bien para un roto o un descosido en una España miedosa, perturbada, desinformada. La forma de entender nuestro fracaso como país era esa, echar la culpa a los de fuera.
Los calvinistas son los culpables
Ha pasado el tiempo y España es la cuarta potencia de la Unión Europea, un logro que en estos momentos podemos proclamar en voz baja. Naturalmente que España es un país moderno y desarrollado gracias, entre otras cosas, a los esfuerzos de los españoles y a los Fondos Europeos recibidos con tanta generosidad. Pero eso duró lo que tuvo que durar. El mismo Helmut Kohl, al que deberíamos honrar eternamente, llegó a decirle a Felipe González que ya era suficiente, que aquel dinero era para cambiar la estructura productiva de España. Que no podíamos tener la mano abierta siempre. Ya ven ustedes.
No me gusta la imagen de país pobre y pedigüeño, pero esa es la que me llega cuando veo a Pedro Sánchez reuniéndose con los primeros ministros -los frugales calvinistas-, por cierto, muchos de ellos socialdemócratas. La prensa italiana llama villano a Mark Rutte, primer ministro holandés, y aquí hay determinadas corrientes de opinión y no precisamente de derechas, afanadas en buscar en una supuesta insolidaridad europea las razones del fracaso de esta cumbre en la que por minutos bajan las expectativas al tiempo que disminuyen cantidad de millones de los que Sánchez nos habló en forma de Plan Marshall.
Nacionalismo español de izquierdas
Para ese nacionalismo español de izquierdas Rutte es también un villano. Ese nacionalismo es el que ayer estuvo recordándonos todo el día que España no está sola, que cuenta con el apoyo de Alemania y Francia, como si eso fuera una garantía de éxito. Que se lo pregunte a Nadia Calviño.
No estamos en 1946 y por eso no debería costarnos nada reconocer que el primer ministro neerlandés tiene razón. Detestamos que nos digan la verdad, pero es en ese ejercicio de humildad en el que deberíamos encontrar soluciones a nuestro estrafalario gasto público, al amenazado sistema de pensiones, el desempleo inasumible, generaciones de jóvenes preparados y sin expectativas. ¿Tiene Holanda que pagar nuestra falta de disciplina económica? Y si fuera al revés. Qué diría Sánchez. Y así estamos un lustro, y otro. Y una década y otra. Y también medio siglo.
La verdad es que no podemos seguir dependiendo eternamente de ayudas europeas. El presidente y su círculo utilizan el argumento del enemigo exterior para justificar lo que no se puede explicar ni se puede entender aquí. España, al igual que Italia, no es un país fiable. Cuesta escribirlo, pero es la verdad. No lo ha sido ni antes ni después de la pandemia. Y quizá haya que recordar que, antes de la pandemia, España ya dio un buen ejemplo de indisciplina económica al pasar de un PIB previsto del 1% al 3. O sea, 30.000 millones más de lo previsto. Con este argumento es muy difícil ir por la vida exigiendo a los socios europeos que se comprometan con una deuda perpetua, que es aquella que consiste en recibir millones que no hay que devolver. No, no puede ser.
La culpa será del PP
Cómo vamos a resultar fiables si hace unas semanas el Gobierno de Sánchez y el de los comunistas de Podemos acordó derogar la reforma laboral tras un pacto nefando con Bildu. ¿De verdad estos que nos piden orden, seriedad y disciplina son unos villanos cuando nos recuerdan semejante error? ¿Y los que escribimos esto somos españoles sospechosos, los nuevos afrancesados del siglo XXI?
Qué van a pensar de nosotros que tenemos el Gobierno más numeroso de la Unión Europea. Ministros testimoniales rodeados de directores generales y asesores sin oficio ni beneficio más allá del dedo que les pone y quita. Qué van a pensar de un país que tiene unos niveles de gasto clientelar que nadie es capaz de comprender en Europa.
Pero ya verán, empiezan a calentar motores. El fracaso de la cumbre y la culpa del desacuerdo ya la veo venir. Que Pablo Casado, liberal como muchos países de los llamados frugales, se vaya preparando porque la culpa va a ser suya. La maniobra es burda, pero más que previsible.
Los líos de la Corona
Por si fuera poco, la Cumbre ha coincidido con un momento en el que se mueven los pilares de la Corona. Por culpa de Juan Carlos de Borbón, un anciano al que le han debido prohibir leer la prensa diaria. Imposible soportar tanta ignominia. Por si ya no tuviéramos dificultades para convencer a nuestros socios llega ahora la historia por entregas de un Rey español enredado en negocios inexplicables, comisiones fraudulentas y noches de placer y sexo a cuenta de los contribuyentes unas veces y de sus primos árabes otras. Un milagro que toda esta confabulación la entienda un calvinista. Y hasta un español.