Opinión

¿Por qué no un impuesto a las caballerías?

¿Se imaginan un impuesto a los carruajes, que ya no existen? Pues algo así intenta este Gobierno con ese fantasmal gravamen solo a energéticas ‘carbonizadas’

  • La diputada del PSOE Patricia Blanquer suplica el voto a ERC

¿Se imaginan un impuesto a los carruajes, diligencias y caballerías en general, ahora que no existen? Pues un trampantojo similar intenta colarnos a la desesperada el Gobierno comprometiéndose con ERC, Bildu y BNG a recuperar el gravamen a la facturaciòn en energía carbonizada -combustibles fósiles- y, por otro, comprometiéndose con Junts per Catalunya justo a todo lo contrario, que no lo paguen las empresas que ya contribuyan a la "descarbonización", es decir, todas; cero recaudación efectiva para Hacienda.

Eso sí, sobre el conjunto del paìs pesa ahora mismo una amenaza de esas empresas que en la mañana del martes vieron como caía su valor en Bolsa por la inseguridad jurídica que transmite todo lo que ha sucedido: la posible salida de España de 10.000 millones de inversión en nuevas tecnologías, de los cuales 1500 los aporta Repsol, esa firma cuyo consejero delegado es el contestatario Josu Jon Imaz, la cual se ha llevado una planta de hidrógeno verde de España a Portugal a modo de aviso a navegantes... Vamos, lo que viene siendo en términos futbolísticos un gol en propia puerta.

Es lo que tiene la política del relato y los fuegos de artificio que practicamos desde hace una década, que juega con nuestras cosas del comer a mayor gloria del poder de turno; patada p´alante, votemos lo que votemos, si con ello seguimos y no llegan ni Alberto Núñez Feijóo a La Moncloa ni Santiago Abascal a la vicepresidencia del Gobierno. Un relato que hace las delicias de politólogos y expertos en comunicación, cómplices en esta hora de haber convertido la gestión pública en una inmensa ópera bufa y a sus protagonistas en unos malos actores necesitados imperiosamente de sobreactuar para seguir enredados en un postureo infinito.

'Progresismo discontinuo'

Ya puede Pedro Sánchez dar irónicamente al español perplejo la "bienvenida a los gobiernos de minoría parlamentaria" después de seis años, seis, en La Moncloa, pretendiendo justificar así (?) el bochorno y el caos que se vivieron el lunes de madrugada en la Comisión de Hacienda del Congreso; ya puede lanzar el presidente a Feijóo el recado de que para "debilidad" la suya, porque no puede formar gobierno, que lo ocurrido le interpela directamente y no tiene un pase, se mire como se mire, lo mire como lo mire él personalmente. Ni siquiera desde esa especie de progresismo discontinuo que practica su Gobierno, ora con la izquierda de ERC, Podemos y Bildu, ora con la derecha nacionalista de PNV y Junts.

Bueno, si, pasar, lo que se dice pasar, pasará a los anales del trilerismo parlamentario; de lo que no hay que hacer cuando te acercas al abismo de una derrota sin precedentes con repercusiones en Europa -están en juego 7.500 millones de fondos Next Generation y una multa por no haber sido capaces de trasponer la directiva UE sobre el impuesto de sociedades efectivo al 15%-. Todo por haber renunciado a anticiparte a lo largo de muchas semanas de negociaciòn conducida de forma "nefasta" por María Jesús Montero, a la sazón vicepresidenta y Ministra de Hacienda... No lo digo yo, lo dicen sus socios, con el portavoz parlamentario del PNV, Aitor Esteban, a la cabeza.

Se atribuye al canciller Bismarck que si los alemanes vieran cómo se hacen las salchichas no se las comerían. El problema es que toda España comprobó el lunes en vivo y en directo, porque así se lo contamos decenas de periodistas, qué nuestros políticos con nuestro dinero y lo,poco que les importa poner en marcha la picadora fiscal aunque amenace miles de millones de inversión

Se atribuye al canciller Bismarck la frase de que "si los alemanes vieran cómo se hacen las salchichas no se las comerían". El problema es que toda España vio en vivo y en directo, porque así se lo contamos decenas de periodistas, qué hacen nuestros políticos con nuestro dinero y lo poco que les importa poner en marcha la picadora fiscal aunque amenace miles de millones de inversión; toda España vio cómo, conforme pasaban las horas de forma macilenta en la Sala Cánovas del Castillo del Congreso, al Gobierno representado por su secretario de Estado para las relaciones con las Cortes, Rafael Simancas, le entraba la risa floja y empezaba a estar dispuesto a declararse culpable de la muerte de Manolete con tal de sacar adelante la reforma fiscal. 

Y si había que convencer a su presidente, el socialista Alejandro Soler, de ordenar un receso, primero de media hora -al filo de las 20.30-, luego ampliado hasta las 23.00 y, ya metidos en gastos, hasta las 00.45 del día siguiente, martes, para cabreo de ujieres, periodistas y diputados de toda condición, por este orden, pues se le convence al bueno de Soler y patada p'alante. Y si, entre medias, hay que apuñalar políticamente a Junts per Catalunya pactando con ERC, Bildu y BNG recuperar el gravamen a las energéticas, se le apuñala... y si pasada la medianoche, cuando alguien desde Waterloo dice "de eso nada", María Jesús Montero tiene que sacar una nota como ministra de Hacienda diciendo que las empresas "descarbonizadoras", es decir, todas, insisto, no se verán gravadas... pues se saca y santas pascuas.

"¡Por Dios, por humanidad!"

"¡Por Dios, por Humanidad!" parecía decirle la diputada socialista Patricia Blanquer a la portavoz económica de ERC, Pilar Vallugera, en una imagen que ha quedado para la historia del Congreso y que viene a desmentir esa supuesta tranquilidad del primer partido del Gobierno de la que hacía gala desde Brasil su líder apelando a que esto es la nueva "normalidad" de los gobiernos en minoría, que nos va a tocar sufrir como si fueran una maldiciòn bíblica.

Lo que haga falta con tal de no perder la cara y el relato del PSOE que, a esta hora, y a falta de que el Pleno del Congreso dé el visto bueno este jueves al proyecto de Acuerdo Fiscal -veremos- pasa por seguir con la ficción de que Pedro Sánchez tiene la misma mayoría parlamentaria que lo invistió presidente del Gobierno en octubre del año pasado. Lo cual, a todas luces es incierto porque el Ejecutivo solo ha podido sacar adelante en este año transcurrido una ley digna de tal nombre: La Ley de Amnistía... Y a qué altísimo precio en términos de división política y tensión social.

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