Opinión

La puta que los parió

El separatismo usa siempre frases grandilocuentes, escogidas, calculadas. La lengua, tabú que consolida y calafatea su ideario, se vuelve, sin embargo, barriobajero cuando creen que nadie los escucha. El artificio

  • El eurodiputado Ramón Tremosa junto al ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont.

El separatismo usa siempre frases grandilocuentes, escogidas, calculadas. La lengua, tabú que consolida y calafatea su ideario, se vuelve, sin embargo, barriobajero cuando creen que nadie los escucha.

El artificio del doble lenguaje ni es patrimonio de los políticos ni nadie les exige que mantengan coherencia en ese terreno. En España, y singularmente en esta región catalana, lo que se dice ante el auditorio poco o nada tiene que ver con lo que se dice detrás del telón, en la ejecutiva el partido, en la mesa familiar, en la cama del amante. Fue Jordi Pujol, tótem entre los tótems de esa curiosa tribu llamada Convergencia, quien rompió el velo sagrado al exclamar en televisión “¿Qué coño es eso de la UDEF?”. Se acabaron els pronoms febles, el vocabulario extraído de Les Pàgines Viscudes de Folch i Torres y la sumisa frase de monaguillo con complejo de culpabilidad onanista. Dijo coño, y su seguidores aguantaron el aliento unos segundos, atónitos. Descubrieron que se podía hablar como la gente normal. Caramba. Gracias, President.

Llevamos mucho tiempo escuchando a los líderes del procés lanzarse maldiciones bíblicas los unos contra los otros, tapándose la boca con esteladas perfumadas, no fuera caso que alguien percibiera la pestilencia que ese vocabulario de arrabal que todos empleamos cuando nos damos con un martillo en el dedo. De cara a la galería, por el contrario, todo eran unidades infinitas y fraternidades indestructibles. Nadie osaba pronunciar palabras altisonantes y, si a alguien se le escapaba un exabrupto, actuaban como cuando el Sumo Sacerdote invocaba el nombre prohibido de Dios en el Tabernáculo, gritando todos para ocultar la palabra que no debía ser escuchada por oídos profanos.

El pacto entre socialistas y neoconvergentes en la Diputación de Barcelona no ha destapado todavía el rosario de insultos

El pacto entre socialistas y neoconvergentes en la Diputación de Barcelona no ha destapado todavía el rosario de insultos, pero ya se han producido refriegas entre Esquerra y sus socios de gobierno, entre socialistas y los de Junqueras, entre miembros del PDeCAT y Junts per Catalunya. Todas respiran por la misma herida: unos se nutrirán de la ubre sustanciosa y otros se quedarán ayunos. En medio de declaraciones, réplicas y contra réplicas, es singular que se hayan publicado las conversaciones grabadas a Ramon Tremosa, eurodiputado durante muchos años por Convergencia. Debemos remontarnos al año 2016, a saber, semanas antes de la celebración de la consultita convocada por Artur Mas, cuando se preveía la tormenta por cualquier observador bien informado, menos por el gobierno de la nación, plácidamente instalado en el sesteo que produce leer el Marca y degustar un buen licor café.

Ahora conocemos esas conversaciones, enmarcadas en la Operación Loki que llevaba a cabo la Brigada Provincial de Información de Barcelona, según ha publicado El Confidencial. La Audiencia Nacional investigaba a personas que pudiesen estar vinculadas a la creación de una fuerza paramilitar pro separatismo. Y hete aquí que a don Ramon lo pillaron usando liberalmente el adjetivo, calificando de cabrones y podridos a Mas y Junqueras. El eurodiputado quería, según esas cintas, reventar a Convergencia, porque no se fiaba del partido de Pujol. Se refería a los partidos independentistas y a la propia ANC como cosas podridas, rematando su discurso con una crítica feroz a, textualmente, “Mas, Junqueras, Forcadell i la puta que els va parir”.

Escuchando aquellas palabras, que parecen tan lejanas siendo, en cambio, tan actuales debido al descontento reinante en las filas separatistas

Escuchando aquellas palabras, que parecen tan lejanas siendo, en cambio, tan actuales debido al descontento reinante en las filas separatistas, se plantean muchas preguntas, quizá demasiadas. Dejando a un lado el hecho de si el PSC sabe con quién se juega los cuartos y el precio que está dispuesto a pagar el socialismo para mandar, la cuestión más grave se sustenta en el grueso de esas afirmaciones. Si entre ellos, cuando creen estar a salvo de oídos indiscretos, se muestran con esa rabia, con esa intolerancia, ¿qué podemos esperar quienes no formamos parte de su cosmovisión? ¿Qué se dice al cerrar la puerta el separatismo respecto a los políticos, empresarios, o periodistas constitucionalistas? ¿Consideran que somos unos hijos de puta, unos cabrones, unos podridos? ¿Esa es la revolución de las sonrisas? Más inquietante todavía, ¿qué destino nos esperaría en su república?

Respondan ustedes mismos a esos interrogantes.

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