Opinión

Fotopolítica

Estamos en la era de la percepción, en la que las imágenes parecen tener más importancia que los programas electorales

  • Casado, Rivera y Abascal posaron juntos pero no revueltos

La política no se caracteriza por la objetividad. Todo lo contrario, la medida de la política son las percepciones y en la mayoría de las ocasiones la realidad es sustituida por atribuciones que generan las emociones que guían las actitudes de votantes y medios de comunicación. Y los partidos lo saben, por ello la fotografía se impone como el must de la política. En estos momentos, la pugna sobre el relato y las percepciones se sitúa en el bloque de la derecha: quién pacta con quién, quién veta a quién y sobre quién recae la responsabilidad de la falta de acuerdo está liderando el relato público y es motivo de preocupación de la dirigencia de los respectivos partidos.

En el día de ayer, de forma simultánea, dos relatos pugnaban por triunfar entre el electorado conservador español. Ayuso y Aguado presentaban en Madrid un acuerdo de gobierno que no alcanza la mayoría absoluta de la Asamblea, ni tampoco la mayoría de los votos positivos para la investidura programada para el miércoles, aun huérfana de candidato/a. A la misma hora, en Murcia, comunidad donde la negativa de Vox hizo fracasar al candidato del PP, Fernando López Miras, y su acuerdo con Cs, Abascal y Espinosa de los Monteros se negaban a ser la muleta obligada de la derecha y exigían su lugar en la foto de la mayoría parlamentaria.

Vox se niega a hacerles la foto al PP y Cs sin aparecer en ella. La experiencia andaluza no ha sido satisfactoria para el partido de extrema derecha y, tal y como hicieron en Murcia, amenazan con hacer valer su apoyo, aunque sin las líneas rojas iniciales. Vox ha renunciado en pocas semanas a su exigencia de estar presente en los gobiernos con concejalías y consejerías. Una vez han rebajado sus exigencias, también programáticas, se conforman con aparecer en una foto con populares y liberales para dejar de ser el partido feo, el innombrable, el vergonzante, para ser uno más de los partidos asumibles de la derecha.

El objetivo es la explotación de la imagen, aunque cueste un escrache en una manifestación o, lo que es peor, alargar el período de inestabilidad política

Por el contrario, Ciudadanos no baja ni rebaja sus exigencias. Desde el inicio asumieron que no pactarían con Vox, y a pesar de las reuniones a nivel autonómico o municipal con algunos de sus líderes, se niegan a que Rivera aparezca en una foto con Abascal que recuerde su “antigua amistad”, como le reclama el líder de Vox. A pesar de esa negativa, Andalucía fue el primero de los gobiernos que necesitaba de forma imprescindible los votos afirmativos de Vox, luego continuaron Zaragoza y Badajoz, ciudades que se apoyaron en los votos de extrema derecha para los gobiernos de coalición de populares y naranjas. Ciudadanos niega que esos votos afirmativos impliquen negociación alguna, sin embargo la percepción del pacto entre las tres derechas, reforzando la imagen de Colón, está cristalizando en el electorado.

Este fin de semana, en la fiesta del orgullo en Madrid, se produjeron unas escenas vergonzosas. Algunos manifestantes vivieron como una agresión la presencia de Cs, respondiendo con gritos de repulsa para expulsarlos de un evento al que no pudieron asistir con su carroza por no firmar un manifiesto que textualmente decía que los “firmantes se negarían a alcanzar gobiernos gracias a los votos de la ultraderecha”. Imágenes sin duda violentas, condenables, a las que, desgraciadamente, cada vez estamos más acostumbrados debido a la polarización política que vivimos. Imágenes que demuestran que las percepciones en política son mucho más importantes que las declaraciones, por más contundentes que estas quieran ser.

Vox acusa a Cs de someterle a un “apartheid”, de igual modo que a los naranjas se les llama fascistas en la manifestación LGTBI+. La decisión estratégica de Cs es contradictoria: no pactar con Vox, pero apoyarse en ellos para gobernar, y esto tiene implicaciones en la percepción sobre su formación política. Asistimos a la era de la percepción, donde las fotos resultan más importantes que los programas electorales, todos están dispuestos a renunciar a estos últimos, a lo que no están dispuestos a renunciar es a la imagen, aunque cueste un escrache en una manifestación, aunque cueste alargar el periodo de inestabilidad política sin gobiernos.

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