El laboratorio de Moncloa ha soltado su famoso gancho de izquierda a lo Joe Frazier. Rápido y demoledor. Se llama el 'pin parental', hasta ahora un artefacto de origen nebuloso y objetivo incierto que ha impactado en la quijada de la oposición. Algo se habló del pin cuando los pactos en Andalucía, ese 'bloque de la libertad' que derribó el régimen socialista. También hubo alguna mención en las negociaciones para el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Pero es en Murcia donde ha estallado con el estruendo de la siembra de un B52. ¿Pero qué narices está ocurriendo en Murcia?, se preguntaban días atrás sesudos politólogos y certeros tertulianos.
Nadie se acordaba del 'pin murciano' de Vox hasta que Moncloa decidió lo contrario. Tres ministras protagonizaron la primera rueda de prensa de la nueva era gubernamental para agitar el famoso asunto, que describieron con tientes tremebundos, casi apocalípticos. Unos días antes, Pedro Sánchez, tras el posado con su Gobierno en la escalinata de Palacio, ya lo dejó caer: el Ejecutivo actuará contra el Gobierno de Murcia, a la sazón, del PP y Cs apoyado por Vox.
Cóctel ideológico
"Cuando vienen mal dadas, sacan a Vox de la jaula", comenta un veterano asesor socialista ahora perdido por el extrarradio de Ferraz. El dichoso 'pin' se ha expandido como lo hace la niebla invernal por los campos de Castilla: densa a incontenible. Todo lo abarca, todo lo ocupa y todo lo tapa. A Iván Redondo le vino este pin a ver. Y lo ha aprovechado. Es un cóctel ideológico ideal para la agitación con todos los elementos: ultraderecha, represión, religión, género, patriarcado, homofobia, machismo, fascismo. El rosario progresista perfecto para combatir el ritornello del franquismo, según su insoportable letanía. Isabel Celaá, hierática y solemne, fue la encargada de lanzar el gran señuelo: "Los hijos no pertenecen a los padres". Todos entran al trapo. Los columnistas se encienden, las redecillas se calientan, los medios echan chispas. "¿Los hijos pertenecen a Sánchez?". Y así. Filigranas en el PP, escorzos en Cs. Ya hay lío en el centroderecha.
Silencio total sobre el nombramiento de la fiscal Dolores Delgado, los acuerdos con los separatistas, de los beneficios penitenciarios a los golpistas, del hostigamiento a la Justicia
Todo se lo deben a Vox: "Ni un juego erótico a los niños de 0 a 6 años". Bien. Moncloa se frota las manos. Sin pin no hay presupuestos en Madrid, había amenazado Rocío Monasterio. La gran parada del circo facha, el show ultra al completo. Las terminales orgánicas del poder ya tenían material para el guión. Afilaron los lápices y enfocaron las cámaras. Nada de hablar de Dolores Delgado, de los acuerdos con los separatistas, de la próxima peregrinación de Sánchez al encuentro de inhabilitado Torra, de los beneficios penitenciarios a los golpistas, del hostigamiento a la Justicia, del noviazgo con Bildu en Navarra... Todo el espacio y el tiempo para el 'pin parental' que pasó a ser el 'veto parental'. Los padres, como inquisidores-represores de la libertad de sus hijos, a los que sólo protege el gobierno social-podemita. Así de pedestre es el argumento.
La fórmula de Colón
Pin y sólo pin. Vox y más Vox. La inevitable y eficaz fórmula de la plaza de Colón, con menos contenido pero igual de sustancia. Y emergen las enormidades. El pin parental es como 'la ablación del clítoris', ha tuiteado José Zaragoza, histórico diputado del PSC. "Declararemos el 155 en Murcia", llegó a amenazar la podemita Victoria Rosell, delegada de Violencia de Género. La papilla progresista, hábilmente aliñada y profusamente distribuida desde el bloque del progreso, ha funcionado a la perfección.
Los pactos de la ignominia con los enemigos de la Constitución apenas dejan huella en la débil conciencia democrática de una sociedad en permanente estado de hipnosis. El PSOE se mantiene inalterable en la cúspide de los sondeos. Vox, con su intransigencia de acero, también resulta bendecido por la demoscopia. A la vista del 'gran timo del pin', que Moncloa amenaza cínica y alegremente con judicializar, urge que PP y Ciudadanos se miren seriamente a la cara y den un paso al frente para acabar con una situación que, por segundos, se torna de una gravedad explosiva.
Las citas electorales de Galicia, País Vasco y Cataluña, todas previsiblemente este año, deberían actuar de impulso en las fuerzas del centroderecha para organizar algo más que un tímido acuerdo pre-urnas. La gravedad del momento reclama con urgencia respuestas imaginativas, contundentes, patrióticas. De no hacerlo, de no mover pieza, de no espabilarse, el inquebrantable Iván les clavará el pin en el entrecejo.