Algo parecido cantaba Luis Eduardo Aute en una maravillosa canción. Jorge Fernández Díaz, para muchos el ministro del Interior más torpe de la democracia -el más taimado ha resultado ser Grande Marlaska-, se fue a Roma, vio al Papa Benedicto XVI y nos ha contado años después una historia sobre el diablo y su abnegado trabajo entre nosotros, que ponen los pelos de punta. Una historia a la que sólo puede dar crédito una sociedad momificada y acrítica como la actual.
La confesión del ex de Interior da una idea de lo hay que tener -o no tener-, para llegar a ser ministro de España, por lo demás una ocupación que ha ido a menos a base de degenerar. Ahí está el ejemplo de Irene Montero, ministra porque así lo quiere su pareja Pablo Manuel Iglesias. Y ojo, que no nos debería extrañar que Adriana Lastra un día de estos se siente en el Consejo. Si un filósofo ha terminado mutando en mando único sanitario para la lucha contra el coronavirus todo es posible. Cavar, cavar, cavar, que cantaban los enanitos en la cinta de Disney.
Obsesionado con España
Fernández Díaz habló cerca de una hora con Benedicto XVI, era el 17 de junio año 2015. El Papa Emérito, un reconocido intelectual, culto y nada disparatado hasta que, quiero pensar, el exministro lo ha desnudado a su mejor entender. Le dijo al Pontífice que “el diablo quiere destruir España por los servicios prestados por el país a la Iglesia de Cristo”. Ratzinger habló de la evangelización de América, que ahora la ignorancia iconoclasta de negros y blancos unidos ha dado en embestir contra las estatuas de religiosos que dejaron su impronta en aquellas tierras. Pero esa es otra historia.
El Papa dijo también, y no consta que le diera un ataque de risa -tampoco al exministro, que luce cero sentido del humor-, que Satanás ataca más a los mejores y por eso ataca a España. ¿A los mejores? Ni en 2015 estábamos entre los mejores, ni mucho menos ahora que el Gobierno se empeña, sin la ayuda de ninguna deidad, en hacernos creer que saldremos mejor. Fernández Díaz cuenta, y no me creo que semejante torpeza la diga un Papa de Roma, que la forma de combatir al independentismo catalán es con humildad, sufrimiento, oración y devoción a la Santísima Virgen. Parece que el Papa no habló de la importancia de la inteligencia, astucia, preparación, decisión y estrategia.
No me lo creo, porque si ésta es la fórmula para arreglar los problemas cuya solución está en la mano del hombre, entonces el aprecio que tiene Benedicto XVI por la inteligencia de sus feligreses es poca tirando a cero.
El laboratorio del diablo
Pero el diablo, llamémosle ahora Belcebú, está de moda, porque el cardenal Antonio Cañizares también nos lo ha traído ante nosotros estos días al denunciar, sin ninguna base probatoria, que la vacuna contra el coronavirus se está fabricando en laboratorios con células de fetos abortados. Ya digo, hasta donde he intentado saber no consta que esto sea así. En cualquier caso, venga la vacuna pronto y salve vidas cuanto antes. Que pregunte el purpurado a cualquiera que haya perdido a su madre en los últimos tres meses por culpa de la pandemia.
Cuando el Papa le dijo esto, él era el ministro del Interior de un Gobierno incapaz y dormido en la inepcia mientras los separatistas compraban urnas y preparaban consultas
Esta manía tan secular de invitar al diablo a nuestro mundo debe gozar de algún predicamento, porque si no, estas cosas no saldrían en los medios, ni al exministro ni al cardenal les daría por meter en nuestro mundo al Ángel Caído. Por cierto es la estatua más retratada de El Retiro madrileño. Lo sé porque paso por allí todos los días. No me pregunten por qué, aunque imagino una cierta inclinación por lo prohibido y esotérico de los ilusos fotógrafos. Como si escucharan el sonido de las trompetas que anuncian el dies irae.
Cuesta entender la obsesión de algunos por meter en nuestras cosas al maligno. Las más cotidianas y ordinarias. Los problemas que creamos y que sólo nosotros podemos solucionar. Pero así es. Fernández Díaz nombra a la Virgen para frenar el independentismo catalán. Todo con tal de no recordar que cuando el Papa le dijo esto él era el ministro del Interior de un Gobierno incapaz y dormido en la inepcia mientras los separatistas compraban urnas, preparaban consultas y creaban sus CDR (Comités de Defensa de la República).
El Gobierno el único que sale más fuerte
La gran mayoría de periódicos destacan estos días en reportajes y amplios informes los cien días del estado de alarma. Cuesta encontrar alguno que hable bien de la gestión del Gobierno. Cuesta más aún leer algo que salve la titubeante y penosa gestión del presidente Sánchez. No sé si el diablo ayuda, pero las encuestas siguen reflejando un fuerte respaldo de los españoles a este Gobierno, de forma muy especial el CIS de Tezanos. Y no sólo. Es verdad que hay cerca de un 75% que valora la situación como mala o muy mala, pero es también cierto que el PSOE sigue fuerte, y que el PP no recoge lo que va soltando Vox. La estrategia de Cs, se lo proponga o no, favorece a Sánchez, que empieza a ser percibido como alguien que busca el centro y que puede ser capaz, en un nuevo salto, de hasta dar la espalda a ERC. En eso se parece al diablo, puede engañar a todos todo el tiempo.
¿Hemos de creer que el mismo Satanás está detrás de todo este inmenso disparate? El Gobierno que lleva medio año mandando y parecen tres años, se beneficia de una sociedad anestesiada, dócil, pastueña. Ha hecho de la propaganda el báculo del pastor que dirige a un ganado en la dirección que Sánchez e Iglesias desean. No metamos a Satanás donde no pinta nada. Sánchez ganó las elecciones a pesar de sus mentiras. Ha gestionado la pandemia de forma catastrófica y sin embargo su desgaste es mínimo. ¿Qué digo mínimo? Si hubiera elecciones tendría más apoyo hoy que en las elecciones de noviembre pasado. No, no es el Belcebú. Somos nosotros, piadoso pueblo dimitido de su ciudadanía y responsabilidad.
Una cosa es la opinión pública y otra la publicada. Y a pesar de eso, las encuestas respetan a un Sánchez que mintió, un Marlaska que mintió, un Ábalos que mintió…
Cierto que las encuestas son estadística, no exactamente matemáticas, pero los porcentajes amparan a un Gobierno que no sabe cuántos españoles han muerto, que tiene la mortandad más alta por millón de habitantes y la cifra récord de sanitarios infectados. No salimos mejor de la pandemia. Salen mejor Sánchez, Iglesias, Redondo y Lastra. Sale muy mejorado el Gobierno, que ha manejado con maestría la propaganda y los medios, sí.
Lo dijo Felipe González, tan denostado estos días por los socios de Sánchez: una cosa es la opinión pública y otra la publicada. Y a pesar de eso, las encuestas respetan a un Sánchez que mintió, un Marlaska que mintió, un Ábalos que mintió…
¿Cambiar el voto?
Permitan que les hable, y recomiende, Cánovas, uno de los Episodios Nacionales más hermosos y emotivos de Galdós. Hay ahí un personaje que discurre de esta manera: "Solo te digo que el pueblo hace las guerras y la paz, la política y la historia, y también hace la poesía". Cuesta creer que estemos hablando del mismo pueblo, ¿verdad?
No, no es cosa del diablo. Es nuestra falta de valentía, de responsabilidad e inteligencia. El diablo debe estar para otras cosas de más enjundia. Un amigo mío me lo explica así: no cambiamos de voto mientras haya para el tabaco y el cubata. No se me ocurre mejor forma de terminar. Amen.