La prima de riesgo nunca se fue, sólo estuvo aletargada. La ha contenido durante años el Banco Central Europeo (BCE), comprando deuda a mansalva de los países más vulnerables, como España. Esa misma razón explica por qué el indicador vuelve a atemorizar a los gobiernos europeos más débiles, como el español.
La prima de riesgo, ese concepto financiero que todos los españoles conocimos por culpa de Zapatero, regresa a nuestras vidas antes incluso de lo que preveía la mayoría de los analistas. El repunte se esperaba en mes y medio, una vez que el BCE retirara sus estímulos y elevara los tipos de interés. Pero las dudas de la institución afincada en Fráncfort sobre ‘el día después’ han bastado para activar la escalada del diferencial -lo que debe pagar de más un inversor por el bono español a 10 años respecto al alemán-.
Los grandes fondos, los brokers, quienes mueven de verdad el dinero en el mundo, confiaban en que Christine Lagarde tendría lista una red de seguridad. Que el BCE contaría con una dosis extra de anestesia, reservada para aplicar, si era necesario, a las economías periféricas cuando quedaran desnudas en el nuevo escenario sin estímulos.
En su última reunión, el pasado jueves, el Consejo de Gobierno se limitó a prometer que prepararía los mecanismos necesarios para evitar una “fragmentación” en el mercado europeo de deuda. A estas alturas, sin embargo, tras una pandemia y en plena guerra, los inversores exigen algo más que palabras. El milagro del ”whatever it takes” (la famosa frase de Mario Draghi que calmó a los mercados en la crisis del euro) se produjo una vez y es irrepetible.
El fracaso de la intentona de Lagarde obliga ahora al BCE a trasladar imagen de acción. De ahí la convocatoria urgente de un encuentro extraordinario en Fráncfort para analizar el repunte de la prima de riesgo. España e Italia vuelven a estar en el foco. Grecia nunca dejó de estarlo. Portugal, por su parte, empieza a apartarse del grupo indeseable de los 'PIGS', gracias a la mano firme ejemplar del tándem que forman Marcelo Rebelo de Sousa y Antonio Costa.
¿Tiene motivos el BCE para alarmarse? Los datos aportan la respuesta. La rentabilidad el bono español a 10 años rondaba el 0,4% hace un año. Este martes, superó el 3% por primera vez desde 2014. Y eso que el banco central continúa comprando deuda soberana (12.000 millones en el primer trimestre). El bono italiano va por delante, abriendo grietas en el muro de contención que ha ido levantando Draghi, y cotiza ya al 4,2%.
Los brokers fijan el 150 puntos el nivel de prima de riesgo mínimo para empezar a alarmarse. Ya está en 130 puntos y seguirá creciendo: el BCE sólo podrá ayudar con cuentagotas o a cambio de ajustes
¿Y la prima de riesgo? Ayer rebasó los 130 puntos y este miércoles desciende ligeramente gracias, únicamente, a las expectativas que ha generado la reunión extraordinaria del BCE, de la que únicamente ha salido el compromiso de "acelerar una nueva herramienta" para frenar futuras crisis de deuda. Hablamos de una cota aún moderada, pero suficiente para inquietar a quienes mueven los mercados de deuda.
Nada mejor que tirar de referencias para visualizarlo: el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero comenzó a aplicar ajustes cuando el indicador alcanzó los 164 puntos, en mayo de 2010. El gran tajo al estado del bienestar lo aplicó dos años más tarde Mariano Rajoy, obligado por Bruselas a cambio del dinero que cedía para rescatar a la banca.
“En España, a partir de los 150 puntos hay que empezar a alarmarse. Esa cota asciende a los 200 en el caso de Italia”, recordaba a este diario Ricardo Gil, director de estrategia de la gestora TREA AM, el día que la prima de riesgo volvió a cruzar la barrera de los 100 puntos.
Evolución de la prima de riesgo
Eso ocurrió a finales del pasado febrero. Hoy suma 30 puntos más y la carrera no se detendrá a menos que el BCE vuelva a desempolvar la artillería pesada. Una hipótesis poco probable por la necesidad de contener la inflación, cada vez más cronificada y que ya está haciendo estragos en países con grandes brechas sociales. Como España.
Para enfriar los precios, precisamente, subirá los tipos de interés en dos fases (julio y septiembre). Una decisión incompatible con la política de grandes estímulos a la economía aplicada por el BCE desde la crisis de 2008 y reforzada durante la pandemia. España ha sido una de las grandes beneficiarias de esa anestesia. En manos de la institución está casi el 34% de los bonos y letras emitidos por el Estado (unos 400.000 millones).
Si la ayuda financiera de Fráncfort prosigue, será con cuentagotas. O cambio de condiciones. Un panorama complicado para un Gobierno que ha elevado la deuda pública hasta el 117,7% (1,45 billones). El dato lo difundió este martes el Banco de España y muestra una realidad desagradable para los ministros económicos de Pedro Sánchez: al terminar marzo, nuestro país ya había alcanzado el objetivo de deuda previsto para todo el año en el Plan de Estabilidad.
Esa deuda desbocada, junto al elevado déficit público, son los que provocan fiebre inmediata a España cuando intenta abrirse paso con poco dopaje por los mercados. Son esos desequilibrios, junto a la impotencia o el nulo interés del Gobierno por corregirlos, los que mantienen el recelo de los inversores hacia nuestra economía. Cuando el BCE baje la guardia, en sus manos estará nuestra prima de riesgo, con todo lo que ello implica para nuestras vidas.