Según parece, el Gobierno de Sánchez pone fechas acertadas, distrae con maestría, irrita a los opositores, que se enojan y equivocan, insiste en su relato con un desparpajo asombroso, pero se mantiene en el poder contra viento y marea, siempre rodeado de un círculo áulico que va mutando.
Y en esa "mesa chica" aparecen estrellas más o menos fugaces que serían los responsables de toda la trama y resulta que la reacción es de asombro. Suenan unos nombres, a veces voceados y otras susurrados, como si debieran ocultarse, dejándole el mérito completo al candidato o al presidente que sea. Se trata de consultores políticos profesionales, parece que nos descubrieran ahora, cuando en realidad siempre hemos estado.
Hace millones de años, en el primer orden tribal, no existía la prostitución, denominada hoy vulgar y erróneamente como “la profesión más antigua de la humanidad”. Esta afirmación, al ser falsa, es doblemente negativa y necesita ser desterrada del imaginario popular.
Sé que será difícil, suena desde hace siglos como una verdad a voces, sin embargo, es mentira. Nosotros, los consultores políticos, empezamos antes.
Bajo el primer orden tribal, el poder lo detentaba en forma brutal un jefe de la tribu con derecho a “todo”, sobre las personas que la integraban. Podía tomar la vida de cualquiera y de cualquier manera y distribuir el producto de la caza y de la pesca como quisiera. Dejaría morir a quienes resultaban una carga durante los inviernos y las hambrunas y satisfaría los deseos de sus acólitos cuando lo mereciesen.
Tres condiciones para ser líder
Al parecer de la historia, para ocupar el lugar del jefe de la tribu, siempre se necesitaba al menos contar con tres elementos:
Primero el dominio del fuego, luego la fuerza bruta, y la última condición que era una mezcla de agresividad y destreza que lo hiciera capaz de cazar bestias mayores que él mismo.
Elementos constructivos del carisma por aquel entonces.
Contando con la primera condición, la de saber hacer el fuego en condiciones adversas, en medio de la humedad de la foresta o bajo la lluvia y así facilitar la cocción de la caza, solo necesitaba los otros dos, que no era poco.
Aunque estas épocas sean consideradas inmemoriales, se sabe con certeza que ya en toda tribu había una especie de personaje vulgarmente llamado “el brujo de la tribu”, muchas veces revisitado como antecesor del médico.
Craso error. Era nuestro antecesor. ¡El de los consultores políticos!
Entre muchas tareas que desarrollaba aquel siempre presente brujo de la tribu, se destacaban la de rendir pleitesía permanente a la autoridad tribal, alentar y organizar a la tribu para respetar al líder y espiar y escuchar y contarle todo al líder inmediatamente.
En los momentos clave del mensaje aparecían de pronto unos humos blancos, que se elevaban envolviendo al poderoso, haciéndolo brillar
Además de acompañarlo en sus arengas, aumentando el efecto de su poder de convencimiento, al generar por ejemplo lo que hoy llamaríamos “efectos especiales”.
Es que cuando había inquietud en la tribu por el motivo que fuese, el líder necesitaba comunicarse. Generalmente advertir, amedrentar o amenazar, no olvidemos que eran épocas duras para la política. Su lenguaje era entre gestual y gutural, pero su tribu lo entendía.
Allí solía aparecer el verdadero papel profesional del brujo de la tribu. En los momentos clave del mensaje aparecían de pronto unos humos blancos, que se elevaban envolviendo al poderoso, haciéndolo brillar.
Y en el punto culminante, con su último grito de arenga, se elevaban detrás de su cuerpo docenas de pájaros negros que huían despavoridos al mismo tiempo que los miembros de la tribu quedaban espantados por inauditas palabras y tamaños poderes. Por supuesto que el brujo de la tribu era retribuido consecuentemente por el jefe de muy diversas maneras.
Cuenta la leyenda que, con el paso del tiempo, algunos juraban haber visto al brujo cazando pájaros negros y encerrándolos en jaulas de mimbre detrás del altar del jefe y otros lo sorprendieron probando unos humos de colores en medio del bosque.
Un grupo de hombres liderados por un joven cazador valiente intentó reemplazar a aquel jefe brutal, acusándolo de engañarlos, con la ayuda interesada del brujo de la tribu
Entonces comenzaron a desconfiar de estos fenómenos como símbolos de algo sobrehumano. Los susurros se transformaron en corrillos y los corrillos en voces airadas llenas de desconfianza y fue entonces, en medio de un duro invierno de grandes nevadas y dilatada hambruna, cuando un grupo de hombres liderados por un joven cazador valiente intentó reemplazar a aquel jefe brutal, acusándolo de engañarlos, con la ayuda interesada del brujo de la tribu.
Al parecer la revuelta, aunque sangrienta, fue sofocada y el líder siguió siendo el mismo. Mientras tanto, el brujo de la tribu se encargaba de curar a los heridos o de dejarlos morir, según designios del jefe. Era enfermero, químico vegetal, verdugo, experto en efectos especiales y varias cosas más. Entre ellas, era el primer profesional de la historia de la humanidad.
Lamento así, desmontar una idea tan cómodamente instalada. La profesión más vieja del mundo no es la que tú creías, sino otra que surgió inmediatamente con el nacimiento del producto más caro del mundo. El poder.
Así que no me extraña cuando leo que la Moncloa está atiborrada de brujos venidos de todas partes y de toda ralea, angustiosamente necesarios en momentos como este, en los que actúan más como enfermeros del propio jefe de la tribu que otra cosa. Lo notable es que, en fin, si necesitan a tantos, el paciente ha de estar grave. Digo yo.