Estamos en un momento en que no hay una especie de consenso, de convenio multidireccional aceptado por todos. No existe el respeto a los hechos verificados y verificables y cada uno presenta hechos alternativos. No es que se discuta la opinión, es que se discute la realidad de los hechos. Y esa discusión es la que inaugura los tiempos de la posverdad. La verdad ya no es algo ante lo que la gente se rinde. Es decir, que se ha roto esa especie de consenso sobre el que se avanzaba en el tema de la información. Y eso tiene consecuencias muy lamentables y penosas. ¿Por qué irrumpe y de qué se vale? Pues que la información ha dejado de estar confiada a profesionales de la información, del periodismo. Y nos pasa lo que hemos visto que ha sucedido ahora mismo en Valencia, que han estado inundados, pero al mismo tiempo han carecido de agua potable. Nosotros, en el ámbito de la información, estamos inundados de información pero carentes de información veraz y verificable, que es lo más necesario.
El ejemplo de Valencia ha sido muy claro en el sentido de que los bulos han alterado y producido daños adicionales a los que ya producía de por sí la riada. Es una cosa complicada. El problema aquí es que, en busca de la audiencia y del clic, poniendo todo eso como la primera prioridad, se ha perdido el rigor, el contraste, la verificación, el esfuerzo y la investigación. Decía el director de la BBC hace 20 años: sabemos lo que quiere nuestra audiencia, por eso no se lo damos. O sea que uno de los factores de la tergiversación es agradar al público y al público muchas veces hay que llevarle la contraria. Hay que pasar por encima de la opinión del público cuando se tiene contrastada una noticia veraz.
Hay que estar permanentemente atentos para evitar la corrosión de las libertades
Quien piense que una vez que se obtuvo la Constitución y se plasmó el artículo 20, ya estábamos bajo toda garantía, se equivoca de medio a medio. Hay que estar permanentemente atentos para evitar la corrosión de las libertades.
Aquí hemos vivido momentos desde el punto de vista político, económico y de todo tipo, mucho peores que los actuales. Lo que ahora es peor, lo que ahora es pésimo, son las actitudes. En aquellos momentos difíciles contábamos con algo muy importante, que era la idea de que queríamos sacar a este país adelante y de que valía la pena que nuestro país se acercara a lo que eran las democracias de nuestro alrededor. En eso estábamos concordes. Y eso fue relevante para salir de los problemas.
Ahora, los problemas no son tan grandes, lo que son pésimas son las actitudes de los políticos. Son realmente horrorosas y están completamente fuera de lugar. Ese es el principal problema que tenemos.